sábado, 1 de octubre de 2011

Una matinée perfecta


¿De qué otro modo definir una tarde de sábado pasada con una peli de Humphrey que hace mucho no veíamos? No es ninguna joya, pero tampoco es mala. Estamos en 1947, en algún lugar de la vieja China, a una misión olvidada llega Bogart en sotana, pero carga un pistolón, así que sospechamos, con justa razón, que no es un cura. De todos modos todos creerán que lo es y salvará a un par de pueblos, con suerte e inteligencia. Un papel ideal para Humphrey, cínico, inteligente, brusco de palabras y gestos. Creo que lo que más disfruto de Bogart, aparte de su cara cruzada de arrugas y de su cuerpo esmirriado y desmañado, es su voz. Inimitable o muy imitable, que en un actor es lo mismo. ¡Me encantaría tener esa voz! Si la tuviera, ¡hablaría más de lo que hablo!

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