jueves, 13 de marzo de 2014

En la noche del pasado (Primera parte)







Me levanto a pesar del protestón fastidio de Perrito y mientras se hace el café, me fijo si tengo Random Harvest. Sí, la tengo. Decido reverla después de la jornada de perfeccionamiento docente, si no tengo una traducción urgente, claro. Paseo a Perrito, tomo café y me voy a la jornada. Puntos suspensivos. Muchos puntos suspensivos. Vuelvo y gracias a Dios no hay traducción ni urgente ni de las otras. Me hago un sándwich, me preparo un mate y le agrego una cucharita de café para hacerlo más power, me estoy poniendo viejo y dormito en cuanto me descuido. Perrito se acomoda y largo En la noche del pasado. 




Ruge o bosteza el león porque es de la Metro, resuena una música grandilocuente dando a entender que veremos una película “importante” y una voz en off nos informa que este largo y umbroso callejón conduce al manicomio de Melbridge donde se reponen las víctimas de la guerra. En un consultorio, el Psiquiatra (así con mayúsculas porque será un personaje relevante) le informa a una pareja de viejitos que el hombre sin memoria puede o no ser su hijo perdido. Después el Psiquiatra entra a un pabellón de tornillos flojos y va hacia Ronald Colman y le dice que tal vez haya encontrado a su familia, pero que por las dudas no se haga ilusiones. El encuentro se produce y no, no es hijo de los viejitos. Ronald decae porque ya está medio harto del manicomio y quiere irse de allí. A la tardecita Ronald se va a  pasear por el jardín, hace frío, está húmedo y la niebla es densa, muy densa. Se produce una explosión y los guardias de la garita que vigila el portón del manicomio salen corriendo felices, es que acaba de declararse el fin de la guerra. Ronald aprovecha que no hay nadie y se va. 



En el pueblo todos cantan “Pack up your troubles, etc”. La multitud acosa a Ronald y lo felicita porque viste de uniforme. Ronald se refugia en una tabaquería, aparece la dueña y le pregunta qué quiere. Ronald que tiene una ligera dificultad para hablar de corrido tarda en contestar, entonces la dueña se da cuenta de que ha huido del manicomio. Lo deja para que vea y elija tranquilo qué quiere. Una mujer que hasta entonces no habíamos visto, la mismísima Greer Garson, le dice que se vaya, que la dueña ha ido a llamar al manicomio para que lo vengan a buscar. Ronald está más perdido que John Wayne en una disco gay y no atina a hacer nada. Greer lo saca, en la calle el festejo es aún mayor y se despiden. Ronald se pierde en una callecita aledaña y se lo ve desprotegido. Greer sigue por la calle principal, gira la cabeza y lo ve. Lo rescata y se lo lleva a la posada donde se aloja, mientras parlotea sin cesar, dice que es actriz de una compañía de variedades y que en esa posada las habitaciones son muy baratas, que bien puede quedarse allí.


Entran y todos festejan con jarras de cerveza y cantan “Pack up your troubles” y “Keep the home fires burning”. En la barra, Greer le presenta al posadero, al jefe de la compañía teatral y a una compañera, actriz característica o sea mayor. El posadero dice que beban, que es gratis por el armisticio. Él se toma un coñac, el posadero dice que lo ve mal, como si tuviera gripe. El jefe de la compañía le dice a Greer que se apure, que ya es hora de ir a hacer la función. Greer se lleva a Ronald al teatro. 




En el camarín, mientras se cambia detrás de un biombo Greer no para de hablar, Ronald manifiesta que se le dificulta hilvanar los pensamientos para traducirlos en palabras o algo así. Greer le dice que no se preocupe que ya lo superará. Sale de detrás del biombo y está vestida de escocesa, eso sí la kilt es una minifalda que deja las piernas enfundadas en medias negras al descubierto, o sea es como una vedette contemporánea y la minikilt es el equivalente de la época al conchero, pero claro como se trata de Greer Garson que era más señorona que la reina Victoria, la mini le queda como una maxi. Greer sin duda pasará a la historia por ser la única vedette virgen del mundo del espectáculo. Greer le pone una silla en el pasillo a Ronald para que la vea hacer su numerito y nota que Ronald vuela de fiebre.



Greer baja y canta y baila una canción ligeramente picaresca, no lo hace del todo mal, entiende el género y con la ayuda de la gente de la Metro que eran los reyes del musical sale adelante, en el futuro Greer, la actriz no el personaje, protagonizará  Mame en una gira por el interior de los EE UU, las críticas serán muy positivas así que bien podríamos decir que talento para el levantamiento de tabas no le faltaba. Volvamos a la película, termina el número pero las piernas al descubierto, después de todo estamos en 1918, y las evoluciones pícaras por escena enardecieron a la soldadesca presente en la platea (como supuestamente lo hacía con mi papá) tanto pero tanto que los soldados se vuelven incontenibles, se suben al escenario y cantan y bailan “A long way to Tipperary”, algunos con ella y las coristas, otros entre sí, hum. Mientras tanto, Ronald se ha desmayado, una exageración, como dijimos el número no era tan malo, fundido a negro.




