jueves, 6 de octubre de 2011

El Tito


Esta foto me da mucha emoción, porque está distendido, receptivo, entregado a un momento muy creativo de todo actor: repasar la letra o revisar las notas que tomó sobre la escena que hará, todavía el cuerpo no se pone, pero sí la cabeza, uno analiza, visualiza cómo será todo, imagina, propone, repite con la boca o en la mente las palabras que, con un poco de suerte o una milagrosa alquimia, pueden volverse inolvidables para alguien; se lo ve también liberado de coqueterías y vanidades, se encorva, saca panza, parece cumplir con la frase hecha de que uno es uno cuando nadie te ve; admitámoslo, se lo ve mayor, ya no es el toro salvaje, el taxi driver, el saxofonista de nueva york, nueva york, no, es como el abuelo de todos ellos, eso sí, se lo verá patriarcal, pero entregado ni ahí, todavía puede seducir mujeres y dar pelea a hombres más jóvenes; y yo lo miro y me enternezco más por mí, porque con un poco de suerte pasado mañana estaré así de mayor, de viejo, bah, y ojalá esté así de no entregado, de ya no tengo nada que aprender, que probar, y de repente lo quiero, como no lo quise antes, cuando los dos éramos más jóvenes y salía del cine y decía qué hijo de puta, cómo puede, cómo carajo lo hace; porque maduré, crecí, me hice viejo, mirándome en este hombre. Y como no quiero emocionarme más e inundar el teclado, le miro los pies y sonrío, porque me encantan los zapatos y porque yo también pongo los pies así.

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