miércoles, 27 de enero de 2016

Fuego



Me gusta la canción que usan para los títulos finales de Una buena receta. (http://cronicas-de-cine.blogspot.com.ar/2016/01/una-buena-receta.html) La busco y descubro que se llama Fire y es de un muy joven cantautor inglés, Barns Courtney Sabrá Dios si hace una carrera o queda en anécdota. Sea su destino pato o gallareta, la canción es hermosa:


Fire

Lonely shadow's following me
Lonely ghost come crawling
Lonely voices talking to me
Now I'm gone, Now I'm gone, Now I'm gone


And my mom told me - "Son let it be"
Sold my soul to the calling
Sold my soul to sweet melody
Now I'm gone, Now I'm gone, Now I'm gone


Now give me that fire
Now give me that fire
Now give me that fire
Burn, burn, burn


Thousand faces staring at me
Thousand times I'v fallen
Thousand voices dead at my feet
Now I'm gone, Now I'm gone, Now I'm gone


And my mom told me - "Son let it be"
Sold my soul to the calling
Sold my soul to sweet melody
Now I'm gone, Now I'm gone, Now I'm gone


Now give me that fire
Now give me that fire
Now give me that fire
Burn, burn, burn


Ghosts and devils come crawling
Crawling my name out
lost in the fire
Sweet virgin blood is calling
Calling my name out
Lost in the fire


Now give me that fire
Now give me that fire
Now give me that fire
Burn, burn, burn


Now give me that fire
Now give me that fire
Now give me that fire
Burn, burn, burn

Fire - Barns Courtney

jueves, 21 de enero de 2016

Filomena



A los que hemos escrito teatro nos han preguntado alguna vez qué obra del repertorio mundial nos hubiera gustado escribir. Hay una mayoría que prefiere Hamlet; otros, muchos también, optan por Esperando a Godot; otros eligen El enemigo del pueblo; algunos El tranvía llamado deseo; más de uno Las brujas de Salem; no pocos Largo viaje del día hacía la noche; los melancólicos La gaviota o El tío Vania; y no crean que se quedan afuera El inspector general, Fuenteovejuna, Yerma, Santa Juana, Las troyanas, Galileo, Tartufo o La importancia de llamarse Ernesto. A mí me hubiera gustado escribir Filumena Marturano.


¿Por qué? Porque es esencialmente popular y nadie en su sano juicio no la tildaría de arte puro. Las obras de teatro son putas. Algunas son amadas. Otras, respetadas. Pero entre las mejores están las que son a la vez amadas y respetadas. De tan putas, claro. (Esta idea de la putez, por desgracia, no es mía. Tito Cossa, entre otros, la han usado).


Tiene uno de los personajes femeninos mejor redondeados. Cualquiera en su situación se sentaría a llorar en un rincón. Se flagelaría o maldeciría su suerte. Ella no, toma el rencor en sus manos y pergeña un plan creativo, recuperará a su hombre, que no será un dechado de virtudes, pero no es malo y es suyo, y de paso construirá una familia. Algo nada fácil en tiempos en que la única familia posible era la reglada por el estado y santificada por la iglesia, con casamiento de blanco, por las virginidades que eso implica y con los correspondientes bautismos ante cada nacimiento.


