sábado, 29 de octubre de 2011

Dolly 1



En el fondo, Hello, Dolly! (1969) fue un error en las carreras de Barbra Streisand y Gene Kelly. No uno del que tuvieran que arrepentirse, pero sí uno sobre el que tuvieran que decir: Hice lo mejor que pude según las circunstancias. La Streisand, de 27 años por entonces, tenía más ganas de exhibir su sensualidad que de interpretar a una matrona cincuentona. Motivo por el que le surgieron inseguridades y ansiedades varias. Más de una vez despertó a Gene Kelly en medio de la noche para que le disipara dudas y le fortaleciera la menguante autoestima. Como toda estrella insegura se refugió en divismos que, entre otras cosas, le granjearon le enemistad de Walter Matthau, que le prodigó una invencible antipatía durante todo el rodaje. Se negó a besarla en la escena final. El beso que se ve es un truco de perspectiva, están en realidad a más de un metro de distancia. Mucho se habló de los desplantes de la Streisand, algunos alcanzaron proporciones míticas, pero el único certificado lo contó Fritz Feld, que en el film interpreta al asistente del maître. Un día mientras se dirigía al plató, vestido para la escena, se paró delante de un espejo que estaba junto al camarín de la Streisand, que, como correspondía a una estrella, era el más cercano al set. Salió la mucama de la Streisand que a grito pelado le dijo: Apártese inmediatamente, en este espejo sólo se puede mirar la Srta. Streisand. Se oyó desde dentro la voz de Barbra que preguntó: ¿Quién es el atrevido, Doris? El Sr. Fritz, contestó la aludida. Por supuesto que Fritz, concedió la Streisand, puede mirarse en nuestro espejo, lo queremos. No hablaba en tercera persona como Maradona, sino que, como los reyes, usaba el plural de modestia. Streisand no está mal como Dolly, pero tampoco particularmente bien. No le saca todo el jugo posible al rol, que es un auténtico vehículo de lucimiento para damas de la escena un poco mayorcitas.

Gene Kelly era a priori el indicado para dirigir este material, pero la 20th Century Fox, desesperada por salir de los aprietos económicos en que estaba hundida procurando repetir el éxito descomunal de La novicia rebelde, sobredimensionó tanto la producción que lo que debió ser una gacela en la sabana, fue un elefante en un desfile. Kelly no pudo darle ni el trote cansado de un jamelgo viejo a una película que a cada segundo debía mostrar sus magnificencias. De todos modos, si bien no pudo huir de la teatralidad flagrante, el resultado es agradable. El guión tiene buenos diálogos, el enredo es atractivo, las coreografías abusan de las acrobacias aunque exudan creatividad, y las canciones son alegres y pegadizas. Se tiende a desvalorar a Jerry Herrman, el compositor. Sin embargo, como dijo un músico talentoso, todo un maestro, él: Es más difícil redondear una melodía verificable que ponerse a jugar con armonías.

No fue un gran éxito, pero tampoco un fracaso. Salió quinta en la lista de las películas que más recaudaron ese año. No le alcanzó a la Fox para salir de problemas. Cuatro años más tarde, los rescataría de la bancarrota la reposición de La novicia rebelde, que demostraba ser un caballo de batalla, fiel, seguro e infatigable.

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