Charlotte Rampling nació el 5 de febrero de 1946, de modo que este año cumplió 70, 52 de los cuales lleva frente a nosotros. Como Michael Caine empezó desde muy abajo, fue extra en dos recordadas películas de Richard Lester: ¡Yeah, yeah, yeah, Paul, John, George y Ringo! (1964) y El knack… y como lograrlo (1965). Ya en el 65 consiguió un papel con letra y crédito en Rotten to the core, una comedia policial y según parece se hizo notar en Georgy la retozona o Georgy Girl, una comedia popular con Lynn Redgrave en el lejano 66. Después de algunos trabajos en televisión, llegó en el 67 a ser la chica linda de una película de acción del atendible Ken Annakin entre Yul Brynner y Trevor Howard: The long duel o La leyenda de un valiente. Y después de una par de olvidables películas poliales… cha, cha, cha, chan… recala en 1969 en una cosa que se llamó La caída de los dioses, una de las obras maestras de un tal Luchino Visconti junto a gente de la calaña de Dirk Bogarde, Ingrid Thulin y Humberto Orsini, Visconti, claro, se aseguró que recordáramos de ahí en más a Helmut Berger, y en elenco estaba Florinda Bolkan, deslumbrante reina setentista que no lograría extender su reinado por los ochentas y noventas. A continuación se metería en un triángulo con Robie Porter (¿?) y Sam Waterson en la ubicuamente llamada Three, que por aquí no llegó porque era de sexo y aquí, según la Acción Católica, no se cogía… al menos en el celuloide.
Pero en 1971, con muchos cortes, llegó una que levantó polvareda por estos lados, era de Giuseppe Patroni Griffi, se basaba en una tragedia isabelina de John Ford y se llamó Adiós, hermano cruel. Era de una relación incestuosa entre hermanos, el marido de la hermanita en cuestión, señor que supo despertar más de un suspiro era Fabio Testi y se vengaba al final con gran derramamiento de sangre. Curiosamente el objeto de deseo de Charlotte, el hermanito Oliver Tobías, desató menos suspiros que el marido vengador, cosas del cine. Después se entregó con ahínco a unos cuantos bodrios (y, bueno, no hay carrera perfecta) y luego de encarar a otra Ana Bolena (las debe haber por cientos) para un Enrique VIII de Keith Michell, cayó en una película política que aquí recién se estrenó en la primavera alfonsinista: de Giulano Montaldo, Giordano Bruno (1973) sobre la vida del filósofo, poeta y científico homónimo, casualmente enemigo de la iglesia, ¿habrá tenido que ver este dato algo con su no estreno a tiempo? Cosas de la época, delicias que los más jóvenes desconocen. A Giordano Bruno lo interpretaba uno de los mejores actores de aquellos años: Gian Maria Volonté.
En 1974 Charlotte haría tres películas, una no del
todo lograda pero muy atendible, de John Boorman, Zardoz, de ciencia ficción para más datos, junto a Sean Connery
(ataviado con una especie de calzón-pañal y botas de vedette), otra, muy
olvidable, Caravan to Vaccares, ah,
pero la del medio… ineludible: de Liliana Cavani: Portero de noche. Volvía a reunirse con Dirk Bogarde y exploraban
una relación sadomasoquista que se daba entre una sobreviviente de un campo de
concentración y el oficial nazi que la torturó. Of course, se estrenó
oficialmente, acabada la censura, en la primavera alfonsinista, aunque en los
últimos años de la dictadura y albores del home-video, se la vio en copias
pirateadas desde Uruguay o Europa hasta que las cintas quedaron transparentes.
Como no era chica de andar
con remilgos, abrió el 75 con una híper popular estrella italiana, el inefable
Adriano Celentano, el opus se llamó Yuppi
du, y tendría algo de sexo, porque no recuerdo que se estrenara por estos
pagos, y eso que Celentano era re-cortador de tickets. Hizo a continuación otra
que se estrenó mucho después, bien entrados los ochenta, la muy interesante visualmente
arrebatadora La sangre de la orquídea
de Patrice Chéeau sobre novela de Hadley Chase. Después la chica se metería en
algo que no se terminó y que iba a llamarse Jackpot.
Protagonizaba Richard Burton, quien al enterarse de que su compañero de
parrandas etílicas, Robert Mitchum no sería de la partida (lo reemplazó James
Coburn) abandonó el proyecto. La suspensión de Jackpot le permitió a Charlotte participar en una peli de Dick
Ricahrds que sí se estrenó a tiempo y que idolatramos con justicia, Adiós, muñeca, el primero de los dos
Philip Marlowe que haría Robert Mitchum, esta vez convenientemente de época, el
otro, El sueño eterno, se haría en
ambientes contemporáneos.
