Alerta de Spoiler Total
Se recomienda leer este glosario después de haber
visto ¡Salve, César!, ya que podría
revelar chistes o líneas argumentales que conviene desconocer ante una primera
visión del film. Si no se la ha visto todavía, detenerse en este punto.
El personaje de Josh Brolin, Eddie Mannix, existió con
ese nombre en la vida real y permaneció hasta su muerte en 1963 en la nómina de
pagos de la MGM. El de la vida real parece que no fue tan noble e íntegro como
el que hace Brolin, aunque sí comparten un catolicismo practicante. El de la
realidad no tuvo hijos, el de Brolin tiene dos, un nene y una nena. Mannix fue
el paradigma de los fixers, o sea los que evitaban que trascendieran detalles
embarazosos de las estrellas. Las internaban en clínicas de desintoxicación si se
excedían en sustancias o alcohol, las casaban o les inventaban romances convenientes
si eran homosexuales, o lidiaban con los chantajes si arrastraban vidas
perturbadoras antes de convertirse en estrellas. Tapaban también si eran mezquinas,
crueles o miserables, y así pagaban bien a exmaridos, exesposas, exchoferes y
exmucamas, y a veces hasta integrantes de la familia de la estrella para que
cerraran sus bocas. Las estrellas siempre debían ser impolutas y perfectas. Y
si se permitían desvaríos y descarrilamientos era porque sabían que tarde o
temprano aparecía un fixer y lo arreglaba todo.
La segunda escena de la película cuando Mannix/Brolin
irrumpe en una casa en la que una starlet se apresta a ser fotografiada
pornográficamente es copia fiel de una secuencia de The big sleep/Al borde del abismo (Howard Hawk, 1946) con Brolin en
vez del Philip Marlowe del maravilloso Bogart (Humphrey, of course, ¿hay
otro?). El auto es igualito al que usaba Bogie.
Deanna Moran, el personaje
de Scarlett Johansson es tanto la estrella acuática Esther Williams como Lana
Turner, de la primera toman su especialidad, de la segunda su boca sucia y su
inclinación por los maridos delincuentes. La primera parte del ballet acuático
está casi calcada de La hija de Neptuno
(Edward Buzzell, 1949), la toma del trampolín está sacada de La reina del mar/Million Dollar Mermaid
(Mervyn LeRoy, 1952), la coreografía calidoscópica es de Desfile de candilejas/Footlight Parade (Lloyd Bacon, 1933) y, por supuesto,
pertenece al impar Busby Berkeley.
Si alguien vestido de marinero ensaya aunque más no
sea un par de pasos de tap nos remitimos de inmediatos al genio de genios, Gene
Kelly, quien bailó de marinero, entre otras, en Leven anclas (George Sydney, 1945), disparate hilvanado a fuerza de
números musicales, en el que en algún momento Gene baila La cumparsita en arreglos de tangó valentiniano y ¡pasodoble!, ante
el que uno debe ofenderse mucho por la falta de respeto , pero yo no puedo,
porque Kelly baila de maravilla y el número tiene el perdón de ser una especie
de derivado de El zorro. En 1949, en Un día en Nueva York (Stanley Donen,
Gene Kelly) le fue mejor como marinero, no era para menos, el libro basado en
un éxito de Broadway era de Adolph Green y Betty Comden sobre idea de ¡Jerome
Robbins!, y la música era de (y nos ponemos de pie) ¡Leonard Berstein! También
fue un marinero en Invitación a la danza
(Gene Kelly, 1956), en el número de Sinbad donde bailaba con dibijutos de
Hanna/Barbera) antes ya había bailado con el ratón Jerry del dúo Tom y Jerry en
Leven, anclas.
La canción que baila en ¡Salve, César!, Channing Tatum, vestido
de marinero, No dames es de Willie
Reale y Henry Krieger; Krieger se hizo de un nombre en Broadway con Dreamgirls y Side Show, y a falta de mejores datos, fue escrita especialmente
para esta película. Tatum no será Gene Kelly pero llena bien el uniforme de
marinero bailarín.
Laurence Laurentz, el director de cine que hace Ralph
Fiennes, levanta controversia respecto a qué alter ego esconde, para algunos es
Melvyn LeRoy, para otros George Cukor o Vincente Minnelli, y otros proponen a
Jean Negulesco o Nunnally Johnson, yo me inclino por Cukor, sea quien sea,
Ralph Fiennes se divierte, como perro con provisión eterna de huesos jugosos,
tanto en el sadismo del uso de su nombre como en la intemperancia ante la
inhabilidad del cowboy por pronunciar la frase: Would that it were so simple?
