jueves, 17 de septiembre de 2015

En momentos como éste (otra hermosa canción que celebra a los perros)

 

A friendly face, the kind of face
Una cara amigable
That melts you with a grin
que te derrite con una sonrisa
The kind of eyes that welcome you
Ojos que te dan la bienvenida
The minute you walk in
no bien entrás
A tender glance you simply can't refuse
Una mirada tierna que no podés rechazar
At times like this a girl could use
En momentos como éste a una chica le vendría bien
A dog.
un perro

He listens when you tell him things,
Te escucha cuando le contás cosas
There's nothing you can't say
No hay nada que no puedas decir
And unlike certain people you can teach him how to stay
Y al revés de otras personas se le puede enseñar a que no se vaya
And if the world is giving you the blues
Y si el mundo te deprime
He cheers you up by chewing up the news.
te alegra masticando el diario
It's things like that that make you choose
Son cosas así las que te hacen elegir
A dog
Un perro

Other people need romance, dancing, playing around
Hay personas que necesitan romance, bailar, seducir
Other people need constant fun, well I'm not one
Hay personas que necesitan diversión continua, bueno, yo no
I have my feet on the ground
Tengo los pies en la tierra

Give me a quiet night, a stack of books
Denme una noche tranquila, una pila de libros
A tuna melt on rye
pulpa de atún en pan de centeno
A simple walk together
Un simple paseo juntos
Underneath the starry sky
bajo un cielo estrellado
And suddenly the night is something rare
y de repente la noche es algo distinto
And all because there's someone special there.
Y todo porque hay alguien especial
He's gazing at the views.
que mira el paisaje
His head upon your shoes.
con su cabeza sobre tus pies
At times like this, I sure could use
En momentos como éste, me vendría bien
A Dog
Un perro

Letra: Lynn Ahrens
Música: Stephen Flaherty



jueves, 10 de septiembre de 2015

Las hermanas Kessler (01)

 
Cuando era chico (muy chico), mi abuela y mis tías maternas hablaban de las hermanas Kessler siempre en superlativos, lo cual era raro en aquellos tiempos de mesura.

Las hermanas Kessler (02)



Pero, ¿quiénes corno eran las hermanas Kessler? Aparte de unas chicas talentosas que trabajaban en Estudio 1, un programa de la RAI que mi abuela y mis tías maternas veían.

Las hermanas Kessler (03)



Veamos qué dice Wikipedia:
Alice y Ellen Kessler (nacidas el 20 de agosto de 1936 en Nerchau, Alemania) son un par de gemelas populares en Europa, especialmente en Alemania e Italia, desde los años 50 y 60 y hasta el día de hoy por sus canciones, sus bailes y actuaciones. Son usualmente anunciadas como las Kessler Twins o Die Kessler-Zwillinge, y aún son populares. En los Estados Unidos no fueron tan populares. Sin embargo, aparecieron como bailarinas en el filme de 1963 Sodoma y Gomorra, y en la portada de Life ese mismo año. Cuando tenían ellas seis años, Sus padres, Paul y Elsa, las enviaron a clases de ballet, y se unieron al programa de ballet infantil de la Ópera de Leipzig a los once. Cuando tenían dieciocho, sus padres usaron una visa de visitante para escapar a Alemania Occidental, donde se presentaron en el Palladium de Düsseldorf. Se presentaron en el Lido de París entre 1955 y 1960, y representaron a Alemania Occidental en el Festival de la Canción de Eurovisión 1959, terminando en 8º lugar con "Heute Abend wollen wir tanzen gehn" ("Hoy queremos ir a bailar"). Se mudaron a Italia en 1960 y gradualmente se movieron a roles más serios. A sus 40 años, acordaron posar en la portada de la edición italiana de Playboy. El número fue el más vendido de la versión italiana de Playboy hasta ese momento. Regresaron a Alemania en 1986 y actualmente viven en Múnich. Recibieron numerosos premios de los gobiernos alemanes e italianos por promover la cooperación germano-italiana a través de su trabajo en los negocios.

Las hermanas Kessler (04)

Hoy que los superlativos están agotados (por eso se abusa de los aumentativos) habría que reverdecerlos para hablar de estas hermanas. Como mi abuela y mis tías maternas.