Cuando volvemos, Ronald está en cama en la posada, sí, era gripe nomás, Greer le cuenta al posadero que Ronald es un fugitivo del manicomio y que por favor no se lo cuente a nadie, el posadero promete que no lo hará. Ronald se repone en su cuarto y Greer le dice que el jefe de la compañía le da trabajo, que esa misma noche dejarán el pueblo y seguirán la gira, Ronald se alegra y se pone a cenar con apetito, signo inequívoco de salud, el que toca nunca baila y el que como nunca muere. Greer, que está sanita y con hambre porque tiene salud y es actriz, baja a cenar en el comedor con los demás actores, antes se detiene en la barra a tomar un aperitivo al lado del jefe de la compañía, que la historia transcurre en Inglaterra y en Inglaterra se bebe, y no solo té. En una mesa, cerveza en mano, el guardia del manicomio, que había posibilitado la fuga de Ronald abandonando su puesto la noche del armisticio, cuenta que lo castigaron por eso, el jefe de la compañía pregunta si esos locos son peligrosos, el guardia contesta que son impredecibles, que están tranquilos y que de repente se ponen violentos, Greer se perturba, apura el aperitivo y se va a cenar. 


Cuando regresa al cuarto, le dice a Ronald que el jefe de la compañía se asustó por lo que dijo el guarda y que ya no le da el trabajo, le pide que vuelva al manicomio, que ahí se va a reponer, que lo van a atender bien, Ronald pone cara de que antes prefiere ser profesor de secundaria en la Argentina que regresar con los tocame-un-vals. Greer toma una resolución, abandonará la compañía y se irá con él al campo hasta que se reponga del todo. Le da a Ronald su valija de cartón llena de etiquetas (lo recalco porque esta valija tendrá su importancia) y le dice que salga por la puerta de atrás para no toparse con el guardia, que ella bajará a pagar. Baja, paga y se despide del posadero con pasado de boxeador que es más bueno que Teresa de Calcuta en un día promedio. Llega a la puerta trasera y descubre que Ronald ha noqueado al jefe de la compañía porque le dijo no sé qué cosa. Ronald no sabe o no se acuerda por qué actúo así y está más preocupado que el diario La Nación por el dólar ilegal. Ronald quiere reanimar al jefe de la compañía, pero Greer le dice que huyan, que no hay tiempo que perder, que todo va a estar bien, que alguien ayudará al jefe.


En el tren, Greer le dice que se bajarán en el empalme no en la primera parada del tren porque si los buscan estarán esperándolos en la estación. Así lo hacen, van a parar a una posada campestre tan bella como pintoresca. La dueña quiere darles una habitación de casados, pero Greer le dice que son solo prometidos, porque aunque Ronald tiene menos pulsiones sexuales que Peter Pan, ella es más melindrosa que novicia de convento preparándole un té al arzobispo, la dueña les da habitaciones separadas.



Abro paréntesis, ¿por qué corno desde un principio ayuda tanto Greer a Ronald?, después de todo no es un cachorrito perdido al que con un hueso y un poco de afecto se lo cura, sino todo un hombretón maltrecho, turulato, muy necesitado y sin un centavo, todo un problema para cualquiera incluso para Greer. ¿O acaso Greer es tan pero tan buena samaritana que no puede ver a nadie en problemas sin darle una mano? (si es así por qué se concentra solo en Ronald habiendo tanta gente con la que ser solidaria). La disquisición es inútil, si es Greer Garson y se topa con Ronald Colman se lo ayuda y se enamora de él y listo, que si no no habría Hollywood, qué joder. No nos vamos a andar deteniendo en psicologismos, ni que fuéramos Ibsen o alumnitos del Actor’s Studio. Bien, tengo otra cuestión: ¿de dónde saca Greer para pagar primero el alojamiento de Ronald en la posada y para después alegremente partir al campo, hospedarse en otra hostería y pedir habitaciones separadas porque así se lo pide su moral, en vez de una sola y aligerar el gasto? Al principio de la película parece ser una chica que vive al día sin poder permitirse muchos lujos y de repente adopta un hombre incapacitado hasta de hablar de corrido como si tal cosa, bien, no le compra otra valija y lo hace hacer un paquete con sus cosas, pero ropa le compró porque Ronald no usa más el uniforme con el que salió del manicomio, ¿habrá heredado súbitamente?, ¿era una ricachona de incógnito?, ni una cosa ni la otra, simplemente otra imposición de la convención romántica, la chica tiene que ayudar al héroe en problemas y punto, no nos vamos a andar deteniendo en consideraciones prácticas y tan poco espirituales como el dinero. Que éste es un drama romántico y no Madame Bovary y sus malabares por estrecheces económicas. 


