Los que no lo quieren dice que pone
cara cuatro, dice las líneas en tren sonámbulo y cuenta los billetes que gana
por perfilar los personajes de taquito, sin transpirar y sin inspirarse. Los
que lo queremos, al margen de perdonarle participar en unos cuantos bodrios,
nos solazamos hasta con las migajas de su talento, porque si el hombre no es el
mejor entre los mejores, anda cerca. Hablo de Robert De Niro, Bobby de ahora en
adelante porque como nunca dejé de admirarlo me gané el derecho de tutearlo.
Está bien, está bien, no es celoso con su carrera como Meryl Streep que elige
proyectos que pintan bien en los papeles y que le plantean desafíos, pero Bobby
incluso antes que ella extendió sus talentos en la comedia. Y aunque ha jugado
con la parodia de un musical más de una vez (en Analízate y en Stardust,
por ejemplo), debería quizá entrenarse y participar en un musical, en el fondo
ganas no le faltan. Está bien, está bien ¿cuál fue la última gran actuación
suya en una película irreprochable? Muchos trazan la línea en Casino de su compinche Martin Scorsese,
antes de que lo cambiara por Leo Di Caprio. ¿1995? ¿Acaso estamos por cumplir
20 años desde su último gran papel? Ni tanto ni tan poco, que desde entonces su
foja de servicios no está solo llena de bodrios, que hay unos cuantos títulos
de interés, no sé si indiscutibles como su obra con Marty, pero respetables y
atendibles. Descartemos desde ya la injusta leyenda de que no transpira ni se
inspira. Leonardo Sbaraglia que fue compañero suyo en Luces rojas la desmiente. El hombre llega al set concentrado y con
todos los deberes hechos como si estuviera en un Shakespeare y no en un
thriller más, contó. Hay mucha evidencia al respecto, pero para qué insistir.
Pero, ¿qué corno hizo en estos últimos años para merecer tanto debate?
Después de Casino, estuvo Fuego contra
fuego (Heat) de Michael Mann, primera vez que compartió cartel con Al
Pacino, buena película y buena actuación. En 1996, hizo El fanático (The fan) de Tony Scott en el que era un loquito que perseguía
al pobre Wesley Snipes, no era una joya pero tampoco un bodrio. El mismo año,
hizo el drama multiestelar Los hijos de
la calle (Sleepers) de Barry Levinson, junto a Kevin Bacon, Jason Patric,
Dustin Hoffman, Brad Pitt y Vittorio Gassman, inolvidable para muchos, no para
mí, aunque no por eso desdeñable. También en el 96 se metió en Marvin’s room de Jerry Zaks, drama de
enfermedades, que aquí se llamo Reencuentro
y compartió cartel con Meryl (Streep, ¿hay otra Meryl?), Diane Keaton, Leo Di
Caprio y en una de sus últimas apariciones la divina de Gwen Verdon. El 97
arrancó con Tierra de policías (Cop land)
de James Mangold, interesante y logrado policial en el que también estaban
Stallone, Ray Liotta y Harvey Keitel. Le siguió la punzante y divertidísima Mentiras que matan (Wag the dog) de
Barry Levinson, otra vez con Dustin Hoffman y la delirante Anne Heche. Terminó
el 97 con una nota alta, Triple traición
(Jackie Brown) de Quentin Tarantino
con Pam Grier, Samuel L Jackson, Bridget Fonda, Robert Forster, Michael Keaton
y otros notables en el elenco. En el 98 estuvo en dos delicias, primero en Grandes esperanzas (Great expectations)
de Alfonso Cuarón con Gwyneth Paltrow, Ethan Hawke y la inolvidable Anne
Bancroft; después en Ronin de John
Frankenheimer, con Jean Reno, Natascha McElhone, Sean Bean y otra gente de ese
calibre. En el 99, hizo uno de sus films más populares: Analízame (Analyze this) de Harold Ramis junto a Billy Crystal y
Lisa Kudrow. Después, como policía muy maltrecho, tomó clases de canto con la travesti
que componía Philip Seymour Hoffman en Nadie
es perfecto (Flawless) de Joel
Schumacher, el show era de Seymour Hoffman, pero Bobby fue un segundo violín de
primera. En el 2000 fue un cartoon más en Las
aventuras de Rocky y Bullwinkle (The adventures of Rocky and Bullwinkle) de
