viernes, 31 de enero de 2014

¡Peligro!... Meryl al micrófono



Era la noche de la entrega de premios de la Asociación de Críticos Norteamericanos, y Meryl subió al escenario para entregarle el premio de mejor actriz del año a Emma Thompson. Comenzó expresando su admiración y afecto por Emma (hasta le había escrito un poema). Dijo que era “una maravillosa artista”,”prácticamente una santa” entre otras cosas igual de admirativas. Y entonces soltó la bomba. Como Emma ganaba el premio por interpretar a la autora de Mary Poppins, P. L. Travers, durante el enfrentamiento que tuvo con Walt Disney por la cesión de los derechos sobre la novela, Meryl aclaró que el icónico creador del roedor Mickey fue también un racista, un misógino y un antisemita. Y al mejor estilo Horacio Verbitsky citó fuentes con pelos y señales. Para no sonar tan dura comenzó con un “Sin ninguna duda Walt Disney llevó la alegría a miles de millones de personas,” aunque siguió con… “pero en algún momento tuvo inclinaciones racistas. Él formó y apoyó un lobby industrial antisemita y fue, sin duda alguna, un misógino”. Los altos ejecutivos de la Disney presentes se quedaron de una pieza, prácticamente Frozen. No olvidemos que en este mismo instante Meryl protagoniza para la mismísima Disney Into the woods la versión cinematográfica del hermoso musical de Stephen Sondheim.



Al día siguiente, todos, los medios serios y los para nada serios, se preguntaban: ¿Hizo bien Meryl en recordar los aspectos menos gloriosos de Walt? Convengamos que el hombre, un súper ídolo del capitalismo corporativista tiene costados más jodidos que todos los desastres climáticos juntos, aunque, claro, hay que olvidar todo eso para erigir la estatua de un ser humano impoluto, tan inocuo como cualquiera de sus dibujitos. Y allí está la clave del revés de la trama, porque sus dibujitos son de todo menos inocuos. No es de extrañar, el hombre pasó de piojo a magnate y nadie llega a magnate sin dejar unos cuantos cadáveres en la cuneta. Y las justificaciones, los credos, las crueldades, las bajezas mal disimuladas se cuelan en las obras, se mutan, se disfrazan, pero están. Un hombre es también sus circunstancias históricas, los tiempos nunca son los mismos, las elecciones pueden parecer las justas en un momento determinado, dada tal o cual influencia, o según tal o cual acompañamiento, pero si se eligió, por ejemplo, ser racista, después hay que aceptarlo, responsabilizarse, que las circunstancias son atenuantes, pero nunca disculpa u olvido.



Los más chismosos recordaron que Meryl fue llamada en primera instancia para el papel de P. L. Travers, pero que declinó la oferta. Oyeron en sus palabras una justificación o una puesta de límites, algo así como “yo no lo hice por esto, ella sí y está magnífica, aunque esto (o sea Walt, su pasado y la versión acrítica que de él da la película) sigue siendo esto”. Podría ser, ¿por qué no? Mi versión es igual de frívola o simplista.
 

La película expone solo unos días en la vida de Walt y en esos días sus rispideces no salen a flote y creo que Meryl, en definitiva, quiso dejar en claro que el personaje de este film puede parecer un hombre integro pero nos conminó a no olvidar que no lo fue. Algo así como Tom Hanks es un divino, Walt Disney no.

1 comentario:

  1. Excelente Meryl. Gracias por la información, no conocía estas circunstancias sobre la vida y opiniones de Walt, pero tampoco me sorprenden y más de una vez uno ve sus películas y se queda pensando en si ciertas cosas son inocentes o no. O sea que no.

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