La obra arranca bien arriba, como le gustaba a Shakespeare (en realidad lo obligaba el público que estaba más para atender sus cosas que una obra). No doy detalles para no arruinarles las sorpresas a los que tienen el placer de no conocerla (envidio siempre a los que todavía no han leído Cien años de soledad, Boquitas Pintadas, que no han visto Mi bella dama o Breaking bad, porque tienen la posibilidad de maravillarse al descubrirlas, a mí me queda solo amarlas, el descubrimiento ya fue hecho). Y cuando el pobre Doménico quiera salir de la trampa en la que ha caído, ella esgrimirá un secreto que lo dejará de una pieza. Encima el secreto implica un enigma, que le desatará una curiosidad insaciable, que ella manejará diamantina, inexorablemente. Se llega entonces a un final que conmociona al más pintado y ratifica una idea que la obra venía piloteando desde un principio: que la vida se preserva mejor a sí misma a través del amor (para perdurar puede usar la violencia y el horror pero por suerte elige también el amor) e introduce otra que uno se lleva de recuerdo a la salida: que las lágrimas no son privativas de la angustia. Algo que uno experimenta  en carne propia en ese momento, porque el que no anda moqueando, las oculta como puede.
Para cine o televisión ya fue filmada 9 veces, una argentina (195), tres italianas (1951, 1964 y 2010), dos alemanas (1960 y 1967), una francesa (1970), una portuguesa (1994) y una yugoslava, de cuando todavía existía Yugoslavia, claro (1996). La variedad de nacionalidades da cuenta de su popularidad mundial. Desde que nació, allá por 1946, se dio en cuanto país tuviera un teatro.


A nosotros, por cercanía, de estas versiones registradas nos interesan las dos primeras y la de 1964. Por esas cosas del destino no solo fue uno de los más grandes éxitos de la carrera de Tita Merello, sino que tuvo el honor de ser la primera de llevarla a la pantalla, allá por 1950. Su Doménico era el gran Guillermo Battaglia; y puesta teatral y película fueron dirigidas por Luis Mottura. Recién al año siguiente, 1951, su autor, el inmenso Eduardo De Filippo la llevo al cine con su hermana Titina De Filippo como Filumena y con él, como Doménico. Y en el año 1964, el genial Vittorio De Sica con el título de Matrimonio all’italiana haría la versión cinematográfica por excelencia (según leí, las demás versiones (vi solo la de Tita y la Titina, aparte de la de De Sica, claro) son registros más o menos fieles de la obra teatral). Por supuesto a la película de De Sica no la hace menos extraordinaria, entrañable e inolvidable que los protagonistas fueran Sophia Loren y Marcello Mastroianni.


Con lo que por aquí amamos el teatro, se hizo pocas veces. Durante años y años tuvo dueña: Tita Merello. En el fondo nadie se le animaba por temor a la comparación. En 1980, gracias al éxito de 1977 de la versión dirigida en Londres por Franco Zeffirelli con Joan Plowright y Colin Blakely en los protagónicos, llegó nuevamente a un teatro porteño con Cipe Lincovsky y Alberto de Mendoza, quien por esas caprichos de la vida fuera uno de los hijos en la versión de Tita Merello. Tita todavía vivía y Osvaldo Pacheco medió sin éxito para que recibiera a Cipe y le contara secretos del personaje y aunque nunca lo reconoció, como el Teatro del Globo le quedaba cerca de dónde vivía, una noche entró y la vio. A la salida le dijo al control que la dejó pasar: “No será la Merello, pero vale”. Cuando se enteró, Cipe sintió como si se hubiera ganado un Óscar. Graciela Dufau la leyó una vez a beneficio de la casa del teatro, pero por lo que fuera nunca la hizo como Dios manda. En el 2006 la hicieron Hugo Arana y Betiana Blum, luego reemplazada por Virginia Lago. Norma Pons que la tenía entre ceja y ceja no pudo al final hacerla y se la legó en una cena a  Moria Casán. Habrá que ver si alguna vez la encara o si la deja en anécdota.


Hoy llega de la mano de Claudia Lapacó y Antonio Grimau. Claudia, grande entre las grandes, tiene ya un currículo que envidiaría hasta la divina Sarah. Iluminó algunos de los personajes más complejos del teatro universal. Me regaló tantas noches inolvidables que no sé por dónde empezar. Entre las que rápido me dicta la memoria, me vienen Los monstruos sagrados de Cocteau, La profesión de la Señora Warren de Bernard Shaw, Viaje de un largo día hacia la noche de O’Neill, Lo que vio el mayordomo de Orton y entre las dirigidas por China Zorrilla, me quedo con La pulga en la oreja de Feydeau y Salven al cómico de Marcelo Ramos. Ah, la amé casi tanto como el personaje de Alfredo Alcón en Filosofía de vida de Juan Villoro, obra por la que su primer exmarido, Rodolfo Bebán, abandonó el ostracismo.


