Continúo con el repaso de la carrera actoral de Bob Fosse.
Esta vez le toca el turno a la única película en la que
participó rodada en blanco y negro: The
Affairs of Dobie Gillis (Don Weiss, 1953). Se trata de otro vehículo de
lucimiento para afianzar la carrera de Debbie Reynolds y promover el elenco
juvenil en nómina de la Metro, en este caso Fosse, Van y Ruick. Es una
deliciosa comedia estudiantil con guión de Max Shulman sobre sus populares
relatos.
Dobie (Bobby Van) es un tarambana con suerte que se enamora
de Pansy Hammer (Debbie Reynolds) con un gran entusiasmo por aprender, más
impulsado por su padre (Hanley Stafford) que por voluntad propia. Dobie, en la
entrevista inicial sobre qué materias le interesan, llama la atención de
Charlie Trask (Bob Fosse), que de inmediato se convierte en su compinche. Lorna
Ellinboe (Barbara Ruick) completa la cuarta pata de este cuadrado clásico de
comedia ídem: la chica está enamorada de Dobie que solo tienes ojos para Pansy,
a la vez que es pretendida con obstinación y perseverancia por Charlie.
Reynolds y Van están deliciosos como la pareja
protagónica y Ruick y Fosse están solo eficientes en el juego de comedia, pero
maravillosos en los números de baile (especialmente él, claro) y canto
(especialmente ella).
Como puede verse en el clip que adjunto abajo, esta vez
Fosse no tiene un número a solas con Reynolds, cuando está con ella, están los
cuatro.
El personaje de Dobie Gillis tendría entre 1959 y 1963
una serie para televisión (The Many Loves
of Dobie Gillis) interpretado por Dwayne Hickman, el equivalente al
personaje de Bob Fosse lo hacía Bob Denver, que pasaría a la historia como el
náufrago Gilligan de la famosísima La
isla de ídem. En 1988 Dobie tendría un encore: Bring me the head of Dobie Gillis, protagonizado otra vez por Dwayne
Hickman.
Vi The Affairs of
Dobie Gillis / Ama, vive y aprende
mientras a duras penas y con un esfuerzo digno de mejor causa, Monte Carlo (Thomas Bezucha, 2011)
supuesta comedia con Selena Gomez.
La diferencia entre una y otra es abismal, sobre todo por
el oficio de saber hacer comedia. Hasta que los grandes estudios se
desmenuzaron y pasaron a ser lotes de producción televisiva, tenían
aceitadísimas las herramientas de la comedia, sabían cómo plantear escenas,
delinear personajes, y pergeñar diálogos y réplicas brillantes. Cada comedia
era un tapiz urdido y bordado con un arte casi científico en su exactitud y
precisión. Algo más que el viento se llevó.