jueves, 10 de diciembre de 2015

Algo que me hubiera haber escrito



Carta pública al nuevo Presidente
Por Mempo Giardinelli

Sr. Mauricio Macri: Usted será desde ahora, y por los próximos cuatro años, también mi Presidente. No me alegra, pero respeto incondicionalmente el voto de la mitad mayoritaria de los argentinos. Por eso, y más allá de pensar que fue un voto equivocado, quiero decirle con el mayor respeto, como merece su investidura, lo siguiente:

1 Ante todo, que fue lamentable el sainete que usted y los suyos montaron para asumir. Festín de los mentimedios que lo sostuvieron y que son los verdaderos triunfadores del pasado 22N, fue una innecesaria muestra de rencor y autoritarismo. Pésimo comienzo.

2 De todos modos, y de cara al futuro, deberá recordar usted que la inmensa mayoría de los argentinos queremos –los que no lo votaron y muchísimos que sí– una economía nacional sometida al poder político y al servicio de los intereses populares, y no al revés.

3 Por eso no queremos que se ceda y se pague a fondos buitre a los que usted ya mandó a buscar 48 horas antes de asumir. Y no lo queremos no sólo por razones ideológicas o técnicas, sino también porque cada vez que nos endeudan sus economistas (muchos otrora servidores de la dictadura y el menemismo), lo hacen porque reciben comisiones fenomenales de los bancos, los buitres y los organismos multinacionales.

4 Queremos una reforma judicial que termine de una vez con esa corporación o “familia” cuasi mafiosa, que es arcaica, prebendaria, partidizada y corrupta. Y queremos una Corte Suprema que deje de ser funcional a sus mandantes mediáticos y a su partido, y que retome el espíritu de la Corte de 2004.

5 Queremos que Aerolíneas Argentinas e YPF sigan en manos del Estado. Que se mantengan y actualicen las AUH y se respeten y mejoren las condiciones de millones de jubilados. Que nunca más vuelvan las AFJP como se sabe que amigos suyos están planeando. Que continúe la restauración y mejoramiento de los ferrocarriles, a cargo y en manos del Estado. Que se sostenga y fortalezca el Plan Procrear para que más familias accedan a viviendas propias y dignas. Y que el fútbol siga siendo para todos y no lo reconviertan en negocio de dirigentes y empresarios.

6 Queremos que se defiendan las Universidades Públicas, se mantenga la gratuidad y en 2018 se celebre el Centenario de la Reforma Universitaria, que ha sido y es ejemplo en el mundo. Queremos que se sigan repatriando científicos y se coloquen más satélites Arsat en el espacio; que continúen las políticas educativas y culturales inclusivas, y que el mejoramiento de la calidad educativa no sea un negocio. No queremos economistas puestos a educadores.

7 Queremos que se apoye por todos los medios a la Industria Nacional, que da trabajo y genera divisas, y no que se reabran las importaciones basura que ya nos infectaron en los 90.

8 Queremos que continúen las políticas de Derechos Humanos, y bueno sería que usted se retracte públicamente de haber dicho que son “un curro”. Y que prosigan los juicios a los militares responsables de la dictadura, y se procese también a empresarios y civiles cómplices.

9 Queremos que continúen las vacunaciones gratuitas y que se mejore la salud pública en todo el país, en cantidad y en calidad. Que se siga con la fertilización asistida, el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, a todo lo cual usted y su partido se opusieron y votaron en contra.

10 Queremos que su gobierno persista en la recuperación de las islas Malvinas por vías pacíficas, como bien hizo el gobierno saliente.

Y queremos muchas cosas más, Sr.Presidente, y entre ellas garantizarle algo importante: que no llamaremos “yegua” a su vicepresidenta ni a la gobernadora bonaerense, así como no los amenazaremos con la horca aunque roben, ni ofenderemos a sus familiares, vivos o muertos.

Y por supuesto también queremos que cesen los beneficios judiciales que le está brindando a usted ese fiscal rápido para los mandados que lo ayudó en la causa en que está usted procesado y además recortó en 12 horas el mandato de la Presidenta, perfeccionando así una última ofensa gratuita con una medida que es, además, absolutamente contraria a la Constitución aunque la apruebe una veterana jueza siempre oportuna.