Las hermanas Kessler (05)

 
Y de paso, hagamos extensivos los superlativos a Alejandra Radano y Sandra Guida, que es este número por elevación las evocan.

jueves, 3 de septiembre de 2015

La Lincovsky



Traducimos la frase “larger than life”, con lógica y sentido común, como “extraordinario/a”. Pero a mí, por capricho, me gusta la literalidad de la misma: “más grande que la vida”. Cipe Lincovsky era más grande que la vida. Cuando la conocí en los tempranos setenta ya era La Linconvsky. Así con el “La” que la singularizaba y que le hacía justicia a su aura de grandeza. En teatro la vi por primera vez como la Marta de ¿Quién le teme a Virginia Wolf? de Edward Albee, Juan Carlos Gené era Jorge, su marido y Ana  María Picchio y Adrián Ghio eran la pareja joven, dirigía David Stivel. Y ahí supe de una vez y para siempre que no había personaje teatral sacralizado por el cine que un actor o actriz argentinos no pudieran igualar e incluso superar. Elizabeth Taylor estaba gloriosa en la película de ¿Who’s afraid of Virginia Wolf?, pero Lincovsky no tenía nada que temerle. (Vivien Leigh era la perfecta Blanche del Tranvía llamado Deseo de Tennessee Williams, pero Graciela Duffau podía calzarse sus zapatos con la misma perfección, Gertrude Lawrence podía verter toda la frustración de la Amanda del Zoo de cristal del mencionado Williams, pero Flora Steimberg también y quizás mejor; Geraldine Page era una Alexandra del Lago de Dulce pájaro de juventud, también de Williams, nacida para el papel, aunque Eva Dongé en un escenario parecía igual de predestinada para el mismo).


Volviendo a La Lincovsky, la volví a ver el año siguiente en Casa de muñecas de Ibsen, dirigida por Sergio Renán. Por entonces ya estudiaba precozmente teatro y  la veía tanto por placer como para aprender. Sí, los jóvenes estudiantes de teatro de aquella época peregrinábamos a los teatros en los que actuaban Ernesto Biano, Inda Ledesma, Alfredo Alcón, Ana María Gallo, Osvaldo Terranova, Niní Marshall, Juan Carlos Thorry, Tincho Zavala, Osvaldo Miranda o Jorge Luz con la unción de quien disfruta de la majestuosidad de un talento y con la humildad de quien quiere aprender de tanta magnificencia.


Y sus unipersonales de aquellos tiempos: Yo quiero decir algo y De dónde soy lo que soy, que por suerte perduran editados en disco, contenían para los actores cachorros instrucciones a seguir a pie juntillas de cómo respirar y verter un texto para descubrir o llenarlo de todas las sutilezas posibles.


Después llegó la tristeza, la dictadura la obligó a desandar el camino del exilio. A veces, había treguas en la persecución y en la censura y volvía, por un rato, para deslumbrarnos otra vez. En uno de esos regresos, nos maravilló literalmente con su Filumena Marturano del inmenso Eduardo de Filippo, junto a Alberto de Mendoza. Y en otro, con su Sarah Bernhardt según obra de John Murrell. Y años más tarde, ya en democracia, nos dejaría conmovidos con su Madre Coraje de Bertold Brecht, dirigida por el georgiano Robert Sturua.


El cine registró su talento, pero por desgracia no le regaló un personaje que la volviera icónica como a Ana María Picchio (Breve Cielo, La tregua, Chechechela), Marilina Ross (La Raulito), Graciela Duffau (Momentos, La isla, Sofía), Leonor Manso (Boquitas pintadas, Las sorpresas, La hora de María y el pájaro de oro), Norma Aleandro (La historia oficial, El hijo de la novia), Graciela Borges (Crónica de una señora, La ciénaga) o Esther Goris (Eva Perón). De todos modos, protagonizó dos películas: Una mujer de Juan José Stagnaro (olvidada en las notas necrológicas) en la que la estupenda dirección actoral de Carlos Gandolfo los hizo parecer que estaban en un film de John Cassavetes y La amiga de Jeanine Meerapfel, en la que compartió cartel con Liv Ullman, con quien se llevó muy bien (al contrario de Norma Aleandro que se llevó fatal con la Ullman en Gaby y que le ganó airadas palabras de la rubia noruega nacida en Tokio). Participó también en películas inolvidables como Quebracho, La tregua, Boquitas pintadas (una de mis películas favoritas de todos los tiempos) o Caballos salvajes (sí, esa en la que Alterio grita: La puta que vale la pena estar vivo).


En tiempos de su retiro, me la crucé un par de veces, hace unos años en un recital de Ute Lemper en el Gran Rex, y el año pasado en la última función de la temporada en el Apolo de Karina K en Al final del arco iris. Actriz, al fin, se la veía mayor, pero no diezmada por una enfermedad crónica.


Y sí, como hacía que la vida fuera más grande, ahora que se ha ido, la vida, por lógica, es más pequeña, lo que resulta, claro, peor para todos nosotros. 



(en la foto con Alfredo Alcón en Boquitas pintadas de Leopoldo Torre Nilsson, 1974)