A las inescrutables decisiones de los
productores, sumo ahora las de los distribuidores, que con piedad sólo pueden
calificarse de inexplicables. Que una película tan buena y tan explotable
comercialmente como Ladies in lavender
(2004) (Las señoras de lavanda, en el
original, El violinista que llegó del mar,
en el título con que la rebautizaron) no se haya estrenado en cine ni tenido un
lanzamiento decente en DVD y que haya pasado directamente al casi anonimato del
cable se suma a los misterios irresolutos del universo.
Pertenecería al género conocido como
“de mujeres”, designación no muy certera, la experiencia me enseñó al tratar
con alumnos adultos sus películas favoritas que hombres de voz estentórea y de pelo
en pecho suspiran por la trilogía Meg Ryan (Cuando
Sally conoció a Sally, Sintonía de amor y Tienes un e-mail) y que señoras remilgadas y correctas prefieren
ante todo las patadas, acrobacias y piruetas de Jackie Chan, la dureza del
Harry de Clint Eastwood y el heroísmo sucio y sangrante de los Duros de matar de Bruce Willis. Como
sea, se supone que son las mujeres las primeras destinatarias de las películas “de
mujeres”, ésas con romances, entendimientos o no entre madres e hijas, o de dramones
familiares que culminan a violinazo limpio. Ésta tiene amores inesperados,
violines protagónicos y hermanas que se entienden.
Estamos a fines de los años treinta y
ya se percibe la agitación que estallará en guerra, la célebre Segunda Mundial.
Janet (Maggie Smith) y Ursula (Judi Dench) viven en una hermosa casa junto al
mar en Cornwall, Inglaterra. Una mañana, después de una noche de furiosa tormenta,
llega a la playa de las hermanas un naufrago, Andrea (Daniel Brühl, el chico de
Good bye, Lenin!) El médico del pueblo
(David Warner) dirá que el chico no tiene nada que unos días de descanso no
puedan curar. La irrupción del extraño desbaratará la apacible y metódica vida
de las hermanas. Andrea es polaco y no habla inglés. Y por raro que parezca,
las dificultades en comunicarse los acercará más que si hablaran el mismo
idioma. Tanto que Ursula que lleva años vistiendo santos, perderá el control y
le dará rienda al amor que se le despertó por el chico. Andrea, como denuncia
el título que le pusieron en español, es un violinista nato.
Maggie Smith y Judi Dench son grandes
amigas en la vida real, compartieron filmaciones y hasta largas temporadas
teatrales, lo cual es bueno porque es bueno que la gente se quiera, pero aunque
se odiaran, no nos importaría ya que en escena, se entienden, se respetan y se
complementan de una manera única. Verlas juntas es una fiesta de emociones. Completan
este elenco soñado, la gran Miriam Margolyes, grande de tamaño y de talento,
como la cocinera. (Miriam es la matrona que dirige la batuta de la alta
sociedad en La edad de la inocencia
de Scorsese). La deslumbrante Natascha McElhone es una pintora veraneante que oficiará
de agente del destino del chico. Y está también en un rol chiquito, el pequeño
gran Toby Jones, que fuera el otro Capote, el de Infame.
Dirigió con seguridad y elocuencia Charles Dance, que es asimismo un gran actor y se nota. Los actores que dirigen suelen hablar mejor con sus pares y lograr como en este caso que hasta el último extra dé una actuación notable. Un film inolvidable que merece ser descubierto y venerado. Ah, y la banda sonora, Paganini incluido, no es un placer menor.
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