viernes, 5 de julio de 2013

Los garcas



La idea me repiquetea desde 1986, cuando vi en el Maipo el estreno de Eva, el gran musical argentino de Guevara, Orgambide, Favero. En un momento del espectáculo Eva (Nacha Guevara, of course) decía: “Aquel día, aquel día derrotamos a la oligarquía pero hoy, hoy yo le tengo más miedo al espíritu oligarca que está dentro de nosotros que al que vencimos en aquel diecisiete”. Habiendo tantas cosas para recordar de ese magnífico espectáculo ¿por qué se me fue a pegar ese concepto? Se me antoja la respuesta obvia: porque le tengo también miedo al espíritu oligarca que está en nosotros. Después de años y años de garcaje en el poder con los medios de comunicación aplaudiéndolo, celebrándolo, es imposible que no se nos haya permeado algo de ese espíritu oligarca.
Creo estar inoculado, después de todo, la humildad de mi familia, la soledad, las distintas máscaras sociales que debí ponerme, mi formación, el cine, el teatro, los libros me sirvieron de vacuna. Pero también hay cine, teatro, libros garcas, mi familia es influenciable, la soledad puede ser mala consejera y las máscaras no son infalibles, de modo que no hay protección completa.
Puedo respetar, bueno, mejor dicho entender, al garca garca que quiere mantener su posición de privilegio, juntarla con pala y que los que no pertenecen al exclusivo y diminuto garcaje paguen los platos rotos, pero no puedo entender al garca vocacional que adhiere a la filosofía garca por más que se vea directamente perjudicado.
No es sorpresa, entonces, que después de leer un reportaje a los hermanos Vicente y Hugo Mulereiro me abalanzara a comprar su nuevo libro: Los garcas, una tipología nacional. Es un ladrillo de unas quinientas páginas de lectura apasionante.
Transcribo la contratapa: "Un garca es una persona que tiene gravemente perturbadas sus relaciones con la alteridad. Un garca establece con los demás, con el otro, una relación de sujeción y explotación y, en cualquier caso, de prejuicio y perjuicio."
La palabra garca, construida en el revés característico del lunfardo, tiene una variedad de significados en el lenguaje popular. Sin embargo, este libro anclará uno, a la vez político y sociológico en la medida en que considera que la palabra pasa a describir una tipología nacional.
 Dicen los autores con una claridad que el lector agradece que el "garquismo" es la síntesis de todas las ideologías retardatarias que atravesaron y atraviesan la historia argentina. Para ser un garca hay que cumplir con algunas condiciones que el libro explica con generosidad. Y para que nadie se quede con la duda de quiénes han sido los garcas más importantes, Vicente y Hugo Muleiro brindan un listado de personas cuyo recorrido constitutivo analizan exhaustivamente. A su manera, los protagonistas de este libro son José Alfredo Martínez de Hoz, Jorge Rafael Videla, Carlos Pedro Blaquier, Domingo Felipe Cavallo, Mariano Grondona, María Julia Alsogaray, Jaime Lamont Smart, Héctor Aguer, Marcos Aguinis, Mauricio Macri, Francisco de Narváez, Mirtha Legrand.
 Un ensayo periodístico brillante que transforma una terminología popular en una categoría de estudio. Una palabra que vive y se transformó, sobre todo a costa de quienes padecen a los garcas.
El libro tiene tres capítulos. En el primero, Cuestión de palabras, rastrean el origen del término y sondean entre sus múltiples significados. En el segundo, Garcas en la historia, semblantean la historia y la filosofía garca desde la colonia hasta nuestros días. Y en el último, Vida de garcas, plantean breves biografías de esos apósteles del garquismo mencionados antes.
Su lectura apasiona, como dije antes, sin embargo provoca un tsunami de emociones. ¡Hemos sido víctimas de cada garca! En lo personal me alivia comprobar que mis niveles de garquismo son muy bajos, casi inexistentes. Después de años y años de bombardeo mediático garca, es imposible no exhibir algún resabio. Ojalá que pronto deje de haber un solo discurso, una sola voz mediática, el dichoso monopolio, el mensaje dominante no son ninguna joda, quizás cuando dejemos de padecerlos, aunque sea un poco, podamos comenzar a asegurarnos la consecución de un mundo menos garca. Nos lo merecemos.
 

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