En abril de 2010 escribí en este diario una nota rechazando la Medalla del Bicentenario que otorgara su gobierno municipal a la Fundación que presido en el Chaco. Lo hice para no tener que darle mi mano, que estaba y sigue limpia, y porque yo tenía, como tengo, una muy mala opinión respecto de sus cualidades personales, de gestión y sobre todo éticas. Ahora sigo pensando que es usted una persona por lo menos insincera que obviamente no es el presidente que la mitad apenas minoritaria de los argentinos quería. Pero así es la democracia y por eso no puedo sino desearle todo lo mejor por el bien de mi país. Que no es estrictamente el suyo.

Finalmente, corresponde recordarle que somos muchos, muchísimos los argentinos que esperamos que su paso por la primera magistratura de esta república dure sólo cuatro años y no sea especialmente dañosa. Confiamos en ello porque muy estrecha fue su mayoría y porque el pueblo argentino siempre vuelve. Y nosotros volveremos, no lo dude.

Reciba mi más respetuoso saludo.

publicado en Página 12, el 10 de diciembre de 2015

viernes, 27 de noviembre de 2015

La nueva ictericia



Contra la fiebre amarilla titula hoy Juan Forn su columna semanal de Página 12 y al menos los habitantes más o menos progresistas de este país entendemos la ironía con dolor y de inmediato. El domingo pasado marcó el regreso al gobierno de la derecha más rancia, con su neoliberalismo rampante y su neoconservadurismo flagrante. Se trata de una alianza comandada por el partido PRO cuyo color distintivo es el amarillo. Yo estuve alejado temporariamente de este blog y su hermano sobre el cine para militar activamente y procurar evitar que lo que pasó pasara, el triunfo de la derecha en las urnas. Uso dos veces la palabra Derecha en el mismo párrafo a propósito, ya que aquí por más que sus partidarios lo son no se asumen como tales y prefieren escudarse en el eufemismo de “centro-derecha”. El resultado fue ajustado, ganaron por un par de puntos. En los días previos se rumoreó que la diferencia sería aplastante. Como no pasó, esto que nos alienta a no perder la esperanza. Solo nos queda resistir, dar batalla para no perder lo ganado. Y volvemos a hacer nuestra la frase de San Martín: Para los hombres de coraje se han hecho las empresas. En fin, ánimo y coraje, no nos queda otra.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Universidades



Por E. Raúl Zaffaroni

Nunca fue tan claro como en este siglo XXI que saber es poder, algo que las elites siempre supieron. En la Argentina nunca tuvimos aristocracia y hoy ni siquiera tenemos oligarquía, sino sólo una aspiración elitista de alguna riqueza concentrada que sintetiza su pensamiento bajo el lema de no avivar giles.


La polarización del siglo XX está sepultada en el pasado y lo que se discute hoy en el mundo es inclusión o exclusión o, en otras palabras, progreso o regresión en la realización de los derechos humanos. Por obvia que sea la fórmula todo ser humano es persona, lo que se discute mundialmente es si avanzamos o retrocedemos en su realización.


Como en nuestro país y en los últimos doce años se están avivando demasiados giles, es verdad que eso es peligroso para el proyecto transnacional de sociedad excluyente.


Cuantos más habitantes sepan y aprendan algo, más instrumentos tendrán para obtener sus derechos, cuando ya no hay zares ni palacios de invierno para tomar, porque el único palacio de invierno de nuestro tiempo es el saber.


Las distancias entre las naciones como entre las capas sociales internas, no las determina sólo la riqueza, sino que se marcan con discriminación en el saber, en la tecnología y en el know how.


Para nuestros propulsores locales del modelo de sociedad excluyente (30 por ciento incluidos, 70 por ciento excluidos), las universidades del conurbano bonaerense y las creadas en las provincias, son peligrosas fuentes de conciencia ciudadana y de reparto del know how.


Al modelo de sociedad excluyente se le impone contener la expansión del saber, para frenar la reproducción de potenciales propulsores de la inclusión social.


Es comprensible que desde el modelo excluyente se quejen de la existencia de demasiadas universidades públicas y gratuitas y las consideren un gasto inútil, aunque si fuesen más sinceros, tendrían que considerarlas un gasto perjudicial, porque son eso para su proyecto de exclusión.


Los argentinos disfrazados de aristócratas siempre resistieron la ampliación del acceso a la universidad, que desde la Reforma Universitaria de 1918 hasta el presente avanza enfrentando sus aspiraciones elitistas.


Es natural que se pongan muy nerviosos al constatar que el 90 por ciento del estudiantado del conurbano es una primera generación de universitarios, que gran parte proviene de hogares humildes, que recorren calles de tierra, que trabajan.


