jueves, 1 de diciembre de 2016

Meryl y Jim

Lemony Snicket, una serie de eventos desafortunados (Brad Silberling, 2004) es una oportunidad perdida en más de un sentido. Pudo haber sido una buena película, pero se quedó en la medianía. Sobrevivirá siempre, creo, por los impecables valores de producción: la dirección de arte, la fotografía, el vestuario, el maquillaje, por el que ganó el Óscar. Y por ser hasta la fecha la única película que unió a Meryl Streep y Jim Carrey. Comparten solo una escena e híper histriónicos como pueden serlo, según incluso les sugería la naturaleza de los personajes que hacían en esta historia, la actúan... chejovianamente, o sea con sutileza, en sordina, en medio tono, como si temieran "pisar" el histrionismo del otro, la admiración mutua les jugó en contra. A los pocos meses, Meryl recibió el homenaje del American Film Institute y Jim hizo el monólogo de apertura, y esta vez el amor se alió con el arte, es uno de los mejores momentos actorales de Carrey y sin amedrentarse ¡ante una sala llena de figuras gloriosas!

Saturnino "Nino" Manfredi








Que no se me pongan celosos los DeNiro, los Jim Carrey, los Gene Hackman, los Mastroianni, los Belmondo, los Burt Lancaster, los Danny Kaye, los James Garner, entre otros nombres rutilantes a los que les juré amor eterno en la oscuridad de los cines, pero a nadie amé tanto como Nino Manfredi, el hombre vivía en la genialidad, su sensibilidad de tan flagrante era casi corpórea, su timing era perfecto en drama o comedia, podía pasar de chistes gruegos a la más ligera sutileza, pocos como él, por suerte queda una larga foja de servicios con varios clásicos para descubrirlo, redescubrirlo y después celebrarlo, siempre. Saturnino "Nino" Manfredi fue su nombre de hombre, pero yo sospecho, como un maestro de actuación que tuve, que era más ángel que humano.