jueves, 27 de octubre de 2011

De señoras, lavandas y violinistas



A las inescrutables decisiones de los productores, sumo ahora las de los distribuidores, que con piedad sólo pueden calificarse de inexplicables. Que una película tan buena y tan explotable comercialmente como Ladies in lavender (2004) (Las señoras de lavanda, en el original, El violinista que llegó del mar, en el título con que la rebautizaron) no se haya estrenado en cine ni tenido un lanzamiento decente en DVD y que haya pasado directamente al casi anonimato del cable se suma a los misterios irresolutos del universo.

Pertenecería al género conocido como “de mujeres”, designación no muy certera, la experiencia me enseñó al tratar con alumnos adultos sus películas favoritas que hombres de voz estentórea y de pelo en pecho suspiran por la trilogía Meg Ryan (Cuando Sally conoció a Sally, Sintonía de amor y Tienes un e-mail) y que señoras remilgadas y correctas prefieren ante todo las patadas, acrobacias y piruetas de Jackie Chan, la dureza del Harry de Clint Eastwood y el heroísmo sucio y sangrante de los Duros de matar de Bruce Willis. Como sea, se supone que son las mujeres las primeras destinatarias de las películas “de mujeres”, ésas con romances, entendimientos o no entre madres e hijas, o de dramones familiares que culminan a violinazo limpio. Ésta tiene amores inesperados, violines protagónicos y hermanas que se entienden.

Estamos a fines de los años treinta y ya se percibe la agitación que estallará en guerra, la célebre Segunda Mundial. Janet (Maggie Smith) y Ursula (Judi Dench) viven en una hermosa casa junto al mar en Cornwall, Inglaterra. Una mañana, después de una noche de furiosa tormenta, llega a la playa de las hermanas un naufrago, Andrea (Daniel Brühl, el chico de Good bye, Lenin!) El médico del pueblo (David Warner) dirá que el chico no tiene nada que unos días de descanso no puedan curar. La irrupción del extraño desbaratará la apacible y metódica vida de las hermanas. Andrea es polaco y no habla inglés. Y por raro que parezca, las dificultades en comunicarse los acercará más que si hablaran el mismo idioma. Tanto que Ursula que lleva años vistiendo santos, perderá el control y le dará rienda al amor que se le despertó por el chico. Andrea, como denuncia el título que le pusieron en español, es un violinista nato.

Maggie Smith y Judi Dench son grandes amigas en la vida real, compartieron filmaciones y hasta largas temporadas teatrales, lo cual es bueno porque es bueno que la gente se quiera, pero aunque se odiaran, no nos importaría ya que en escena, se entienden, se respetan y se complementan de una manera única. Verlas juntas es una fiesta de emociones. Completan este elenco soñado, la gran Miriam Margolyes, grande de tamaño y de talento, como la cocinera. (Miriam es la matrona que dirige la batuta de la alta sociedad en La edad de la inocencia de Scorsese). La deslumbrante Natascha McElhone es una pintora veraneante que oficiará de agente del destino del chico. Y está también en un rol chiquito, el pequeño gran Toby Jones, que fuera el otro Capote, el de Infame.


Dirigió con seguridad y elocuencia Charles Dance, que es asimismo un gran actor y se nota. Los actores que dirigen suelen hablar mejor con sus pares y lograr como en este caso que hasta el último extra dé una actuación notable. Un film inolvidable que merece ser descubierto y venerado. Ah, y la banda sonora, Paganini incluido, no es un placer menor. 

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