Estamos junto al
Támesis, en los jardines del Parlamento inglés, entra Ronald y todos lo
felicitan, ganó las elecciones y acaba de dar un magnífico discurso de ingreso
a la cámara, busca a alguien, finalmente halla a esta persona, que no es nada
más ni nada menos que Margaret/Greer, por supuesto, quien está sentada a una
mesa.
Ronald se sienta y
Margaret/Greer, elegantísima, lo felicita por el discurso, Ronald le dice que
sin su ayuda no habría ganado las elecciones, Margaret/Greer confiesa que le
fascina la política, Ronald le dice si prevé tener compromisos afectivos en el
futuro cercano, que todavía es una mujer joven y que bien podría volver a
casarse, Margaret/Greer le dice que no, que el matrimonio es cosa del pasado y
que si lo que busca es alguien que pueda dedicarle todo el tiempo a ayudarlo
tanto en la empresa como en el parlamento, que cuente con ella, Ronald le dice
que tiene en mente algo más importante y comprometedor, le pregunta si
aceptaría casarse con él, sería más una asociación que un lazo matrimonial
verdadero (o sea de coger ni hablemos), que él ahora es un político y que los
políticos necesitan esposas y que ella sería una acompañante estupenda, que no
quiere apresurarla, que quiere darle tiempo para que le piense, porque después
de todo sería hipotecar su futuro, aunque agradecería que le diera una
respuesta (positiva preferentemente) esa misma noche. Margaret/Greer asiente,
Ronald llama al mozo y pide té con masas y sándwiches, no sea cosa que Greer lo
tome por pijotero. Corte.
Estamos ahora en el
departamento lujoso y espléndido, como ya describimos, de Margaret/Greer, ella está con el
Psiquiatra, quien le dice que lo piense bien, que será un matrimonio sin amor y
que no eso lo que ella quiere, suena el teléfono, Ronald está ansioso, llama
con antelación a la hora estipulada, antes de atender Margaret/Greer le dice al
Psiquiatra que no se atreva a llenarla de dudas, que aceptará, el Psiquiatra
pone cara de nada, aunque debemos comprender que es cara de resignación.
Fundido a negro.
Estamos ahora en un
gran teatro, Margaret/Greer y Charles están solos en un palco avant scène,
están viendo El lago de los cisnes porque si bien no vemos el escenario oímos
esa música del querido Tchaikovski, integrantes del público comentan que son
una pareja espléndida, que se rumorea que podrían darle a él un puesto de
ministro y que ella da las mejores recepciones, plano medio a la pareja para
que veamos de cerca el glamoroso vestido y las deslumbrantes joyas de ella y
para que notemos que él sostiene en sus manos ¿qué cosa?: ¡sí!, ¡la llave!
A continuación se ve
en pantalla una invitación que dice que Ronald y señora dan una fiesta en honor
al Primer Ministro, y vemos luego la fiesta que es fastuosa, Margaret/Greer
está radiante con un vestido negro de lo más despampanante y es el alma de la
fiesta, todos sonríen o ríen a lo que sea que esté diciendo porque el diálogo
es en off y sólo se oye un grandioso vals.
Termina la fiesta,
Margaret/Greer y Ronald agradecen y felicitan al mayordomo por haberse ocupado
de que todo saliera excelentemente, Margaret/Greer y Ronald quedan solos y
Ronald aprovecha para darle un regalo por haber estado magnífica, es un collar
carísimo con una esmeralda tamaño huevo kinder de lo más hermoso (aunque
siguiendo la lógica de sus palabras, si Greer no hubiera estado magnífica, no
se lo hubiera dado un carajo ¿y lo hubiera devuelto?), se lo pone mientras le
dice que la piedra tiene el mismo color que sus ojos (¡le dice lo mismo que le
dijo cuando le regaló el collar de cuentas de vidrio!). Margaret/Greer procura
disimular las lágrimas, (es amor lo que quiere no joyas, ¡bobo!) no obstante
como es educadita y una esmeralda tamaño huevo kínder es una esmeralda tamaño
huevo kinder, le agradece a Ronald y dice estar agotada y que prefiere
retirarse a sus aposentos.
En su cuarto, frente
al espejo del tocador, con la mano izquierda acaricia el collar de la gran
esmeralda mientras que con la derecha abre el cajón superior del tocador
buscando un alhajero donde guardarlo, involuntariamente da con el collar de
cuentas de vidrios iguales a sus ojos que Ronald le regalara en la cabaña
cuando no eran tan ricos pero más felices, Greer, bien a tiempo, intensifica el
llanto. Entra Ronald sin llamar y le pide disculpas si la molestó por algo, le
dice que si está enamorada de alguien con gusto la dejará libre porque no
quiere tenerla de prisionera, Greer le dice que no ama a nadie y que no está
arrepentida de ser su esposa/socia, que de no serlo no hubiera conocido a tanta
gente importante (en estas películas la gente encumbrada siempre es digna de
halagos aunque sean unos soretes). Ronald ve el collar de cuentas de vidrio y
le dice que para ella quizá sea más valioso que una esmeralda porque es un
regalo de amor. Ella no dice nada. Greer después de una pausa le dice que está
muy cansada y que si a él no le parece mal hará un viaje a algún lugar alegre y
colorido (sic) como Buenos Aires o Río de Janeiro, Ronald asiente en silencio. Plano
detalle del collar de cuentas de vidrio que ha caído al suelo. Corte.