En el 76 participó en una película que al menos en los
papeles luce atendible a más no poder, dirigió el gran director mexicano,
Arturo Ripstein, y compartió elenco con Peter O´Toole y Max Von Sydow, Foxtrot se llamó no recuerdo haberla
visto, los críticos no las soslayan, aunque tampoco tiran cuetes. Después,
dirigida por Boris Sagal hizo algo que tampoco vi, pero que por el reparto me
interesa, como decía Petete, de los pies a la cabeza: Sherlock Holmes en Nueva York con Roger Moore como Sherlock,
Patrick Macnee como Watson, John Huston como Moriarty y ella como Irene Adler,
fue para la televisión. En el 77 hizo un par que fueron muy populares por aquí,
de Yves Boisset: Un taxi color malva
junto a Philippe Noiret, Peter Ustinov, Fred Astaire, Edward Albert y la muy
popular por entonces, Agostina Belli y… cha, cha, cha, chan: Orca, la ballena asesina de Michael
Anderson junto a Richard Harris y una chica que dos años después y por un breve
tiempo fue una sensación cultural, hoy icónica, Bo Derek. Trepada a la ola del Tiburón de Spielberg, a esta Orca la vio
medio mundo.
Sabrá Dios por qué, pero en el 78 y 79 no hizo nada y
a como a toda actriz interesante no sé si le llega su San Martín, pero seguro
le llega su Woody Allen, en 1980 protagonizó con él su película más Felliniana:
Recuerdos. Y en el 82 estaría junto a
Paul Newman en el film de Sidney Lumet: Será
justicia, que le valió a Newman otra chiquicienta nominación para un Óscar,
que recién ganaría en el 87 gracias a El
color del dinero de Martin Scorsese, con el por entonces joven Tom Cruise.
En el 84 haría un Claude Lelouch: Viva la
vie con gentuza como Michel Piccoli, Jean Louis Trintignant, Charles Aznavour
y Anouk Aimée. En el 85 haría un Jacques Deray: On ne meurt que deux fois con un tal Michel Serrault. Y en el 86,
una rareza, dirigida por Nagisa Oshima, el de El imperio de los sentidos (1976), El imperio de la pasión (1978) y Furyo o Merry Christmas, Mr Lawrence (la de David Bowie, remmber?) en
la que se enamoraba de un chimpancé: Max,
mon amour, también con Anthony Higgins y Victoria Abril.
Haría varias participaciones, entre las películas
estrenadas aquí, la vimos en Corazón
satánico (1987) de Alan Parker protagonizada por Mickey Rourke y Robert De
Niro y Muerto al llegar (1988) de
Annabel Jankel y Rocky Morton, protagonizada por los entonces en ascenso Dennis
Quaid y Meg Ryan. En el 88 también dirigida y guionada por el dramaturgo David
Hare hizo Paris by night. Después de
un par de filmes intrascendentes, llega en el 93, otro que quizá lo sea, pero
que tiene el detalle en el que un joven Russell Crowe, en plan de entrenador de
caballos, se enamora de la madura esposa de su mentor o sea Charlotte. Una de
esas películas que se desvanecerían en el olvido si no fuera porque son los antecedentes
de una estrella en ciernes, en este caso Crowe en su Nueva Zelanda natal. El
título sin embargo pega: Entre el yunque
y el martillo.
Después de unas cuantas
películas muy poco atendibles, aunque el thriller de 1996, Asphalt tango de Nae Caranfil se dice que está muy logrado,
participa de la elegante adaptación de la novela de Henry James, Las alas de la paloma (1997) de Iain
Softley protagonizada por Helena Bonham Carter, Linus Roache y Alison Elliott.
En 1999 tuvo la inmensa fortuna de interpretar dos de los papeles que en algún
momento de su carrera ambicionan todas las actrices: Miss Havishan de Grandes ilusiones, esta vez en versión
de Julian Jarrold, protagonizada por Ioan
Gruffudd y Justine Waddell. Y la Ranyevskaya en la muy buena versión de Michael
Cacoyannis de El jardín de los cerezos
del siempre bien amado Anton Chejov, con Alan Bates, Owen Teale, Katrin
Cartlidge, Gerald Butler, Frances de la Tour, entre otros.
En el 2000 llega su primera
colaboración con François
Ozon: Bajo la arena, como la mujer
que no podía superar la pérdida de su marido, la segunda llegaría en 2003, La piscina, en la que era una novelista
policial que se enredaba con la hija de su editor; la tercera es Ángel, sobre el ascenso y caída de una
novelista a principios del siglo XX, junto a la hermosa Romola Garai, el
imperecedero Sam Neill, Lucy Russell y el por entonces casi desconocido Michael
Fassbender.
