Por más agotador que parezca, alquien a quien no me canso de admirar y él no se cansa de regalarme horas inmejorables... el Sr. Steven Spielberg.
Desde que decidió que su carrera no fuera un templo de las obras 
sagradas de la cinematografia sino un patio de juegos en el que cabrían 
excelsitudes y bodrios, en los reportajes y las sesiones de fotos, 
Robert DeNiro pasó de ser un hombre hosco y parco a alguien casi tan 
simpático como Ricardo Darín. Aquí en Cannes junto a Usher y Edgar 
Ramírez en la presentación de Hands of stone, sobre la vida del boxeador
 Roberto "mano de piedra" Durán.
Julianne Moore parece que no le tiene miedo a la tradición de que los 
bífidos son mufa, bueno, los áspides y las cobras tienen mejor prensa, 
de allí que estas últimas engalanen este Givenchy. Yo, por las dudas, ya
 me toqué el izquierdo.
Marion Cotillard es lisa y llanamente perfecta. Actúa como los dioses, 
canta, es escultural y tiene cara de saber abrir la puerta para ir a 
jugar.
En Cannes, cuando uno los ve amucharse para una foto, se los percibe 
tiesos. Algo comprensible. Filmar es estar muy juntos durante un tiempo 
que se pierde en el pasado. Reencontrarse meses después para un estreno 
es incómodo. La intimidad está perdida, aunque existió. Y encima está el
 hecho de tocarse en público entre personas que fueron educadas en el 
distanciamiento corporal, brecha que solo se cruza en el afecto y en el 
sexo. De ahí que ver el detrás de una foto es revelador. El director 
Jeff Nichols, la actriz Ruth Negga y el actor Joel Edgerton posan en la 
presentación de Loving.






 
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