Era el año 1954 y Shirley MacLaine con 20 años recién cumplidos se presentaba a todas las pruebas que podía en el agitado Broadway de entonces.
Obtuvo primero ser la understudy (reemplazo, suplente)
oficial de las bailarinas de Me and
Juliet (musical de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II). Como la obra
tenía un modesto éxito y puede que bajara de cartel pronto, se presentó a las
pruebas para The Pajama Game, musical
de Richard Adler y Jerry Ross, que producían Frederick Brisson, Robert E.
Griffith y Harold Prince con coreografía de Bob Fosse.
Fosse preseleccionó a Shirley, pero la sentó aparte de
las otras preseleccionadas porque ya tenía trabajo en Me and Juliet. Apareció Jerome Robbins que había visto la prueba de
Shirley y le preguntó a Fosse por qué no se decidía a contratarla. Bob le
contestó que porque ya tenía trabajo y sentía que estaba “cuatrereando”
bailarinas de otras producciones. Robbins le dijo que no fuera tan ético, que
los otros coreógrafos de Broadway le quitarían bailarinas sin tantos
miramientos y que hiciera lo mismo, además que fuera justo con la chica que era
muy talentosa y que estaba en una producción que quizá no dudara mucho más.
Como Fosse ya tenía la grilla de bailarinas completa, la
contrató como understudy de Carol Haney. Comenzaron los ensayos, estrenaron y
el número de Carol Haney, Steam Heat,
fue no solo el showstopper que todos esperaban que fuera sino la sensación del
momento.
Mientras tanto, como Gwen Verdon perdía funciones de Can-Can, el musical de Cole Porter que
la había convertido en estrella, abrieron postulaciones para reemplazarla en
eventualidades, Shirley concursó y ganó.
Llenó entonces la planilla de renuncia de ser understudy
de Carol Haney en The Pajama Game,
que venía con la fama de no perderse función alguna. Supuso que como suplente
de Gwen Verdon tenía más posibilidades de ser vista.
Al entrar al teatro vio a Harold Prince cerca de la
boletería, se aproximó mientras buscaba en la cartera la renuncia, pero fue
interceptada por los compañeros que le contaron la noticia: Haney se había
esguinzado el tobillo y tenía que reemplazarla esa misma noche. La hicieron
repasar la coreografía varias veces y la prepararon para la función.
Era una noche especial porque recibían la visita de un
importante productor cinematográfico que venía a ver a Carol Haney precisamente.
Harold Prince se debatía sobre avisarle o no que la Haney no actuaría esa
noche, decidió que no y desapareció de la vista. Como es costumbre antes del
inicio de la función, apareció en el proscenio el director de escenario para
comunicar el reemplazo. El importante productor cinematográfico no se levantó
de su butaca y vio todo el espectáculo.
Terminado el mismo, golpearon la puerta del camarín de
Shirley. Un señor muy compuesto se presentó: Me llamo Hal B. Wallis, trabajo en
Hollywood y quiero contratarla.
Wallis era literalmente un pez gordo del Hollywood de
aquel momento. Tenía a su cargo en exclusividad las películas de Elvis Presley
y las de Jerry Lewis y Dean Martin, más otros proyectos no exclusivos como
algunos de Burt Lancaster, por ejemplo. Su importancia era tal que su nombre
aparecía antes del título.
Consiguió que Alfred Hitchcock aceptara a Shirley como la
protagonista de la comedia policial que filmaría a continuación The Trouble with Harry, 1955 (por aquí
llamada El tercer tiro en su estreno
y ¿Quién mató a Harry?, en su
lanzamiento en video). Después Wallis puso a Shirley en Artistas y modelos (Artists
and Models, Frank Tashlin, 1955) el vehículo de lucimiento de aquel año de
Jerry Lewis y Dean Martin y consiguió también que Michael Todd la ubicara de
protagonista junto a David Niven y Cantiflas en la arriesgada producción de La vuelta al mundo en 80 días (Michael
Anderson, John Farrow) que fue un megaéxito. O sea que en menos de tres años,
Shirley MacLaine era una estrella instalada.
Respecto a Carol Haney, cuando en 1957 se decidió llevar The Pajama Game (por aquí Juego de pijamas) a la pantalla grande
con Doris Day y John Raitt en los protagónicos, con codirección de George
Abbott y Stanley Donen, Fosse y Donen se aseguraron que repitiera el número que
la había hecho figura en Broadway. Y así hoy podemos atestiguar la perfección
lograda por Carol Haney en el diseño coreográfico de Bob Fosse.
Y ya que apareció Doris Day en escena, como corolario podemos
repetir el estribillo de una de sus canciones insignia Que Será, Será…
Gustavo Monteros
Fuente: Bob Fosse
All His Jazz, libro de Martin Gottfried
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