Estamos ahora en una
estación de trenes, Margaret/Greer y Ronald esperan a que un secretario traiga
una carta de crédito para ella, Greer lleva un abrigo de zorros, imprescindible
para un viaje que se precie de tal, llega el secretario con la carta de crédito
y unas revistas, le dice a Ronald que lo esperan para resolver un asunto
urgente, Ronald le pregunta a Margaret/Greer cuándo parte el trasatlántico,
ella le dice que en dos días, Ronald teme que ella se aburra el día y medio que
le queda antes de partir en el campo, Greer asegura que de ningún modo, que se
hospedará en una posada muy cálida y pintoresca que conoce muy bien (¡la misma
en la que se quedaron cuando huyeron!), el tren parte, la despedida es cortada
aunque cálida, él le da un beso en la mejilla y le dice que extrañará no
resolver este problema urgente que lo aqueja sin ella, el tren se va y él no
corre por el andén, no, va al encuentro del secretario. Corte.
El problemita es una
huelga en la acería de ¡Melbridge!, afuera protestan los obreros belicosos,
sale al balcón el representante gremial
que dice que la huelga ha concluido porque gracias al Sr. Charles
Rainier todas las demandas han sido aceptadas (el muy pillo ya debe haber
encontrado otra forma de explotarlos, que los capitalistas nunca pierden y
siempre trasladan el gasto), aparece a continuación Ronald en el balcón y los
obreros lo vitorean.
En las calles todos
festejan, Ronald y el secretario van por el pueblo, entran a un pub y ¡es el
del hotel barato donde Ronald se hospedó con Greer!, le presentan otra vez al
viejo dueño boxeador y a Ronald sigue sin caérsele ninguna ficha, salen a la
calle otra vez y Ronald se quedó sin cigarrillos (en esa época la gente fumaba
en las películas cual escuerzos), y dice que hay una tabaquería en la esquina,
el secretario le pregunta si conoce el pueblo, Ronald dice que no, que nunca
estuvo allí, entonces el secretario le dice que como puede ser posible que
supiera que en la esquina hay una tabaquería si nunca estuvo en el lugar, a
Ronald parece que se le van a correr las telarañas del cerebro, el secretario
llama un taxi y cuando llega, Ronald le pregunta si hay un hospital con una
garita y un portón de hierro, el taxista le dice que ninguno de los dos
hospitales responden a esa descripción, que si el señor no se estará refiriendo
al manicomio, lléveme, dice Ronald y lo vemos apearse en el callejón umbroso
que lleva al loquero. Fundido a negro.
En la posada del
campo, a la mañana siguiente, Margaret/Greer se apresta a pagar para partir, la
nueva dueña, porque la vieja que era vieja se murió, le pregunta que si de
verdad quiere caminar y no ir a la estación en auto, Margaret/Greer le dice que
no, que el paseo es precioso y que si conoce la casita que se alquilaba junto
al arroyo, la dueña contesta que claro que sí y que curiosamente más temprano
un hombre estuvo preguntando por la misma casa, quien dice, agrega la dueña,
quizá se conocen. Margaret/Greer se envuelve en los zorros y sale esperanzada.
La dichosa cabaña de
ensueño, otra vez es primavera, o sea fluye cantarín el arroyito, los arboles
escupen azahares, etc. Ronald enfrenta la puerta con la llave en la mano, la
pone en la cerradura, la gira y cha,
cha, cha, chan, la puerta se abre para mostrar que el interior sigue igualito,
igualito y eso que pasaron unos cuantos añitos, lo que pasa que el interior es
simbólico, no cambió como tampoco cambió el amor de ellos (ni tampoco su
apariencia porque ni encanecieron ni envejecieron durante toda, toda la
película, siguieron igual de jóvenes, es un decir, que al principio).
Ella llega por el
camino, cruza el puente del arroyuelo y le grita ¡Ronald! (en realidad no le
grita Ronald sino Smitty que es el apelativo cariñoso de Smith, el apellido que
le habían dado en el manicomio, en inglés Smith es como Pérez) y él le dice
¡Greer! (bah, en realidad no le dice Greer sino Paula que era el seudónimo que
se había puesto de actriz, su verdadero nombre es Margaret, el que usaba cuando
era la secretaria). ¡Sí! Ronald ya no tiene ninguna amnesia, ni la de la guerra
ni la otra, la abraza y se besan. Y mientras la fanfarria final ruge plena,
aparece en letra cursiva The End.
Aclaración final:
¿por qué corno me puse a relatar este melodrama en tanto detalle? Supongo que
para divertirme un rato y porque los cuentos de amnesia siempre me sedujeron. En
la vida real, la amnesia es más rara que el perro verde, pero en las novelas,
las telenovelas y el cine es más común que un resfrío. ¡No! ¡Me golpeé la
cabeza! ¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¡No me acuerdo de nada! (A horas de empezar
las clases, ya me gustaría a mí una buena amnesia). (Hora de pasear a Perrito,
¡ni amnésico me salvo!)
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