Todo pinta bien en esta versión, elenco, dirección (nada más ni nada menos que Helena Tritek), escenografía y luces de nuestro ganador del Óscar, Eugenio Zanetti. Comprobaremos que tal fue cuando la veamos.  En mi pequeña historia personal, jamás olvidaré que fue la espera de este estreno lo que me ayudó a soportar el primer mes del avasallamiento macrista. Al menos por eso, mis eternas gracias.

miércoles, 13 de enero de 2016

Dice Wikipedia


Life on Mars?

Life on Mars? es una canción del artista británico David Bowie publicada en diciembre de 1971 en el álbum Hunky Dory. La canción, que posteriormente sería definida por BBC Radio 2 como "un cruce entre un musical de Broadway y un cuadro de Salvador Dalí", contó con participación del pianista Rick Wakeman. Después de ser lanzada como single en 1973, alcanzó el 3º puesto en la lista de éxitos del Reino Unido en la cual se mantuvo durante 13 semanas. La canción volvió a entrar en el ranking 30 años después al ser utilizada en la serie de televisión Life on Mars.

Neil McCormick, crítico musical del Telegraph, la situó como la primera de las 100 mejores canciones de todos los tiempos.También comento sobre la canción:

Un glorioso y extraño himno, donde la combinación de agitación, melodía, anhelo de vida e imágenes poéticas logra un efecto muy particular al arte de la canción: ser a la vez completamente impenetrable y sin embargo resonante con significado personal. Quieres levantar la voz y cantar, pero las frases abstractas de la letra de Bowie te obligan a completar la canción con algo de ti mismo sólo para dar sentido a la experiencia musical. Y, como todas las grandes canciones, tiene una melodía preciosa.

Origenes

En 1968 Bowie escribió la letra "Even a Fool Learns to Love", con la música de una canción francesa de 1967 " Comme d'habitude ", compuesta por Claude François y Jacques Revaux . La versión de Bowie nunca fue publicada, pero Paul Anka compró los derechos de la versión original en francés, y lo volvió a escribir en " My Way " ("A mi manera"), popularizada por Frank Sinatra en una grabación de 1969 en su álbum del mismo nombre . El éxito de la versión Anka llevó a Bowie a escribir "Life on Mars?" como una parodia de la grabación de Sinatra.

La canción

La letra

Life on Mars?

It's a God-awful small affair
To the girl with the mousy hair
But her mummy is yelling no
And her daddy has told her to go

But her friend is nowhere to be seen
Now she walks through her sunken dream
To the seat with the clearest view
And she's hooked to the silver screen

But the film is a saddening bore
For she's lived it ten times or more
She could spit in the eyes of fools
As they ask her to focus on

Sailors fighting in the dance hall
Oh man look at those cavemen go
It's the freakiest show
Take a look at the lawman
Beating up the wrong guy
Oh man wonder if he'll ever know
He's in the best selling show
Is there life on Mars?

It's on America's tortured brow
That Mickey Mouse has grown up a cow
Now the workers have struck for fame
'Cause Lennon's on sale again
See the mice in their million hordes
From Ibiza to the Norfolk Broads
Rule Britannia is out of bounds
To my mother, my dog, and clowns
But the film is a saddening bore
'Cause I wrote it ten times or more
It's about to be writ again
As I ask you to focus on

Sailors fighting in the dance hall
Oh man look at those cavemen go
It's the freakiest show
Take a look at the lawman
Beating up the wrong guy
Oh man wonder if he'll ever know
He's in the best selling show
Is there life on Mars?