Siempre les molestó la gratuidad de la enseñanza universitaria. Cabe recordar la fugaz gestión de López Murphy en 2001, aunque hoy ese discurso se oculte por poco táctico.


Pero el acceso a la universidad no se garantiza sólo con que la universidad no cobre aranceles, porque es igualmente inaccesible si el estudiante debe pagar transporte, libros y materiales, viajar dos, tres o más horas y también trabajar. Menos aún es accesible para quien en alguna provincia, directamente deba mudarse a otra ciudad.


El no pago de aranceles es necesario para el acceso a la universidad, pero en modo alguno suficiente. Las universidades del conurbano y las nuevas nacionales en provincias, están llevando la enseñanza universitaria hasta donde nunca había llegado: el barrio, la propia ciudad, el municipio.


¡Demasiadas facilidades! ¡Lo gratuito no se valora! ¡Sólo se valora lo que se obtiene con sacrificio! No lo dicen en voz alta nuestros aspirantes a elitistas, pero lo piensan y susurran en la intimidad confidencial favorecida por algunos rubios champanes.


Herbert Spencer, el ideólogo racista del liberalismo económico del imperialismo británico del siglo XIX, decía lo mismo: la enseñanza no debe ser gratuita, porque no se valora y aprenden a leer libros socialistas. Su discurso fue acogido en su tiempo por todas las oligarquías de nuestra región.


¿Sacrificio? Estudiar requiere un esfuerzo que debe exigirse, pero el sacrificio jamás puede exigirse. Los que se sacrifican son meritorios, se los considera héroes y hasta se los eleva a los altares, pero ninguna sociedad puede exigir sacrificios, y menos para capacitarse. ¿O es que los pobres deben ser héroes para aprender y los ricos no?


Lo que alarma a nuestros procónsules del modelo transnacional de sociedad excluyente es, justamente, que estudiar vaya dejando de ser un sacrificio para los sectores subordinados, y tengan el mismo acceso a la formación universitaria que los segmentos acomodados. Con las nuevas universidades sólo se tiende a exigir paridad de esfuerzo, y por eso tienen miedo, no sea que los otros se esfuercen más.


Si nuestras aspirantes a elitistas realmente quisiesen el desarrollo y la afluencia de capital productivo, si en serio pensasen en la industrialización, no considerarían inútil el gasto en universidades, porque el capital productivo requiere elemento humano técnico, bien preparado. Las universidades son una inversión para el desarrollo industrial, pero ellos prefieren abrir la importación.


Aducen nuestros vernáculos imitadores de elites lejanas que hay un despilfarro, porque hay deserción universitaria. Mienten mucho al respecto, pero además, si la hubiera, tampoco sería un gasto inútil. Quienes deserten, de alguna manera llegaron a la universidad y, aunque no egresen como profesionales, serán mañana trabajadores, o también dirigentes, sindicalistas, políticos o empresarios. ¿Será acaso un gasto inútil que hayan pasado por alguna universidad? ¿No será útil que en la actividad que emprendan sepan algo más?


Otra cosa que les preocupa es el nivel, aunque nunca hayan manifestado la misma preocupación por el de las universidades privadas.


Pero al margen de eso surgen otras dudas. ¿Acaso no saben que no hay país en el mundo, por poderoso que sea, que no tenga más que un escasísimo número de excelencias creativas en cada rama del saber, y que los otros docentes universitarios son repetidores más o menos informados? ¿No saben que las pocas cúspides científicas que cada país tiene se reparten y las universidades se especializan?


¿No será que en vez de discutir una cuestión de nivel académico, están discutiendo un modelo de universidad? Si lo que pretenden es una universidad de altísimo nivel, que concentre las excelencias, para que en ella se forme el think tank de una minoría hegemónica, tienen razón, porque ese no es el modelo de universidad pública y gratuita que requiere una democracia.


Por otra parte, parece que también ignoran que buena parte de los científicos y pensadores del mundo que revolucionaron su saber, trabajaron en universidades pequeñas y provincianas, mientras no pocas veces los catedráticos de las grandes universidades les ofrecieron resistencia, en defensa retrógrada del saber oficializado.


Pero además de todo lo dicho, es menester advertir que no estamos solos en este mundo polarizado entre modelos de sociedad incluyente y excluyente y, por ende, los modelos de universidad deben enmarcarse en esa contraposición.


