martes, 18 de marzo de 2014

Ni en mis sueños más salvajes



Ni en mis sueños más salvajes se me hubiera ocurrido que una huelga docente iba a durar tanto tiempo. Las paritarias son casi un trámite que se resuelve según un guión prácticamente hollywoodense de tan previsible. Tiran un monto, insuficiente, vamos a un paro de dos o tres días, se pide 20, te terminan dando 11, se acata y se sigue adelante. Después de las vacaciones de julio, el 11 que te dieron ya es un chiste y hacemos uno o dos paros más para que te actualicen a un 13, que te dan a regañadientes, se acepta como un crédulo triunfo y después a esperar con paciencia el año siguiente. No tengo mucha fe de que algún día nos paguen lo que merecemos, ganamos pocos desde los tiempos de las maestras de Sarmiento y tenemos la autoestima cascoteada. Pero aunque ganara la propuesta de la izquierda que se lee en algunas tapias: que nos paguen lo mismo que un diputado, si nuestras condiciones de trabajo no cambian, igual seguiríamos ganando poco. Claro, eso jamás se discute, queda tapado por los cuatro mangos que pedimos no para vivir bien sino para respirar un poco de dignidad. Yo siempre hago paro, no sólo para merecer con la frente limpia el aumento siempre bienvenido cuando llega, sino, la verdad sea dicha, también y sobre todo, por la mejora temporaria de la calidad de vida. Ya estoy grandecito, por no decir tirando a viejo, yugo desde los 15 años, y un día sin trabajar es una fiesta que se disfruta y se agradece. Y ésta, inesperada de tan larga, me regocija, tonto no soy, pero ya va creando culpa, culpa de clase media y de catecismo calado en los huesos de tan bien digerido, pobre de mí, Dios me perdone, el catecismo, no el disfrute del paro. Cruzo los dedos para que alguien se pregunte el por qué de tanta adhesión, que no es por los cuatro mangos, que esos, ahora más tarde que temprano, nos lo van a dar, sino por lo otro, por la magra política educativa, que nos confina a un aula sin esperanza, que se sufre mucho de tanto que duele, sí, gracias por los libros y las netbooks, que buena falta hacían, pero la sed no se va con un vaso de agua, sino con la certeza de que si abrimos la canilla sale más, y es más pura y más fresca. Eso sí, si alguna vez van a discutir una política educativa mejor, llámennos a nosotros, los que estamos contra el pizarrón desde que nos recibimos, no a esos asesores que contratan siempre y que hace 30 años vieron un alumno por última vez, en foto, cuando se reconocieron a sí mismos entre la multitud de compañeros que egresaban, que los asesores con sus mágicas respuestas impracticables son los que más nos han sumido en el desastre en el que chapoteamos día tras día, y que tan confundidos nos tienen que ya ni sabemos que una escuela era una institución en la que se aprendía algo.
 

Ilustración: un cuadro de Pawel Kuczynski

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