La idea me repiquetea desde 1986,
cuando vi en el Maipo el estreno de Eva,
el gran musical argentino de Guevara, Orgambide, Favero. En un momento del
espectáculo Eva (Nacha Guevara, of course) decía: “Aquel día, aquel día derrotamos a la oligarquía pero hoy, hoy yo le
tengo más miedo al espíritu oligarca que está dentro de nosotros que al que
vencimos en aquel diecisiete”. Habiendo tantas cosas para recordar de ese
magnífico espectáculo ¿por qué se me fue a pegar ese concepto? Se me antoja la
respuesta obvia: porque le tengo también miedo al espíritu oligarca que está en
nosotros. Después de años y años de garcaje en el poder con los medios de
comunicación aplaudiéndolo, celebrándolo, es imposible que no se nos haya
permeado algo de ese espíritu oligarca.
Creo estar inoculado, después de
todo, la humildad de mi familia, la soledad, las distintas máscaras sociales
que debí ponerme, mi formación, el cine, el teatro, los libros me sirvieron de
vacuna. Pero también hay cine, teatro, libros garcas, mi familia es influenciable,
la soledad puede ser mala consejera y las máscaras no son infalibles, de modo
que no hay protección completa.
Puedo respetar, bueno, mejor dicho
entender, al garca garca que quiere mantener su posición de privilegio,
juntarla con pala y que los que no pertenecen al exclusivo y diminuto garcaje
paguen los platos rotos, pero no puedo entender al garca vocacional que adhiere
a la filosofía garca por más que se vea directamente perjudicado.
No es sorpresa, entonces, que después
de leer un reportaje a los hermanos Vicente y Hugo Mulereiro me abalanzara a
comprar su nuevo libro: Los garcas, una
tipología nacional. Es un ladrillo de unas quinientas páginas de lectura
apasionante.
Transcribo la contratapa: "Un garca es una persona que tiene
gravemente perturbadas sus relaciones con la alteridad. Un garca establece con
los demás, con el otro, una relación de sujeción y explotación y, en cualquier
caso, de prejuicio y perjuicio."
La
palabra garca, construida en el revés característico del lunfardo, tiene una
variedad de significados en el lenguaje popular. Sin embargo, este libro
anclará uno, a la vez político y sociológico en la medida en que considera que
la palabra pasa a describir una tipología nacional.
Dicen los autores con una claridad que el lector
agradece que el "garquismo" es la síntesis de todas las ideologías
retardatarias que atravesaron y atraviesan la historia argentina. Para ser un
garca hay que cumplir con algunas condiciones que el libro explica con
generosidad. Y para que nadie se quede con la duda de quiénes han sido los
garcas más importantes, Vicente y Hugo Muleiro brindan un listado de personas
cuyo recorrido constitutivo analizan exhaustivamente. A su manera, los
protagonistas de este libro son José Alfredo Martínez de Hoz, Jorge Rafael
Videla, Carlos Pedro Blaquier, Domingo Felipe Cavallo, Mariano Grondona, María
Julia Alsogaray, Jaime Lamont Smart, Héctor Aguer, Marcos Aguinis, Mauricio
Macri, Francisco de Narváez, Mirtha Legrand.
Un ensayo periodístico brillante que
transforma una terminología popular en una categoría de estudio. Una palabra
que vive y se transformó, sobre todo a costa de quienes padecen a los garcas.
El libro tiene tres capítulos. En el
primero, Cuestión de palabras, rastrean el origen del término y sondean entre
sus múltiples significados. En el segundo, Garcas en la historia, semblantean
la historia y la filosofía garca desde la colonia hasta nuestros días. Y en el
último, Vida de garcas, plantean breves biografías de esos apósteles del
garquismo mencionados antes.
Su
lectura apasiona, como dije antes, sin embargo provoca un tsunami de emociones.
¡Hemos sido víctimas de cada garca! En lo personal me alivia comprobar que mis
niveles de garquismo son muy bajos, casi inexistentes. Después de años y años
de bombardeo mediático garca, es imposible no exhibir algún resabio. Ojalá que
pronto deje de haber un solo discurso, una sola voz mediática, el dichoso
monopolio, el mensaje dominante no son ninguna joda, quizás cuando dejemos de
padecerlos, aunque sea un poco, podamos comenzar a asegurarnos la consecución
de un mundo menos garca. Nos lo merecemos.
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