Des McAnuff, donde, como corresponde al género mezcla de animación y actores
reales, se dio el gusto de sobreactuar a lo pavote junto a Rene Russo y Jason
Alexander. Volvió al drama de superación en Hombres
de honor (Men of honor) de George Tillman Jr, junto a Cuba Gooding Jr y
Charlize Theron, un digno drama de llanto. Y llegó otra de sus películas
popularísimas: La familia de mi novia
(Meet the parents) de Jay Roach, junto al gran Ben Stiller. El 2001 se
abrió muy pero muy bien con la insoslayable 15
minutos (15 minutes) de John Herzfeld junto al inquieto Edward Burns. Y lo
cerró más que bien con Cuenta final (The score) de Frank Oz junto a Edward
Norton y en la que terminó dirigiendo a su compañero de elenco el difícil
Marlon Brando, cuando en mitad de la filmación no quiso saber nada más de Frank
Oz. El 2002 comenzó con la comercial aunque muy atendible Showtime junto a Eddie Murphy, Rene Russo, y que pasará a la
historia por la escena en que el para nada negado William Shatner (sindicado
sin embargo un actor medio de madera más que nada por las deliciosas falencias
técnicas del primer Viaje a las estrellas)
dirige a Bobby y le dice ¡que no sabe actuar! Le siguió el buen e intenso
policial Herencia de sangre (City by the
sea) de Michael Caton Jones, donde compartió reparto con la gran Frances
McDormand y el por entonces incipiente James Franco. Terminó el año con Analízate (Analyze, that), de Harold Ramis, secuela de Analízame otra vez con Billy Crystal, of
course. Descansa en el 2003, pero hace cuatro films en el 2004. Arranca con una
de terror, de género y de resultado, El
enviado (Godsend) de Nick Hamm, junto a Greg Kinnear y Rebecca Roymir.
Después, con Will Smith, Renée Zellweger, Angelina Jolie, Joe Black y Martin
Scorsese, le pusieron voz a la deliciosa (y me quedo corto) película animada El espanta tiburones (Shark tale).
Siguió la secuela de La familia de mi
novia, Los Fockers, la familia de mi
esposo (Meet the Fockers) de Jay Roach, siempre con Ben Stiller, Blythe
Danner y esta vez con papelones a cargo de Dustin Hoffman y Barbra Streisand. Y
terminó el año con un bodrio, bodrio, bodrio insuperable El puente de San Luis Rey (The bridge of San Luis Rey) de Mary
McGuckian en el que también daban pena F Murray Abranham, Kathy Bates, Harvey
Keitel, Gabriel Byrne y Geraldine Chaplin, entre otros desafortunados. En el
2005 soportó a una insufrible y gritona Dakota Fanning en una de terror (para
el espectador) Mente siniestra (Hide and
seek) de John Polson. En el 2006 junto a Madonna, David Bowie, Harvey
Keitel, Mia Farrow y otros desconocidos de siempre le dieron voz a Arthur y los minimoys, film de animación
de Luc Besson. E incursionó por segunda vez en la dirección con el más que buen
film El buen pastor (The good shepherd),
saludado discretamente en el estreno (no sea cosa que encima sea buen director)
y que un buen día será redescubierto y dejará a más de uno boquiabierto; drama
de espías con Matt Damon y Angelina Jolie frente a un larguísimo elenco en el
que Bobby se reservó un papelito. En el 2007 participó de la no tan lograda
superproducción Stardust, el misterio de
la estrella de Mathew Vaughn junto a las divinas Claire Dane y Michelle
Pfeiffer. En el 2008 llegó Malos
muchachos (What just happened) de Barry Levinson, drama sarcástico
ambientado en Hollywood junto a Bruce Willis, Sean Penn, Catherine Keener, John
Turturro, Robin Wright, Stanley Tucci y siguen las firmas. Luego volvió a
juntarse con Al Pacino para la no tan lograda Las dos caras de la ley (Righteous kill) de Jon Avnet. En el 2009
fue un padre en busca de entenderse con sus hijos en Están todos bien (Everybody’s fine) de Kirk Jones en la que actuó
con Sam Rockwell, Drew Barrymore, la bella Kate Becksinsale, remake del film de
Tornatore con Marcello Mastroianni; el resultado empalidecía ante el original,
