La
agonía y el éxtasis (1965) es de esas películas
que se resignifican a medida que uno va creciendo, va sabiendo cosas. Eso,
claro, si uno la vio de chico, como es mi caso.
La primera vez que la vi, apenas sabía quién
era Michelangelo Buonarotti. El director Carol Reed (o quien sea que haya
tomado la decisión porque en esa época como en los tiempos de Michelangelo, se
trabajaba por encargo, nótese el paralelismo entre los artistas renacentistas y
los directores de cine, ambos dependen de una persona poderosa, mecenas, antes,
productor, ahora), retomo, el director Carol Reed (o quien haya sido) decidió
no contar toooda la vida de Buonarotti (que según parece está comprendida en el
libro de Irving Stone en que se basa la película) sino solo contar la
concepción y concreción de la pintura del techo de la Capilla Sixtina. O sea el
período que va de 1508 a 1512. Es decir el tiempo de su estrecha relación con
el Papa Julio II que fue quien comisionó la tarea.
La relación laboral entre Julio II y
Buonarotti fue de amor / odio, de soberbia y respeto, de desprecio y aceptación
a regañadientes de las resoluciones del otro.
El papado era en esos tiempos un reino
práctico y no solo espiritual, y Julio II entre campañas y batallas, anexiones,
consecución de tributos y esas cosas, embellecía el Vaticano, enriqueciéndolo
con obras irrepetibles.
Carol Reed nos muestra en detalle lo penoso,
engorroso e incómodo que fue cumplir con el encargo, las críticas que debieron
superar tanto el mecenas como el artista y las tortuosas interrupciones que se
produjeron por el choque de sus personalidades y por las convulsiones de
aquellos tiempos de cambio. No es poco.
En el set la relación entre Charlton Heston y
Rex Harrison equiparaba la de los personajes que corporizaban. Se respetaban en
tanto figuras y se detestaban en tanto personas. El trato era amable, pero
tenso. Reed consideró no intervenir a menos que los problemas escalaran a
mayores, es más, en un punto le pareció conveniente. Dado que interpretaban a
personajes antagónicos que apenas se toleraban, no estaba nada mal que los
actores usaran una antipatía natural en vez de recrearla.
Respecto a los aspectos más personales de Miguel
Ángel, Carol Reed optó por no confrontar con Heston y trabajar con la
complicidad de la platea que se vería obligada a captar las indirectas, leer
entre líneas y completar la línea de puntos.
Heston tenía problemas con la homosexualidad,
no lo califico livianamente, como otros, de homófono, más que nada porque si
bien jamás disimuló el rechazo, no fue un activo combatiente (tarea que le
hubiera resultado complicada en un ambiente en donde la homosexualidad es
frecuente).
Ben-Hur
expuso los límites de Heston respecto a la homosexualidad. El rodaje de este
film mítico enfrentó muchos problemas de guión, desfilaron y dejaron su rastro
unos cuantos guionistas, uno de ellos, Gore Vidal, trabajó la idea de que el
conflicto que se desataba entre el protagónico del título, o sea Heston, y su
amigo Messala (Stephen Boyd) era porque habían sido amantes. Tesis que su
director William Wyler decidió ni hablar con Heston, ya estaba harto de lidiar
con la estrella, un memo que le envió Heston al comienzo del rodaje con
exigencias respecto al personaje había desatado su ira y cuando la aplacó,
resolvió dirigirlo por indicaciones prácticas, parate aquí, date vuelta para
allá, fijate que la luz te da de este costado y nada más. Eso sí trató la
iniciativa de Gore Vidal con Stephen Boyd, le sugirió que si le servía que la
utilizara para el armado de su personaje.
¿Por qué corno aceptó entonces corporizar a
uno de los homosexuales más famosos de la historia? No olvidemos que Buonarotti
fue uno de los próceres del homosexualismo. En los tiempos oscurantistas en que
la homosexualidad era despreciada, se lo mencionaba para contrarrestar la idea
de monstruosidad o aberración. Algo así como que si uno de los más grandes
artistas que existieron jamás, lo fue, no podía ser tan mala.
En sus libros autobiográficos, Heston dice
que leyó muchísimo material sobre Miguel Ángel y en ninguno se lo consideraba
un homosexual , por eso enfrentó el rodaje sin plantearse esta cuestión para él
inexistente.
De ahí que Reed recurrió a la inteligencia
del público. Cuando Miguel Ángel se escapa y lo buscan en un prostíbulo, la
puta interrogada se ríe a carcajadas del absurdo de buscarlo entre sus piernas.
Mientras trabaja en la Capilla Sixtina los ayudantes jóvenes siempre lo miran
con admiración y deseo. Y cuando la Contessina de Medici (Diane Cilento en todo
su esplendor) se le tira literalmente encima, Buonarotti la rechaza escudándose
en que está casado solo con su arte. (El guión está a punto por adscribir a la
teoría en boga por entonces de que una de las razones para la homosexualidad
era un amor no correspondido con una figura idealizada, pero por suerte la
esquiva). O sea: no tiene pulsión sexual sino creativa. Pudo ser peor.
Gustavo Monteros
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