viernes, 18 de enero de 2013

Envejecer es difícil

Nos sentamos en el cine, se apagan las luces y nos someten al IN-TER-MI-NA-BLE festival de colas (ahora es moderno decirles “trailers”, ma vaffanculo) de los próximos estrenos. Nos dan una que corresponde a S.O.S. familia en apuros, una comedia yanqui de fórmula con al menos un chiste bueno. Pero lo que apabulla y espanta es lo siguiente. Ese señor de cara hinchada, labios rígidos y con menos expresión que un cactus, ¿es Billy Crystal? Esa señora que parece llevar una careta de cartón piedra mal hecha de Miss Piggy, ¿es Bette Midler? Sí y sí. Cielo santo, hasta Viktor Frankenstein les hubiera tenido más piedad.
 


A las muchas cosas buenas de las que estamos a la vanguardia, habría que sumarle la cirugía plástica. Todas las estrellas locales que pasaron una o varias veces por el bisturí quedaron iguales o mejor que antes. Ningún cirujano argentino les  propinó la impericia y la maldad que sus colegas yanquis le hicieron a los pobres Bette y Billy.
 


Habiendo caído en cuenta de la ventaja que se nos ofrece, ya me pongo a ahorrar y a pedir turno. Si además pudiera pedir cara, no hay ningún misterio conmigo, elegiría la de Jean Paul Belmondo. Joven, claro. Aunque tengo tanta suerte que sin duda quedaría como Al Pacino ahora. “Arreglado” también por algún carnicero, perdón, cirujano plástico.
 


¡Viva Robert De Niro, carajo! Porque envejece con dignidad. El gran Bobby sigue siendo mi modelo de actor y un ejemplo a seguir.

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