pero Bobby estaba a la altura de Marcello. En el 2010 llegaron, la delirante Machete de Robert Rodríguez y Ethan
Maniquis, donde era el no menos delirante villano; una nueva asociación con
Edward Norton el interesante y denso drama La
revelación (Stone) de John Curran, junto a la siempre interesantes Milla
Jovovich y la talentosa Frances Conroy. Y otra secuela de los Fockers, Los pequeños Fockers (Little Fockers) de
Paul Weitz, explotación comercial, comercial, comercial. En el 2011 participó
de cuatro películas; primero fue a Italia para Las edades del amor (Manual d’am3re), film en episodios dirigido
por Giovanni Veronesi; después acompañó a Bradley Cooper en la atrapante Sin límites (Limitless) de Neil Burger;
fue a Inglaterra para Asesinos de elite
(Killer elite) de Gary McKendry en la que compartió elenco con Jason
Stathan y Clive Owen, acción a raudales nada vergonzante; y como muchas otras
estrellas participó de la súper comercial Año
nuevo (New Year’s Eve) de Garry Marshall, sin palabras. Y en el 2012 estuvo
en cinco películas cinco. Primero en Luces
rojas (Red lights) de Rodrigo Cortés, thriller no del todo logrado pero
tampoco bodrioso, en el que estaban también Leonardo Sbaraglia, Sigourney
Weaver, Cillian Murphy, Joely Richardson, entre otros; después llegó la muy
atendible Being Flynn de Paul Weitz
junto a Paul Dano y Julianne Moore, film intenso y sensible para el que volvió
a ser un taxista; luego con el rapero 50 cents y Forest Witaker hizo Freelancers de Jessy Terrero, en
silencio tendemos un manto de piedad y la olvidamos por nuestro bien; y por
último, otra vez con Bradley Cooper participaría de El lado luminoso de la vida (Silver linings playbook) de David O
Russell, que le valdría el regreso a las nominaciones para el Óscar, esta vez
como Mejor Actor de Reparto. Abriría el 2013 con El gran casamiento (The big wedding) de Justin Zackham o como pifiarla
a lo grande con un elenco maravilloso de luminarias tales como Susan Sarandon,
Diane Keaton, Katherine Heigl, Amanda Seyfried, Robin Williams, etc. Haría
después con Luc Besson, Familia peligrosa
(The family), de la que me ocupo en el otro blog. Luego participaría en la Temporada de caza (Killing season) de
Mark Steven Johnson, junto a John Travolta ¿por qué, por qué, qué mal les
hicimos, en qué nos equivocamos?, si siempre tuvimos nuestro corazoncito para
Bobby y John… en fin. Se juntaría con Michael Douglas, Kevin Kline y el
maravilloso Morgan Freeman para un Último
viaje a Las Vegas (Last Vegas) de Jon Turteltaub, que todavía no vi. Y
haría un cameo para chuparse los dedos en la imperdible (se estrena pronto) Escándalo americano (American hustle),
de David O Russell, otra vez con Bradley Cooper, más Christian Bale, la inmensa
Amy Adams, la premiada Jennifer Lawrence, etc. Hizo también Ajuste de cuentas (Grudge match) de
Peter Segal, próxima a estrenarse también, en la que vuelve a subirse a un
ring, esta vez con Stallone.
Mientras escribo esto, suena el
teléfono, es un viejo amigo, me pregunta qué hago y le cuento, me escucha
atentamente y me dice: Mirá, debatir al
Bobby a esta altura del partido, perdón, es una pelotudez; si alguien se ganó
el derecho de hacer lo que se le canta, cuanto se le canta, por lo que se le
canta, es el Bobby De Niro, sea porque la mujer no lo aguanta en la casa, sea
porque tener un bebé lo agota, sea porque quiere acrecentar la herencia o
patrocinar su festival de cine Tribeca o porque no quiere manejar su carrera
como algo sagrado o por lo que sea, que haga lo que quiera, es su vida. Y si
les agarra la nostalgia de los momentos en que les hacía caer la baba de
admiración, pongan un DVD con los filmes de Marty, de Sergio Leone o del que
sea su favorito y no jodan.
Le
discutí con argumentos que creí sólidos y eran en realidad endebles y cuando
corté convine que sus palabras no eran una mala conclusión. Espero que hayan
disfrutado el repaso de su currículum desde el 95.