En
el medio haría un Tony Scott, Juegos de
espías (2001) con unos chicos de los que casi nadie oyó hablar: Robert
Redford y Brad Pitt. En el 2003 hizo un Mike Hodges: I’ll sleep when I’m dead (2003) junto a Clive Owen y Malcolm
McDowell. En el 2003, hizo también un Norman Jewison: The statement, al lado de Michael Caine, Tilda Swinton, Jeremy
Northam, Alan Bates, Frank Finlay y John Neville. En el 2004 hizo un Gianni
Amelio: Las llaves de la casa. En el
2005, hizo bajo las órdenes de Laurent Cantet una película sobre el turismo
sexual que desató saludable controversia: Bienvenidas
al Paraíso.
En el 2006 hizo una deliciosa comedia sobre el
reencuentro entre un director y una famosa actriz que se amaron: De amor y desencuentro de Antoine de
Caunes. En el 2007 hizo un Julio Medem: Caótica
Ana con Manuela Vellés. En el 2008 hizo un Maathieu
Kassovitz: Misión Babilonia al lado
de Vin Diesel, Michelle Yeoh, Lambert Wilson y Mark Strong. Ese año también
estuvo en el vehículo de lucimiento para Keira Knightley: La duquesa de Saul Dibb junto a Ralph Fiennes y Dominic Cooper. En
el 2009 hizo una comedia despareja sobre el mundo del arte y la venta de un
Mondrian: Juegos de placer o Boogie Woogie de Duncan Ward, con Gilian
Anderson, Alan Cumming, Heather Graham, Danny Huston, Jack Huston, Christopher
Lee y Amanda Seyfried. También en el 2009 hizo un Todd Solondz: La vida en tiempos difíciles junto a
Shirley Henderson y Allison Janney.
En 2010 luego de hacer StreetDance 3D, algo que no disimula sus
intenciones comerciales ni en el título, participó de otra película con Keira
Knightley: Nunca me abandones de Mark
Romanek sobre novela de Kazuo Ishiguro, también estaban ahí Carey Mulligan y Andrew
Garfield. En el 2011 participó de la obra de Lech Majewski, El molino y la cruz, sobre personajes
que aparecen en cuadros de Bruegel, aquí trabajó junto a Michael York y Rutger
Hauer. Ese mismo año hizo un Lars von Trier, la polémica Melancholia, al lado de Kirsten Dunst al frente de un numerosísimo
elenco. También en el 2011 hizo un Fred Schepisi: The eye of the storm, sobre algo que no debe faltar en la carrera
de una actriz madura: una mujer que… muere. Estaban también Geoffrey Rush y
Judy Davis.
En el 2012 hizo con Gabriel
Byrne, I, Anna de Barnaby Southcombe,
que parte de una premisa interesante: un noir desde el punto de vista de una
mujer fatal que se enamora del detective, y no al revés como se acostumbra. En
el 2013 hizo un Bille August, Tren
nocturno a Lisboa, en la que volvió a mezclarse con el gran Jeremy Irons,
con quien ya había estado en 2001 en el thriller El cuarto ángel de John Irvin.
En el 2013 llegó su cuarta
colaboración con Ozon: Joven y bella
sobre la joven que comienza a prostituirse casi por casualidad, Charlotte era
la esposa de un cliente habitual que había muerto durante un servicio. También
en el 2013 participó de la adaptación de la novela de John Banville, The sea, por Stephen Brown al lado de
Ciarán Hinds y Sinéad Cusack. En el 2014 haría 45 años de Andrew Haigh que le significó aplausos internacionales
unánimes y su primera nominación para el Óscar. Y entre las películas que ya
hizo y que se estrenarán pronto se encuentra Valley of the Gods del maestro Lech Majewski con quien ya hizo El molino y la cruz, ahí están también
Josh Harnett, John Rhys-Davies, John
Malkovich y Keir Dullea.
Y por exhaustiva que les
parezca este currículum, dista de serlo, dejé afuera su participación en las
series Broadchurch y London Spy y unas cuantas cosas más.
Charlotte hasta la fecha ha participado en la friolera de 120 títulos. Si bien
a ella la vi madurar de a poco, no como a otras grandes a las que ya conocí
hechas y derechas, la siento que está desde siempre, bah, le robo a Borges y
digo que: La juzgo tan eterna como el agua y el aire.
Gustavo Monteros
Se espera el lech Majewski ansiosamente...porque es ademas un diseñador grafico excelente y a ella se la espera como siempre para envidiar su belleza sanamente !!!
ResponderEliminargracias por su fidelidad y le aseguro que no necesita envidiarle la bellaza a nadie, sanamente o no, el problema es que Visconti no andaba por estos lados, usted es el perfecto equilibrio entre la Mangano y la Thulin, dos de sus musas. Y lo digo de verdad, no como un cumplido galante.
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