David Bowie

jueves, 7 de enero de 2016

La tristeza no tiene fin



Los dos estrenos de esta semana (El precio de un hombre, La gran apuesta) revelan los flagelos de esa peste mundial conocida como NEOLIBERALISMO (sí, debería ir así con mayúsculas como si se tratara de AIDS y esas cosas). Vi El precio de un hombre a poco de su presentación en Cannes el año pasado, por mayo o junio, o sea lejos de la elección general o del ballotage. Sí, fue como ver una película sobre el desamor cuando uno está enamorado y correspondido. La vi con esa lejana angustia de algo que pasó y que forma parte de pesadillas apenas recordadas. Sí, sí, fue horrible, pero ya está, ya fue, ya pasó. Tampoco había peligro de que volvieran, las pesadillas, digo, las encuestas daban ganador a quien las mantenía a raya, ¡andá a creerles a las encuestas! Hoy, vuelvo a ver El precio de un hombre, ya no como un retrato de horrores olvidados sino como un recordatorio de lo que vendrá… pasado mañana.


En la Crónica que hago sobre La gran apuesta en el blog de al lado, cometo una injusticia que procuro corregir aquí. (http://cronicas-de-cine.blogspot.com.ar/2016/01/la-gran-apuesta.html) Digo que los yanquis no aprenden, que todo vuelve a empezar como si nada hubiera pasado. Bueno, no es privativo de los yanquis. Tampoco nosotros aprendimos nada, no puede ser que una gran parte del electorado, a pesar de nuestras insistentes advertencias, haya votado el regreso al ¡¡¡NEOLIBERALISMO!!! Nos hundieron en el infierno, no hace mucho, apenas 12 años atrás, y ¡¡¡ya lo olvidamos!!! Y no es que intentaran confundirnos, volvieron con la misma gente, ¡¡¡los mismos nombres!!! responsables del hundimiento anterior. ¿Cómo?


Fácil. Hay en gran parte de la población un antipopulismo de base, que se lleva en los genes, en los tuétanos, en los dobladillos de los pantalones, en los pliegues del vestido, un antiperonismo prejuicioso que se nutre de las peores visiones de una clase media que se cree tanto a salvo de la necesidad como del mal gusto, que cree que aislándose, no reconociéndose como clase, no solidarizándose se pondrá a salvo de todo. Cree que no le debe nada a nadie, ni a vecinos, ni a gobiernos, ni a humores sociales. Y se cree que está más cerca de los de arriba, adonde aspira arribar, que los de los de abajo, que es de dónde viene, y no hace mucho. Gente que vive de un salario y se comporta como si tuviera una cuenta en Suiza. Gente que reacciona más por las ganas de ser, que por lo que verdaderamente es.





Y a esas ganas apuntan los grandes medios, a incentivarle esa pertenencia que nunca tendrán, a incrementarles la ofuscación, el escándalo. La emoción, bah. Y esa emoción los vuelve inabordables, irreductibles, irracionales. Y los más politizados caímos y caemos en el error de querer razonar con ellos, de querer explicarles. ¡No!, si hablamos dos idiomas distintos, ellos no hablan de política, ellos expresan su ofuscación, su crispación, su insatisfacción. No se puede razonar con alguien que grita, que no quiere oír razones, que solo quiere que lo calmen con el alejamiento de lo que provoca su disgusto, la yegua, el modelo, el dólar, las cadenas nacionales, el índice de precios, todas esas cosas, que se vayan, que desaparezcan, ya, ya, ya. Realidades a lo sumo, muy a lo sumo, cuaternarias, que el monopolio mediático les ha hecho creer que es primaria, esencial para su vida. Porque desde siempre a estas personas les gusta prender la radio y la televisión y que les digan qué creer, qué pensar, qué decir. Les gusta pertenecer a ese sector “ideal”, que no es “negro”, ni “choripanero”, y, ojo, no vayan a decirles que son prejuiciosos, porque te salen con que adoran a Denzel Washington y bien que en los asados se comen un choripan…


