Me levanto a pesar
del protestón fastidio de Perrito y mientras se hace el café, me fijo si tengo Random Harvest. Sí, la tengo. Decido
reverla después de la jornada de perfeccionamiento docente, si no tengo una
traducción urgente, claro. Paseo a Perrito, tomo café y me voy a la jornada.
Puntos suspensivos. Muchos puntos suspensivos. Vuelvo y gracias a Dios no hay
traducción ni urgente ni de las otras. Me hago un sándwich, me preparo un mate
y le agrego una cucharita de café para hacerlo más power, me estoy poniendo
viejo y dormito en cuanto me descuido. Perrito se acomoda y largo En la noche del pasado.
Ruge o bosteza el
león porque es de la Metro, resuena una música grandilocuente dando a entender
que veremos una película “importante” y una voz en off nos informa que este
largo y umbroso callejón conduce al manicomio de Melbridge donde se reponen las
víctimas de la guerra. En un consultorio, el Psiquiatra (así con mayúsculas
porque será un personaje relevante) le informa a una pareja de viejitos que el
hombre sin memoria puede o no ser su hijo perdido. Después el Psiquiatra entra
a un pabellón de tornillos flojos y va hacia Ronald Colman y le dice que tal
vez haya encontrado a su familia, pero que por las dudas no se haga ilusiones.
El encuentro se produce y no, no es hijo de los viejitos. Ronald decae porque
ya está medio harto del manicomio y quiere irse de allí. A la tardecita Ronald
se va a pasear por el jardín, hace frío,
está húmedo y la niebla es densa, muy densa. Se produce una explosión y los
guardias de la garita que vigila el portón del manicomio salen corriendo
felices, es que acaba de declararse el fin de la guerra. Ronald aprovecha que
no hay nadie y se va.
En el pueblo todos
cantan “Pack up your troubles, etc”. La multitud acosa a Ronald y lo felicita
porque viste de uniforme. Ronald se refugia en una tabaquería, aparece la dueña
y le pregunta qué quiere. Ronald que tiene una ligera dificultad para hablar de
corrido tarda en contestar, entonces la dueña se da cuenta de que ha huido del
manicomio. Lo deja para que vea y elija tranquilo qué quiere. Una mujer que
hasta entonces no habíamos visto, la mismísima Greer Garson, le dice que se
vaya, que la dueña ha ido a llamar al manicomio para que lo vengan a buscar.
Ronald está más perdido que John Wayne en una disco gay y no atina a hacer
nada. Greer lo saca, en la calle el festejo es aún mayor y se despiden. Ronald
se pierde en una callecita aledaña y se lo ve desprotegido. Greer sigue por la
calle principal, gira la cabeza y lo ve. Lo rescata y se lo lleva a la posada
donde se aloja, mientras parlotea sin cesar, dice que es actriz de una compañía
de variedades y que en esa posada las habitaciones son muy baratas, que bien
puede quedarse allí.
Entran y todos
festejan con jarras de cerveza y cantan “Pack up your troubles” y “Keep the
home fires burning”. En la barra, Greer le presenta al posadero, al jefe de la
compañía teatral y a una compañera, actriz característica o sea mayor. El
posadero dice que beban, que es gratis por el armisticio. Él se toma un coñac,
el posadero dice que lo ve mal, como si tuviera gripe. El jefe de la compañía
le dice a Greer que se apure, que ya es hora de ir a hacer la función. Greer se
lleva a Ronald al teatro.
En el camarín,
mientras se cambia detrás de un biombo Greer no para de hablar, Ronald
manifiesta que se le dificulta hilvanar los pensamientos para traducirlos en
palabras o algo así. Greer le dice que no se preocupe que ya lo superará. Sale
de detrás del biombo y está vestida de escocesa, eso sí la kilt es una
minifalda que deja las piernas enfundadas en medias negras al descubierto, o
sea es como una vedette contemporánea y la minikilt es el equivalente de la
época al conchero, pero claro como se trata de Greer Garson que era más señorona
que la reina Victoria, la mini le queda como una maxi. Greer sin duda pasará a
la historia por ser la única vedette virgen del mundo del espectáculo. Greer le
pone una silla en el pasillo a Ronald para que la vea hacer su numerito y nota
que Ronald vuela de fiebre.
Greer baja y canta y
baila una canción ligeramente picaresca, no lo hace del todo mal, entiende el
género y con la ayuda de la gente de la Metro que eran los reyes del musical
sale adelante, en el futuro Greer, la actriz no el personaje, protagonizará Mame
en una gira por el interior de los EE UU, las críticas serán muy positivas así
que bien podríamos decir que talento para el levantamiento de tabas no le
faltaba. Volvamos a la película, termina el número pero las piernas al
descubierto, después de todo estamos en 1918, y las evoluciones pícaras por
escena enardecieron a la soldadesca presente en la platea (como supuestamente
lo hacía con mi papá) tanto pero tanto que los soldados se vuelven
incontenibles, se suben al escenario y cantan y bailan “A long way to Tipperary”,
algunos con ella y las coristas, otros entre sí, hum. Mientras tanto, Ronald se
ha desmayado, una exageración, como dijimos el número no era tan malo, fundido
a negro.
