sábado, 29 de octubre de 2011
Dolly 2
Para Walter Matthau Hello, Dolly! no fue un error, fue todo un triunfo. Está perfecto como el eterno malhumorado y fácilmente irascible Horace Vandergelder, y, por extraño que parezca, su nula capacidad para el baile le da a sus coreografías el encanto imperecedero que sólo logran los eximios bailarines en la plenitud, por el más sencillo de los motivos: lo que hace es único e irrepetible. Ya comentamos que no podía ver a la Streisand ni en fotos. Un día, harto de repetir una escena por las inseguridades de ella, dijo: Esta mujer tiene menos talento que el pedo de una mariposa. Es obvio que la Streisand se sentía avasallada por la contundencia de su coestrella, por eso declararía años más tarde: Matthau estaba convencido de que la película no se llamaba, Hello, Dolly!, sino Hello, Walter! Aunque Matthau podía ser antipático y comportarse como un cabrón, no era rencoroso. En 1985, cuando Barbra Streisand inició la fundación que lleva su nombre dando un recital en los jardines de su mansión a 10.000 dólares la entrada, Matthau la pagó con gusto y se lo ve escucharla embelesado. No se sabe si esa noche se hablaron y se reconciliaron, pero es evidente que firmaron las paces. Desde ese momento, en los reportajes que se sucedieron, los recuerdos de Hello, Dolly! adquirieron una serenidad que antes no tenían.
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