El singing cowboy estrella, Hobie Doyle, que hace
maravillosamente Alden Ehrenreich, remite tanto a Roy Rogers, Gene Autry como a
Will Rogers inmortalizado en un musical elegante como pocos, el delicioso The Will Rogers Follies con música de Cy
Coleman, letras de Betty Comden y Adolph Green y libro de Peter Stone,
protagonizado por un impagable Keith Carradine, del que se pueden ver algunos
números en YouTube. Doyle como Will Rogers era el mismo en escena y fuera de
ella.
La cita del cowboy para el
estreno de su película es Carlotta Váldez (Verónica Osorio). El nombre remite a
la famosa bisabuela de Madeleine en Vértigo (1958, otra joya-joya de la corona
de Hitchcock), pero la personalidad y el estilo de la criatura que presentan no
es sino de la perenne Carmen Miranda.
Baird Whitlock el personaje
de George Clooney está peinado y vestido como Robert Taylor en Quo Vadis? (Mervyn LeRoy, 1951), pero
por momentos se comporta fuera de escena como un Cary Grant, pasado de ego, y
en escena como un Laurence Olivier, necesitado de contención. Lo de Olivier
viene muy a cuento cuando Whitlock devuelve la explicación del concepto de
plusvalía con el perentorio pedido que le hace Danny Kaye de que le afeite la
espalda. Olivier y Kaye tuvieron un ardoroso y breve romance, mientras Kaye
hacía teatro en Nueva York los encuentros eran en hoteles de lujo, después
cuando los dos ya estaban en Los Ángeles en otros hoteles también de lujo. La
leyenda cuenta que apenas se veían no podían contenerse y se metían mano en
pasillos, ante la escandalizada vista de ascensoristas, botones, mozos y hasta
algún que otro huésped, algo muy envidiable, fogosidades tan recíprocas son muy
infrecuentes y duran menos que benignidades populistas de un candidato de
derechas.
Las mellizas periodistas,
Thora y Thessaly Thacker, que interpreta, con la angurria de un gato que se
robó el pescado, la inmensa Tilda Swinton, remiten obviamente a Louella Parsons
y Hedda Hopper, temibles rivales chismosas, que por separado se creían un
Premio Nobel de Literatura y acusaban a la otra de ser una chirusa analfabeta impenitente.
La mención de la película de Whitlcok/Clooney, En alas del águila termina siempre con
el ominoso chillido de águilas, tal como el nombre de Frau Blücher (Cloris
Leachman) que desata siempre relinchos en la obra maestra de Mel Brooks de 1974,
El joven Frankenstein.
La
casa del actor/bailarín Burt Gurney (Channing Tatum) en la que se reúnen los
guionistas comunistas refiere a la moderna casa de Intriga internacional (North
by Northwest, 1959) joya-joya de la refulgente corona del gran Alfred
Hitchcock. Entre los guionistas comunistas veremos unas cuanta caras que nos
han hecho reír en unas cuantas películas como secundarios irremplazables y
ocasionales protagonistas de lujo, caprichos de casting que solo unos pocos se
pueden permitir: Woody Allen, Spielberg o los Coen. Que el perro de un marxista
se llame Engels es un chiste que se explica por sí solo. Sobre todo por la raza
del perrito en cuestión. Ah, la señora que pasa la aspiradora remite a la gran
Thelma Ritter, secundaria antológica si las hay.
En
Merrily we dance, la película que
dirige el personaje de Ralph Fiennes, el personaje de Dierdre (Emily Beecham)
está maquillada para parecerse a Lucille Ball. En la misma “película” en la
escena del taxi, la mentada Allegra (Agyness Deyn) que va sentada junto a Jack
Huston está maquillada para parecerse a Lizabeth Scott, hermosa y deliciosa
actriz de corta aunque brillante carrera.
Cuddahy
(Ian Blackman) personaje que quiere que Eddie Mannix (Josh Brolin) pase a
trabajar para Aerolíneas Lockheed, le dice que en su nuevo trabajo estará más
tranquilo y tendrá que lidiar con muchos menos problemas. Algo que sería
imposible, dado que dicha compañía enfrentó a fines de los cincuenta grandes
escándalos por coimas en varios países. O sea de la que se salva Mannix/Brolin
al elegir quedarse con sus lunáticos, como los califica Cuddahy. Este dato es
importante para el tema que siempre manejan los Coen, la azarosa veleidad de
Dios o el destino en la vida de los pobres humanos.
