viernes, 10 de agosto de 2012

Colin


Comienzo a leer el reportaje que Marcelo Stilletano le hace a Colin Farrell con motivo del estreno del nuevo Vengador del futuro y me llevo una sorpresa:

CANCUN.- Lejos por un rato del protocolo y las formalidades impuestas por los estudios de Hollywood para la promoción de sus producciones más ambiciosas, Colin Farrell se relaja luego de un chapuzón en el mar Caribe. Está solo, bebiendo un trago, en uno de los bares al aire libre del lujoso hotel al que llegó para hablar con la prensa internacional de su nuevo film, la remake de un clásico moderno de la ciencia ficción. Detrás del saludo cortés, el apretón de manos y la breve charla que sellan el circunstancial encuentro en ese lugar, el actor irlandés deja ver su inconfundible semblante, en el que se mezclan una sincera e intensa expresividad y cierta reservada introversión.

Hasta que en un momento ese matiz de agobio que no es difícil descubrir en su mirada se transforma en satisfacción y felicidad cuando menciona a Juan José Campanella. "Usted es compatriota de un hombre sublime -dice sonriente, cargando de entusiasmo sus palabras-. El secreto de sus ojos es una película maravillosa, que me tocó profundamente el corazón. Juan nos demostró allí que también puede haber belleza en una historia triste y con personajes marcados por el arrepentimiento."

Colin Farrell siempre me cayó bien. No por ser un actor inquieto. Eso es muy intelectual. La simpatía es más primitiva. Qué se yo porque me cae bien, pero me cae bien. Y con este brote de entusiasmo hacia una película que quiero mucho me cae mejor. Porque descubro que pertenece a mi club. Al club de los que aman el cine. ¿Por qué no habría de hacerlo?, se preguntarán ustedes, es una estrella de cine. Se caerían de espaldas ante la cantidad de actores, directores, escritores, productores que odian el cine, aunque vivan de él. Consideran que la vida los empujó a ese rincón como a otros empuja a reponer mercaderías en las góndolas de un supermercado o a cobrar en las garitas del  peaje. Y el glamur o las ventajas de trabajar en el cine mitigan poco su renuencia a estar en un lugar en el que preferirían no estar. Créanlo o no, es así. Pero Colin con esta declaración de amor hacia El secreto de sus ojos revela un apasionamiento por el cine a secas que comparto. Ah, ya sé por qué me cae bien. Porque cuando frunce el seño, las cejas hacen el techo a dos aguas de las casitas que dibujaba en mi infancia. (Bah, que sigo dibujando, mi impericia con el lápiz es suprema e imbatible).

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