jueves, 9 de febrero de 2012

El día que fui Spielberg


A los profesores de secundario se les pone sobrenombres. Chocolate por la noticia.

No quisiéramos enterarnos de cuáles son, pero a veces no queda más remedio, no somos sordos.

Superado el shock, descubrimos que unos son imaginativos, otros abiertamente insultantes y algunos de una crueldad tan manifiesta como para enviarnos a terapia de por vida. Y en raras ocasiones, amables, y si lo pensás bien, hasta cariñosos.

Hace dos años, me llevé una grata sorpresa. En esa época usaba siempre un gorro con visera, me estaba dejando crecer el pelo y como no estaba aún lo suficientemente largo  para atármelo, el gorro mantenía la parva más o menos bajo control.

Tarde de martes, mi día fatídico de la semana. Llego a la escuela y escucho que uno de los alumnos protesta por mi asistencia y dice: Cagamos, vino Steven. Ya en la clase, le pregunto por qué me llamó así. El alumno en cuestión me pide que lo olvide, y otro lo insta a que me cuente, que no me va a ofender. Entonces el primer alumno dice: Porque con la gorra, la barba y los anteojos se parece a Spielberg. Me rio y confirmo que no me ofende, que a decir verdad me halaga.

Para contrastar tendría que contar qué otros sobrenombres recibí a lo largo de mi carrera docente, pero para qué. Por una vez que nos tocó una buena, disfrutémosla.
Ilustración: Steven Spielberg fotografiado por Annie Leibovitz, 1994.

2 comentarios:

  1. Sé que debe haber sido una de las mayores satisfacciones de tu carrera docente, con justicia. En cuanto a los sobrenombres crueles, no son habilidad exclusiva de los alumnos. Los peores son los de las personas que ejercen la crueldad sin necesidad alguna y sin ofensa previa; incluso, habiendo sido beneficiados por los que soportan el mote.

    Hoy me levanté amargo, parece.

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  2. No olvidemos que quien te pone un apodo o te imita tiene una frustración con vos o con la vida que necesita canalizar o compensar. Pero el peor es el que te quiere contar cuál es el apodo que te pusieron. Para empezar juega con tu morbo, un buen día viene y te dice: ¿sabés cómo te dicen? Cuando era más joven caía y decía ¿cómo? Con el tiempo me avivé y discerní que si los alumnos, en nuestro caso, tienen necesidad de ponerte un sobrenombre es algo grupal, es cosa de ellos, no tiene nada que ver con nosotros en el fondo. Así que ahora cuando me preguntan si quiero saber, digo que no, que no me interesa. Eso si me dan tiempo, porque está el o la que viene y te dice ¿sabés cómo te dicen? y a boca de jarro te lo dice. Son los peores, los generadores de violencia gratuita.

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