Por supuesto que ¡Salve,
César!, no la película que vemos sino la épica cristiana que filma Baird Whitlock o sea George Clooney remite a Ben Hur (William Wyler, 1959), la imagen de la tormenta después de
la crucifixión es muy recordada. Y no es un invento que se celebraran reuniones
ecuménicas con representantes de distintos cultos para consultarlos sobre si lo
que filmaban, especialmente si se trataba de temas religiosos, iba a ofender a
sus respectivos feligreses. Aquí reúnen a un cura católico, un rabino, un
sacerdote ortodoxo, y un presbítero protestante. La discusión trae invalorables
ejemplos del humor Coen, es delicioso que al ortodoxo le preocupe más la
credibilidad de las acrobacias entre cuadrigas que otra cosa. El rabino tiene
las mejores líneas, si se las perdieron en el maremágnum, repásenlas, lo de la
soltería o el collie son una delicia de delicias. Es un error que Eddie Mannix,
católico de confesión diaria y de rosario a mano, no sepa que Dios es uno y
tres, es la lección cero del catecismo y no en vano uno se santigua en nombre
del padre, del hijo y del espíritu santo. Obviamente ninguno de los actores o
técnicos presentes en la escena era católico, cualquier católico, incluso los
más leves y menos practicantes saben eso.
Que el director que hace
Christopher Lambert, Arne Seslum, sea sueco y use ese particular estilo de
pullover remite un poco anacrónicamente a Maurice Stiller, que trajo a Greta
Garbo y que solo hizo cine mudo en Hollywood. La mención a Malmö trae ecos del
gran Bergman, pero también más recientemente a la creación más famosa de
Henning Mankell o sea el detective Kurt Wallander. Y que dicho director sea el
padre del hijo del personaje de Scarlett Johansson trae a la memoria unos
cuantos escándalos de actrices y directores, siendo el máximo de todos, el
inesperado romance de Ingrid Bergman con Roberto Rossellini en 1949, por el que
la declararon persona non grata en Hollywood y por el que pedían que fuera
quemada en la hoguera, no como la Juana
de Arco que había interpretado sino como una bruja. Quítale la caspa a un
yanqui y te toparás con puritano fanático.
De todos modos, la trama que Mannix inventa para
ocultar el embarazo de Deanna Moran (Scarlett Johansson) o sea mandarla fuera,
anotar el bebé a nombre de otro, en el film es el personaje de Jonah Hill, para
después adoptarlo y mostrarse todavía soltera, pero feliz y sin mancha, fue una
estratagema que se usó con Loretta Young para no revelar ni su embarazo ni que
Clark Gable, muy casado por aquel entonces, era el padre.
Se menciona también que Joseph
Silverman, o sea Jonah Hill, cubrió a una estrella que atropelló a alguien y
huyó, y no solo asumió la responsabilidad sino también el castigo: unos meses
en la cárcel. Durante años se especuló con que algo así pasó con el ya nombrado
Clark Gable, sin embargo, hasta la fecha ninguna investigación seria dio con
algo concreto, el hecho sigue siendo rumor y folklore.
Estos son solo algunas de
las referencias que pueden hallarse en ¡Salve,
César!, solo nos queda decir que la película es una postal junto al abismo.
Como dice Cuddahy, el representante de la aeronáutica, no falta
mucho para que la televisión se multiplique y toda casa tenga una, ¿quién
querría ir al cine, entonces? Y como dice el mismo Mannix, para acallar a la
periodista chismosa, a nadie le gusta que lo asocien con un comunista. Y sí, la
caza de brujas está a la vuelta de la esquina. Dos factores que aceleraron la
pérdida final de la inocencia del público ante la fantasía conocida como cine.
En bambalinas, los hacedores no eran tan inocentes, pero lo que hacían sí. La
inocencia es un valor medio pavote, una vez que se es hombre de mundo y se sabe
que los reyes magos son los padres, sin embargo hay mucha belleza en la inocencia,
tanta que ningún cinismo podrá ensuciarla jamás, sobre todo porque en el fondo
la extraña.
Gustavo Monteros
No hay comentarios:
Publicar un comentario