Cuando volvemos,
Ronald está en cama en la posada, sí, era gripe nomás, Greer le cuenta al
posadero que Ronald es un fugitivo del manicomio y que por favor no se lo
cuente a nadie, el posadero promete que no lo hará. Ronald se repone en su
cuarto y Greer le dice que el jefe de la compañía le da trabajo, que esa misma
noche dejarán el pueblo y seguirán la gira, Ronald se alegra y se pone a cenar
con apetito, signo inequívoco de salud, el que toca nunca baila y el que como
nunca muere. Greer, que está sanita y con hambre porque tiene salud y es actriz,
baja a cenar en el comedor con los demás actores, antes se detiene en la barra a
tomar un aperitivo al lado del jefe de la compañía, que la historia transcurre
en Inglaterra y en Inglaterra se bebe, y no solo té. En una mesa, cerveza en
mano, el guardia del manicomio, que había posibilitado la fuga de Ronald
abandonando su puesto la noche del armisticio, cuenta que lo castigaron por
eso, el jefe de la compañía pregunta si esos locos son peligrosos, el guardia
contesta que son impredecibles, que están tranquilos y que de repente se ponen
violentos, Greer se perturba, apura el aperitivo y se va a cenar.
Cuando regresa al
cuarto, le dice a Ronald que el jefe de la compañía se asustó por lo que dijo
el guarda y que ya no le da el trabajo, le pide que vuelva al manicomio, que
ahí se va a reponer, que lo van a atender bien, Ronald pone cara de que antes
prefiere ser profesor de secundaria en la Argentina que regresar con los
tocame-un-vals. Greer toma una resolución, abandonará la compañía y se irá con
él al campo hasta que se reponga del todo. Le da a Ronald su valija de cartón
llena de etiquetas (lo recalco porque esta valija tendrá su importancia) y le
dice que salga por la puerta de atrás para no toparse con el guardia, que ella
bajará a pagar. Baja, paga y se despide del posadero con pasado de boxeador que
es más bueno que Teresa de Calcuta en un día promedio. Llega a la puerta
trasera y descubre que Ronald ha noqueado al jefe de la compañía porque le dijo
no sé qué cosa. Ronald no sabe o no se acuerda por qué actúo así y está más
preocupado que el diario La Nación por el dólar ilegal. Ronald quiere reanimar
al jefe de la compañía, pero Greer le dice que huyan, que no hay tiempo que
perder, que todo va a estar bien, que alguien ayudará al jefe.
En el tren, Greer le
dice que se bajarán en el empalme no en la primera parada del tren porque si
los buscan estarán esperándolos en la estación. Así lo hacen, van a parar a una
posada campestre tan bella como pintoresca. La dueña quiere darles una
habitación de casados, pero Greer le dice que son solo prometidos, porque aunque
Ronald tiene menos pulsiones sexuales que Peter Pan, ella es más melindrosa que
novicia de convento preparándole un té al arzobispo, la dueña les da
habitaciones separadas.
Abro paréntesis, ¿por
qué corno desde un principio ayuda tanto Greer a Ronald?, después de todo no es
un cachorrito perdido al que con un hueso y un poco de afecto se lo cura, sino
todo un hombretón maltrecho, turulato, muy necesitado y sin un centavo, todo un
problema para cualquiera incluso para Greer. ¿O acaso Greer es tan pero tan
buena samaritana que no puede ver a nadie en problemas sin darle una mano? (si
es así por qué se concentra solo en Ronald habiendo tanta gente con la que ser
solidaria). La disquisición es inútil, si es Greer Garson y se topa con Ronald
Colman se lo ayuda y se enamora de él y listo, que si no no habría Hollywood,
qué joder. No nos vamos a andar deteniendo en psicologismos, ni que fuéramos
Ibsen o alumnitos del Actor’s Studio. Bien, tengo otra cuestión: ¿de dónde saca
Greer para pagar primero el alojamiento de Ronald en la posada y para después
alegremente partir al campo, hospedarse en otra hostería y pedir habitaciones
separadas porque así se lo pide su moral, en vez de una sola y aligerar el
gasto? Al principio de la película parece ser una chica que vive al día sin
poder permitirse muchos lujos y de repente adopta un hombre incapacitado hasta
de hablar de corrido como si tal cosa, bien, no le compra otra valija y lo hace
hacer un paquete con sus cosas, pero ropa le compró porque Ronald no usa más el
uniforme con el que salió del manicomio, ¿habrá heredado súbitamente?, ¿era una
ricachona de incógnito?, ni una cosa ni la otra, simplemente otra imposición de
la convención romántica, la chica tiene que ayudar al héroe en problemas y
punto, no nos vamos a andar deteniendo en consideraciones prácticas y tan poco
espirituales como el dinero. Que éste es un drama romántico y no Madame Bovary
y sus malabares por estrecheces económicas.
