miércoles, 1 de enero de 2014

San Spielberg



Steven Spielberg presidió en 2013 el Gran Jurado del Festival de Cannes integrado por Daniel Auteuil, Vidya Balan, Naomi Kawase, Ang Lee, Nicole Kidman, Cristian Mungiu, Lynne Ramsay y Christoph Waltz. A medida que se exhibían las películas en competencia, algunos críticos del mundo se preguntaban cómo reaccionaría Spielberg ante el desfile de sexo duro, violencia sucia y crueldades casi inhumanas que ostentaban algunos de los films. Preguntas tontas si las hay, porque Steven dista mucho de ser el pacato integrante de una secta ultracatólica o recontrapurita, aunque en una primera lectura simplista el ideario colectivo lo asocie con el conservadurismo de la familia tradicional con niños encantadores. A poco que se analicen sus películas pronto se comprende que esto no es así ni remotamente, incluso si se toman las presumiblemente "blancas" como E.T. o Encuentros cercanos del tercer tipo. En la mejor tradición clásica del western, sus héroes (el sheriff de Tiburón o el detenido en el aeropuerto de La terminal, por ejemplo) son seres solitarios y desclasados que enfrentan desafíos que los exceden y que ponen en jaque el orden establecido. Políticamente puede que no siempre estemos de acuerdo con él, no deja de ser el emergente de una sociedad soberbia que nos es ajena, aunque si de sexo, violencia o crueldad se trata, no le esquivó nunca al bulto. Por herencia religiosa o social no se regodeó en el sexo, pero sus personajes lo practican y disfrutan. Ya sea por el mandato puritano que resiente el sexo y acepta la violencia en el cine, en despanzurramientos varios sí se regodeó, no olvidemos que fue el primero en utilizar las nuevas tecnologías para acercar los horrores de la guerra en Salvando al soldado Ryan. Y si de crueldades casi inhumanas se trata, sus películas están llenas, y por más que caiga en una obviedad en el ejemplo por tratarse de un animal, su Caballo de guerra las padece en catarata.

La cuestión es que a medida que se acercaba el desenlace del festival, los mismos críticos se aprestaban a discutir sus decisiones. Se quedaron con las ganas. La premiación, según los que vieron todas las películas, fue justa y equilibrada. La palma de oro fue para La vida de Adèle, y como película que gana el premio mayor no puede aspirar a otros, como el de Mejor Director o Mejor Actriz por ejemplo, sugirió que el premio fuera compartido entre el director y las actrices. A algún desmemoriado le llamó la atención que no se inmutara por la vehemente historia de amor entre dos mujeres. Claro, el pobre tipo que opinó esto se había olvidado que Spielberg dirigió El color púrpura. Llamó también la atención que le diera el premio a la mejor dirección al mexicano Amat Escalante por la supuestamente “dura” y “sucia” Heli. Claro, el mundo creativo de Spielberg no es el de Scorsese, lo que no impide que el hombre entienda de que van las mafias y las drogas, tampoco es estúpido, qué joder. Y cuando digo que él decidió o entregó tal o cual premio, lo personalizo a propósito, porque como dijo uno de los integrantes del jurado, “si Spielberg te explica su parecer, andá a discutírselo…”

Trascribo a continuación la lista completa de la premiación:

Palma de Oro – La vie d'Adèle, de Abdellatif Kechiche; Palma de Oro Honoraria – Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, por La vie d'Adèle

Grand Prix – Inside Llewyn Davis, de los hermanos Coen

Premio a la Mejor Dirección – Amat Escalante, por Heli

Premio al Mejor Guion – Jia Zhangke, por Tian zhu ding (Un toque de pecado)

Premio a la Interpretación Femenina – Bérénice Bejo, por Le passé

Premio a la Interpretación Masculina – Bruce Dern, por Nebraska
Premio del Jurado – Soshite chichi ni naru (De tal palo, tal astilla), de Hirokazu Koreeda

1 comentario: