Aunque parece que el Óscar al mejor actor protagónico será de
George Clooney, yo deseo fervorosamente que lo gane Brad Pitt. No porque el
muchacho me caiga bien, no, más bien todo lo contrario, pero estoy harto de
leer por todas partes que el señor Pitt es un actor subvalorado. Por favor, si
Brad Pitt está subvalorado, yo soy George Clooney.
Procuraré ser justo con él. No es un negado, no considero que
debió hacer carrera de modelo de zapatillas, pero tampoco es un dechado de
virtudes, un Robert De Niro en versión rubio oxigenado. Es un actor limitado, un
chico lindo que tuvo suerte.
Venía remándola sin mucha fortuna y hubiera seguido así, sin
que el arte de la actuación llorara ninguna pérdida significativa, de no ser
porque a Ridley Scott se le ocurrió darle el papelito del atorrante que estafa
a Thelma (Geena Davis) en la gloriosa Thelma
y Louise (1991). Fue su golpe de suerte, el premio grande de la lotería.
Después de un par de películas comerciales más o menos efectivas, que hizo a
continuación, Robert Redford lo puso en la magnífica Nada es para siempre (1992) y se comenzó a correr la pelota de que
podía actuar. Algo del entusiasmo de las fanáticas se les coló a los críticos,
otra explicación no cabe. Sabios, ni Al Pacino ni Dustin Hoffman vieron
peligrar sus tronos.
Durante un tiempo fue un galán con aperitivo, como una
picada. Lo envejecían en Leyendas de
pasión (mama mía, qué bodrio) o le ponían colmillos en Entrevista con el vampiro, entretenimiento interesante, quizá
porque la película se la quedaba Kirsten Dunst y Tom Cruise, que tampoco me cae
pero al que le reconozco talento, lo que hace en Magnolia no se lo puede discutir nadie.
Llegamos a 1996 y su primera nominación para el Óscar como
mejor actor de reparto: 12 monos. Una
sobreactuación apoteótica en toda la línea. Por suerte no ganó, hubiera sido
una injusticia. Como que Bruce Willis no fuera nominado por la misma película.
A Bruce nunca lo nominaron para el Óscar, es verdaderamente talentoso, se lo
subvalora de verdad y nadie se desgarra las vestiduras. En 12 monos, Willis entrega una actuación compleja, sutil y sentida,
que parece que nadie notó, porque todo el mundo estaba asombrado de que Brad al
menos pudiera sobreactuar, ¡quién lo diría!
Torturó a Morgan Freeman en Pecados capitales, a De Niro, Hoffman y Gassman en Los hijos de la calle y a Harrison Ford
en Enemigos íntimos. Puso cara de
nada en 7 años en el Tíbet, volvió a
ser galán en ¿Conoces a Joe Black? y
¡oh, sorpresa! dio tres actuaciones interesantes seguidas, nada del otro mundo,
pero encomiables: en El club de la pelea,
La mexicana y Snatch: cerdos y peces.
Volvió a las andadas o sea actuar mal o mediocremente en La gran estafa y Juego de espías. Volvió al galán, con minifaldas en Troya, a las patadas en El Sr. y la Sra. Smith, y con barba en
el súper bodrio: Babel.
Vendió revistas por sus romances con Gwyneth Paltrow, Jennifer
Aniston y, su actual pareja, Angelina Jolie. Dio un par de buenas actuaciones
en El asesinato de Jesse James por el
cobarde Robert Ford y en la fallida Quémese
después de leerse.
Obtuvo su segunda nominación para el Óscar, como actor
protagónico esta vez, por la aburridísima: El
curioso caso de Benjamin Button. Menos mal que tampoco ganó, porque su
actuación se limitaba a dejarse maquillar de viejo e ir rejuveneciendo de a
poco, para tortura de una sufrida Cate Blanchett, que ya lo había aguantado en Babel.
Y cuando toda esperanza parecía perdida, hizo algo
interesante en Bastardos sin gloria,
una actuación estereotipada, pero es tan poco lo que puede dar, que una
sobreactuación o un estereotipo es saludado como un logro histórico.
Y llegamos a El árbol
de la vida, en la que está muy bien, nobleza obliga, (no insistiré con mi
maldad de que su actuación luce mejor de lo que es, porque la cámara casi
siempre lo toma oblicuamente) y a El
juego de la fortuna, por la que lo nominaron para el Óscar como actor
protagónico, y en la que está aceptable.
Ante la insistencia de que lo premien, circula un chiste: Es
lindo, exitoso, ¿encima quiere ser premiable? Tanta alharaca porque lo gane
este actor más o menos eficiente, parece injustificable si tomamos en cuenta
que ni Peter O'Toole, Donald Sutherland, Christopher Plummer ni Max Von Sydow
lo han ganado todavía y nadie parece desvelarse.
Yo me pregunto qué hubiera pasado si William Baldwin hubiera
aceptado aquel papel de Thelma y Louise,
a él se lo ofrecieron primero. ¿Nos habríamos librados de Pitt?
A favor de Brad diré que pudiendo ganarse la vida con
películas románticas y de acción que no le demanden otra cosa que poner la
cara, elige films arriesgados que le exigen algo que, a decir verdad, no sabe
hacer, o sea actuar bien.
Perdón
si ofendí a alguien que le tenga mucho cariño, pero no jodamos, el hombre tiene
pinta, elegancia, y es una gran estrella, pero actuar lo que se dice actuar, es
algo que se le escapa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario