Steven Spielberg
presidió en 2013 el Gran Jurado del Festival de Cannes integrado por Daniel
Auteuil, Vidya Balan, Naomi Kawase, Ang Lee, Nicole Kidman, Cristian Mungiu,
Lynne Ramsay y Christoph Waltz. A medida que se exhibían las películas en
competencia, algunos críticos del mundo se preguntaban cómo reaccionaría
Spielberg ante el desfile de sexo duro, violencia sucia y crueldades casi
inhumanas que ostentaban algunos de los films. Preguntas tontas si las hay,
porque Steven dista mucho de ser el pacato integrante de una secta ultracatólica
o recontrapurita, aunque en una primera lectura simplista el ideario colectivo
lo asocie con el conservadurismo de la familia tradicional con niños
encantadores. A poco que se analicen sus películas pronto se comprende que esto
no es así ni remotamente, incluso si se toman las presumiblemente
"blancas" como E.T. o Encuentros cercanos del tercer tipo. En
la mejor tradición clásica del western, sus héroes (el sheriff de Tiburón o el detenido en el aeropuerto
de La terminal, por ejemplo) son
seres solitarios y desclasados que enfrentan desafíos que los exceden y que
ponen en jaque el orden establecido. Políticamente puede que no siempre estemos
de acuerdo con él, no deja de ser el emergente de una sociedad soberbia que nos
es ajena, aunque si de sexo, violencia o crueldad se trata, no le esquivó nunca
al bulto. Por herencia religiosa o social no se regodeó en el sexo, pero sus
personajes lo practican y disfrutan. Ya sea por el mandato puritano que
resiente el sexo y acepta la violencia en el cine, en despanzurramientos varios
sí se regodeó, no olvidemos que fue el primero en utilizar las nuevas
tecnologías para acercar los horrores de la guerra en Salvando al soldado Ryan. Y si de crueldades casi inhumanas se
trata, sus películas están llenas, y por más que caiga en una obviedad en el
ejemplo por tratarse de un animal, su Caballo
de guerra las padece en catarata.
La cuestión es que a
medida que se acercaba el desenlace del festival, los mismos críticos se
aprestaban a discutir sus decisiones. Se quedaron con las ganas. La premiación,
según los que vieron todas las películas, fue justa y equilibrada. La palma de
oro fue para La vida de Adèle, y como película que gana el
premio mayor no puede aspirar a otros, como el de Mejor Director o Mejor Actriz
por ejemplo, sugirió que el premio fuera compartido entre el director y las
actrices. A algún desmemoriado le llamó la atención que no se inmutara por la
vehemente historia de amor entre dos mujeres. Claro, el pobre tipo que opinó
esto se había olvidado que Spielberg dirigió El color púrpura. Llamó también la atención que le diera el premio
a la mejor dirección al mexicano Amat Escalante por la supuestamente “dura” y
“sucia” Heli. Claro, el mundo
creativo de Spielberg no es el de Scorsese, lo que no impide que el hombre
entienda de que van las mafias y las drogas, tampoco es estúpido, qué joder. Y
cuando digo que él decidió o entregó tal o cual premio, lo personalizo a
propósito, porque como dijo uno de los integrantes del jurado, “si Spielberg te
explica su parecer, andá a discutírselo…”
Trascribo a
continuación la lista completa de la premiación:
Palma de Oro – La vie d'Adèle, de Abdellatif Kechiche;
Palma de Oro Honoraria – Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux, por La vie d'Adèle
Grand Prix – Inside Llewyn Davis, de los hermanos
Coen
Premio a la Mejor
Dirección – Amat Escalante, por Heli
Premio al Mejor Guion
– Jia Zhangke, por Tian zhu ding (Un
toque de pecado)
Premio a la
Interpretación Femenina – Bérénice Bejo, por Le passé
Premio a la
Interpretación Masculina – Bruce Dern, por Nebraska
Premio del Jurado – Soshite chichi ni naru (De tal palo, tal astilla), de Hirokazu
Koreeda
Siempre útiles tus observaciones.
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