En la carrera de derecho, por ejemplo, la reducción de los estudios del primer ciclo universitario a cuatro años, acordada en el famoso Plan Bolonia europeo, elimina todas las asignaturas que hacen a la formación histórica, sociológica, filosófica y cultural, para producir solamente abogados tramitadores.


Si bien los dos ciclos siguientes habrán de producir a los juristas, éstos serán los menos y, al fin, su trabajo consistirá en reproducir tramitadores. Centrados en esta tarea, es lógico pensar que sus elaboraciones serán cada vez más pobres y mucho menos críticas, limitadas a visiones parciales, tecnocráticas y funcionales a las corporaciones oligopólicas que se disputarán los servicios de los mejores tramitadores. Por ende, la subestimación de nuestras universidades públicas y gratuitas no es una creación intelectual de nuestros aspirantes a elitistas, cuya inventiva sólo les alcanza para copiar discursos ajenos, sino ecos de peligrosas tendencias transnacionales.


La Argentina debe optar en pocas semanas entre dos proyectos: progresión o regresión, inclusión o exclusión social. ¿Preferimos la aspiración elitista fomentada por nuestros medios monopólicos entramados con el capital financiero transnacional, o aspiramos a una sociedad con base total de ciudadanía real?


La crítica a la ampliación de la universidad pública y gratuita proviene de la aspiración excluyente.


Estemos atentos a los cambios: si muchas veces la consigna fue la defensa de la universidad pública y gratuita, en esta opción no basta con eso, sino que se trata de defender también la igualdad real en el derecho de acceso al saber, como reafirmación de la democracia. La universidad de una sociedad incluyente debe ser pública, realmente gratuita y, por ende, democrática. Seamos conscientes de que en nuestro tiempo la revolución se hace mediante la toma del saber.

Página 12 – Jueves 5 de noviembre de 2015

jueves, 29 de octubre de 2015

No me quiero enterar...


No sé si soy una buena persona, tengo mis dudas. De lo que no dudo es que desde siempre, por todo lugar por el que ando, procuro hacerle las cosas fáciles a mis contemporáneos. Y mis contemporáneos ¿cómo me devuelven casi 60 años de buenos servicios? Poniéndome en manos de María Eugenia Vidal. Dios se apiade de mí. Mis campos de acción son la educación y la cultura, dos territorios particularmente frágiles y vulnerables ante la gestión PRO. Y que quede claro que no hablo desde el prejuicio sino desde la comprobación directa de sus políticas en la CABA. Contemporáneos míos que con su voto me sumieron en la más absoluta desprotección, dejen de comprarlos por lo que dicen que son y, por favor, comiencen a verlos por lo que son.


En cuanto a mí, no me queda más remedio que entregarme a conductas maníacas hasta que se produzca el desembarco y comience el infierno. De allí que la canción de esta semana sea una de Jerry Herman (Hello, Dolly, Mame, La cage aux folles) autor que se solaza siempre en retratar comportamientos un tanto maníacos. En Dear World, que se basa en La loca de Chaillot de Jean Giraurdoux, Aurelia (Angela Lansbury), la protagonista, se niega a enfrentar el horror que domina el mundo y canta No me quiero enterar. Yo, aunque no quiera, me voy a terminar enterando, pero mientras tanto como recreo del espanto que se avecina, canto No quiero enterar… No me quiero enterar… No me quiero enterar


I DON'T WANT TO KNOW
NO ME QUIERO  ENTERAR

If music is no longer lovely,
Si la música ya no es hermosa
If laughter is no longer lilting,
Si la risa ya no es cantarina
If lovers are no longer loving,
Si los amantes ya no son afectuosos
Then I don't want to know.
No me quiero enterar

If summer is no longer carefree,
Si el verano ya no es despreocupado
If children are no longer singing,
Si los chicos ya no cantan
If people are no longer happy,
Si la gente ya no es feliz
Then I don't want to know.
No me quiero enterar

Let me hide ev'ry truth from my eyes with the back of my hand,
Dejen que mis manos me tapen los ojos de las verdades
Let me live in a world full of lies with my head in the sand.
Déjenme vivir en un mundo de mentiras con la cabeza en la arena
For my memories all are exciting.
Porque todos mis recuerdos son emocionantes
My memories all are enchanted,
Todos mis recuerdos son encantadores
My memories burn in my head with a steady glow;
Mis recuerdos se reavivan en un rescoldo constante
So if, my friends, if love is dead,
Así que, mis amigos, si el amor murió
I don't want to know.
No me quiero enterar.