Era la noche de la entrega de premios
de la Asociación de Críticos Norteamericanos, y Meryl subió al escenario para
entregarle el premio de mejor actriz del año a Emma Thompson. Comenzó
expresando su admiración y afecto por Emma (hasta le había escrito un poema).
Dijo que era “una maravillosa artista”,”prácticamente una santa” entre otras
cosas igual de admirativas. Y entonces soltó la bomba. Como Emma ganaba el
premio por interpretar a la autora de Mary Poppins, P. L. Travers, durante el
enfrentamiento que tuvo con Walt Disney por la cesión de los derechos sobre la
novela, Meryl aclaró que el icónico creador del roedor Mickey fue también un racista,
un misógino y un antisemita. Y al mejor estilo Horacio Verbitsky citó fuentes
con pelos y señales. Para no sonar tan dura comenzó con un “Sin ninguna duda
Walt Disney llevó la alegría a miles de millones de personas,” aunque siguió
con… “pero en algún momento tuvo inclinaciones racistas. Él formó y apoyó un
lobby industrial antisemita y fue, sin duda alguna, un misógino”. Los altos
ejecutivos de la Disney presentes se quedaron de una pieza, prácticamente Frozen. No olvidemos que en este mismo
instante Meryl protagoniza para la mismísima Disney Into the woods la versión cinematográfica del hermoso musical de Stephen
Sondheim.
Al día siguiente, todos, los medios
serios y los para nada serios, se preguntaban: ¿Hizo bien Meryl en recordar los
aspectos menos gloriosos de Walt? Convengamos que el hombre, un súper ídolo del
capitalismo corporativista tiene costados más jodidos que todos los desastres climáticos
juntos, aunque, claro, hay que olvidar todo eso para erigir la estatua de un
ser humano impoluto, tan inocuo como cualquiera de sus dibujitos. Y allí está
la clave del revés de la trama, porque sus dibujitos son de todo menos inocuos.
No es de extrañar, el hombre pasó de piojo a magnate y nadie llega a magnate
sin dejar unos cuantos cadáveres en la cuneta. Y las justificaciones, los
credos, las crueldades, las bajezas mal disimuladas se cuelan en las obras, se
mutan, se disfrazan, pero están. Un hombre es también sus circunstancias
históricas, los tiempos nunca son los mismos, las elecciones pueden parecer las
justas en un momento determinado, dada tal o cual influencia, o según tal o
cual acompañamiento, pero si se eligió, por ejemplo, ser racista, después hay
que aceptarlo, responsabilizarse, que las circunstancias son atenuantes, pero
nunca disculpa u olvido.
Los más chismosos recordaron que
Meryl fue llamada en primera instancia para el papel de P. L. Travers, pero que
declinó la oferta. Oyeron en sus palabras una justificación o una puesta de
límites, algo así como “yo no lo hice por esto, ella sí y está magnífica,
aunque esto (o sea Walt, su pasado y la versión acrítica que de él da la
película) sigue siendo esto”. Podría ser, ¿por qué no? Mi versión es igual de
frívola o simplista.
La
película expone solo unos días en la vida de Walt y en esos días sus rispideces
no salen a flote y creo que Meryl, en definitiva, quiso dejar en claro que el
personaje de este film puede parecer un hombre integro pero nos conminó a no
olvidar que no lo fue. Algo así como Tom Hanks es un divino, Walt Disney no.
Excelente Meryl. Gracias por la información, no conocía estas circunstancias sobre la vida y opiniones de Walt, pero tampoco me sorprenden y más de una vez uno ve sus películas y se queda pensando en si ciertas cosas son inocentes o no. O sea que no.
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