Y en el camino, con su voto, aunque es más un empate técnico que otra cosa, porque no ganaron por afano, aunque gobiernen como si lo hubieran hecho, retomo, repito, subrayo, con su voto, les guste o no les guste, nos cagaron a todos. En una nota a propósito de la obra que protagoniza en Mar del Plata y de la marcha de la temporada veraniega, el Puma Goity dice: “Hay una mitad del país que está triste y otra mitad que está expectante. Feliz no está nadie.” Y lo cito, claro, porque coincido. Nadie está feliz. Y los expectantes, o sea los que los votaron, ¿están expectantes de qué? ¿De hasta dónde van a llegar a cagarnos? ¿Dónde termina el atropello? ¿Hasta dónde van a favorecer a los suyos, que no son, por supuesto, los que los votaron, los que los llevaron al poder?


Y así llegamos a la suprema ironía, les decís que se equivocaron, que con su voto nos CAGARON a todos, y encima… los tenés que contener. Porque si no se encaprichan, como se manejan con la emoción y no con el raciocinio, endurecen la postura, como los chicos persisten en el error. Te dicen: “Lo que me decís, me ratifica más en mi postura”. Y vos contás hasta mil y pensás, no se trata de que todo, todo, todo, lo hagas pasar por tu ego. No se trata de quién se siente superior, no me importa en lo más mínimo, porque esto es política, algo objetivo, mensurable, que te beneficia o te perjudica directamente. Es sencillo, los anteriores nos beneficiaban, nos daban mayor poder adquisitivo, así comprábamos y calentábamos la economía, nos incentivaban a que nos fuéramos de fines de semana largos y gastáramos, así beneficiábamos a los de tal o cuál lugar, en tal o cuál provincia, aumentábamos nuestra calidad de vida durmiendo con aire acondicionado, yendo al teatro, cenando afuera, y esas cosas. Estos, los de ahora, nos perjudican, quieren que toda esa calidad de vida sea patrimonio exclusivo de unos pocos, los que son como ellos, que los demás volvamos a vivir mal, como siempre, de acuerdo al lugar que ellos nos otorgaron desde el principio de los tiempos. La eterna ley del gallinero, con ellos arriba, claro.





Te juro que no me importa tener razón, ni sentirme superior, porque no es eso lo que busco, ni la política es campo para hallar eso. La política es como la matemáticas, donde no hay razón ni superioridades, hay datos, números, estados, menos dos es menos dos, y cuatro es cuatro. No digamos que te equivocaste, solo que votaste a alguien que nos está perjudicando a todos, bueno, a la inmensa mayoría, para ser precisos, porque a los que siempre fueron dueños del país, a esos les están haciendo bien. Retomo, votaste a alguien que perjudica a la mayoría, a vos incluido/a. Por favor, date cuenta rápido, cuando más rápido te des cuenta, menos daño va a hacer y más pronto se va a ir, y ojo, no soy golpista por desear que se vaya, ¿o acaso querés proteger al que te golpea, te maltrata, te avasalla?


Un par de meses atrás El precio de un hombre y La gran apuesta hubieran sido casi piezas de museo. Hoy tienen una vigencia que asusta. No solo la tristeza no tiene fin…


(Si bien dejé para que llenes los puntos suspensivos con lo que se te ocurra, te cuento que lleno los míos con optimismo: La esperanza también es infinita. Aunque más no sea porque no me queda otra, apuesto a que antes de que el agua nos llegue al cuello, los que votaron a estos impresentables reaccionen y nos ayuden a sacárnoslos de encima. Después de todo… ¿a quién le gusta ahogarse en una cloaca?)



Las fotos corresponden a Umberto D (1952), paradigma de los desprotegidos si los hay. Vittorio de Sica contó la historia de su abuelo con la esperanza de que no se repitiera. 60 años después el problema no se solucionó sino que recrudece cada vez que gana la derecha. Si tan solo se acordaran de los Umbertos D a la hora de votar…