Perdonen la digresión, volvamos a la película, estábamos en la posada del campo y Greer aclaraba que eran prometidos y no esposos y les daban habitaciones separadas, Greer le pide disculpas a Ronald por haber dicho que eran prometidos, que le había parecido lo mejor dadas las circunstancias. Pasan los días, ya no es otoño porque no hay niebla, sino primavera. Ronald, de lo más rozagante de tan repuesto, está pescando en un estanque, llega Greer en bicicleta le trae una carta, es de El Mercurio de Liverpool, un periódico que no solo ha aceptado el artículo que Ronald les ha enviado sino que además adjunta un cheque por dos libras, Ronald habrá perdido la memoria y estará medio turumba pero escribir siempre se puede (doy fe). Ronald aprovecha que ya es un hombre productivo y le pide matrimonio a Greer, que obviamente acepta. 


Se casan, ella de capelina de gasa (arranco de la cabeza porque vamos de un plano medio a uno general) con un vestido también de gasa con pliegues de encaje y un cinturoncito con gran moño en la espalda, acentúo los detalles porque si bien la historia transcurre en este momento en 1918 o 19, la ambientación y el vestuario tienen un fuerte toque 1942, fecha de producción de la película, como si más que a una reproducción de época, sólo hubieran aspirado a adaptar levemente la moda contemporánea con detalles que con muy buena voluntad darían el período esperado. Bueno, Ronald se emociona y hasta los bigotes de anchoas se le ponen luminosos. Los invitados son el médico, la señora de la posada, el empleado del registro civil, el lechero y algún otro que ya había aparecido, representados por los maravillosos actores secundarios de la Metro, que eran tan distintivos y característicos que les bastaba con aparecer para darte un personaje hecho y derecho. 



Greer y Ronald vivirán en una cabaña como las que había en los cuadros que se usaban para decorar en los 60, tan bonita como una rosa y tan dulce como la crema chantilly. No la levanta para trasponer el umbral, supongo que porque Ronald ya estaba mayorcito y Greer era robustita, lo resuelven con que él pone la llave (recordemos la llave porque tendrá su importancia) en la puerta y ésta se abre casi mágicamente para mostrar que en el interior la cabañita es tan bonita como en el exterior, con su jardincito de árboles con azahares y ¡un arroyito vecino! (si la vuamo’ hacé, la vuamo’ hacé).

 


Parece que Ronald aparte del habla recuperó otras funciones, porque al próximo fundido a negro ya estamos llamando al médico porque Greer está entrando en trabajo de parto, el bebé todavía no nació y ya tienen una niñera, ¿de dónde sacan la plata para alquilar la cabaña, vivir sin apuros y contratar una niñera? Yo nunca pude ni contratar una señora por horas ¡una vez al mes! ¿Ella tenía ahorros? Está bien, en el teatro levantaba al público, pero no era una primera figura, era tan solo una solista de music-hall, además se supone que salían de una guerra y después de una guerra ¡nada es tan fácil! 




No importa, la cosa es que el bebé nace sanito y le ponen Charles. Él va a inscribirlo al Registro Civil y es un padre tan baboso, que no puede parar de enumerar los detalles del herederito, escena a todas luces desarrollada para enamorar aún más a las chichis de Ronald, que deben haber muerto de amor al verlo tan tierno. Pasan algunos días y Greer sigue en cama reponiéndose del parto, él vuelve del pueblo y ha traído un perrito de peluche para Carlitos y para ella un collar de cuentas de vidrio del color de sus ojos, los de Greer, claro. Están en esas ternezas cuando aparece el párroco, viene a traerles un telegrama que según dice revolucionó la oficina postal, en ese pueblo los telegramas son más raros que el buen servicio de internet de Fibertel. Es para Ronald, el diario El Mercurio de Liverpool le solicita que se presente al día siguiente a las 10 para discutir una colaboración continua, parece que los artículos de Ronald son la ostia y lo quieren de columnista. Greer, que se conoce todos los hoteles buenos y baratos del Reino Unido le recomienda que se hospede en el Hotel del Norte, y desde la cama le supervisa la muda que ha puesto en la valija llena de etiquetas de su pasado de actriz, Ronald se ha olvidado de incluir un pijamas. Él se despide, lleva en la mano la llave (recordemos esta llave que tendrá su importancia), pide que no lo extrañen, que volverá al día siguiente.



En la próxima escena lo vemos salir del Hotel del Norte en Liverpool, le pregunta a un policía cómo llegar a El Mercurio, el policía le indica el camino, parece que va a llover, sí, chispea, pero al rato comienza a levantarse niebla, Ronald no halla dónde está el periódico, le pregunta a un canillita quien le dice que no tiene más que cruzar la calle, cruza, por esquivar un automóvil, cae y se golpea la cabeza. Se desvanece un segundo, lo llevan a una farmacia que está cerca y cha, cha, cha, chán… ha recuperado la memoria. Ahora sabe quién es, de dónde viene, cuál es su familia, pero… Pero no recuerda nada de lo que pasó mientras estuvo sin memoria o sea la estadía en el manicomio, la huida con Greer, el casamiento y el hijo. ¡Oh, no! ¡Cambió una amnesia por otra! (Continuará) 

Para acceder a la Segunda y Tercera Parte, vuelva arriba, busque a la derecha adonde dice Archivo del blog (debajo de "datos personales" y "mi lista de blogs") y allí las encontrará, perdone las molestias el sistema es así...

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