Perdonen la
digresión, volvamos a la película, estábamos en la posada del campo y Greer
aclaraba que eran prometidos y no esposos y les daban habitaciones separadas,
Greer le pide disculpas a Ronald por haber dicho que eran prometidos, que le
había parecido lo mejor dadas las circunstancias. Pasan los días, ya no es
otoño porque no hay niebla, sino primavera. Ronald, de lo más rozagante de tan
repuesto, está pescando en un estanque, llega Greer en bicicleta le trae una
carta, es de El Mercurio de Liverpool, un periódico que no solo ha aceptado el
artículo que Ronald les ha enviado sino que además adjunta un cheque por dos
libras, Ronald habrá perdido la memoria y estará medio turumba pero escribir
siempre se puede (doy fe). Ronald aprovecha que ya es un hombre productivo y le
pide matrimonio a Greer, que obviamente acepta.
Se casan, ella de
capelina de gasa (arranco de la cabeza porque vamos de un plano medio a uno
general) con un vestido también de gasa con pliegues de encaje y un
cinturoncito con gran moño en la espalda, acentúo los detalles porque si bien
la historia transcurre en este momento en 1918 o 19, la ambientación y el
vestuario tienen un fuerte toque 1942, fecha de producción de la película, como
si más que a una reproducción de época, sólo hubieran aspirado a adaptar
levemente la moda contemporánea con detalles que con muy buena voluntad darían
el período esperado. Bueno, Ronald se emociona y hasta los bigotes de anchoas
se le ponen luminosos. Los invitados son el médico, la señora de la posada, el
empleado del registro civil, el lechero y algún otro que ya había aparecido,
representados por los maravillosos actores secundarios de la Metro, que eran
tan distintivos y característicos que les bastaba con aparecer para darte un
personaje hecho y derecho.
Greer y Ronald vivirán
en una cabaña como las que había en los cuadros que se usaban para decorar en
los 60, tan bonita como una rosa y tan dulce como la crema chantilly. No la
levanta para trasponer el umbral, supongo que porque Ronald ya estaba mayorcito
y Greer era robustita, lo resuelven con que él pone la llave (recordemos la llave
porque tendrá su importancia) en la puerta y ésta se abre casi mágicamente para
mostrar que en el interior la cabañita es tan bonita como en el exterior, con
su jardincito de árboles con azahares y ¡un arroyito vecino! (si la vuamo’
hacé, la vuamo’ hacé).
Parece que Ronald
aparte del habla recuperó otras funciones, porque al próximo fundido a negro ya
estamos llamando al médico porque Greer está entrando en trabajo de parto, el
bebé todavía no nació y ya tienen una niñera, ¿de dónde sacan la plata para
alquilar la cabaña, vivir sin apuros y contratar una niñera? Yo nunca pude ni
contratar una señora por horas ¡una vez al mes! ¿Ella tenía ahorros? Está bien,
en el teatro levantaba al público, pero no era una primera figura, era tan solo
una solista de music-hall, además se supone que salían de una guerra y después
de una guerra ¡nada es tan fácil!
No importa, la cosa
es que el bebé nace sanito y le ponen Charles. Él va a inscribirlo al Registro
Civil y es un padre tan baboso, que no puede parar de enumerar los detalles del
herederito, escena a todas luces desarrollada para enamorar aún más a las
chichis de Ronald, que deben haber muerto de amor al verlo tan tierno. Pasan
algunos días y Greer sigue en cama reponiéndose del parto, él vuelve del pueblo
y ha traído un perrito de peluche para Carlitos y para ella un collar de
cuentas de vidrio del color de sus ojos, los de Greer, claro. Están en esas
ternezas cuando aparece el párroco, viene a traerles un telegrama que según
dice revolucionó la oficina postal, en ese pueblo los telegramas son más raros que
el buen servicio de internet de Fibertel. Es para Ronald, el diario El Mercurio
de Liverpool le solicita que se presente al día siguiente a las 10 para
discutir una colaboración continua, parece que los artículos de Ronald son la
ostia y lo quieren de columnista. Greer, que se conoce todos los hoteles buenos
y baratos del Reino Unido le recomienda que se hospede en el Hotel del Norte, y
desde la cama le supervisa la muda que ha puesto en la valija llena de etiquetas
de su pasado de actriz, Ronald se ha olvidado de incluir un pijamas. Él se
despide, lleva en la mano la llave (recordemos esta llave que tendrá su
importancia), pide que no lo extrañen, que volverá al día siguiente.
En la próxima escena
lo vemos salir del Hotel del Norte en Liverpool, le pregunta a un policía cómo
llegar a El Mercurio, el policía le indica el camino, parece que va a llover,
sí, chispea, pero al rato comienza a levantarse niebla, Ronald no halla dónde
está el periódico, le pregunta a un canillita quien le dice que no tiene más
que cruzar la calle, cruza, por esquivar un automóvil, cae y se golpea la
cabeza. Se desvanece un segundo, lo llevan a una farmacia que está cerca y cha,
cha, cha, chán… ha recuperado la memoria. Ahora sabe quién es, de dónde viene,
cuál es su familia, pero… Pero no recuerda nada de lo que pasó mientras estuvo
sin memoria o sea la estadía en el manicomio, la huida con Greer, el casamiento
y el hijo. ¡Oh, no! ¡Cambió una amnesia por otra! (Continuará)
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