Como
dice Sondheim en una canción, la idea no es suya, es tan vieja como las
cucarachas, el teatro es un templo. A lo que agrego, como bien aprendí en un
libro de religión, todo oficio religioso, al igual que una obra de teatro, es
una representación. Nunca dejé de creer, aunque ya no piso una iglesia, pero
voy al teatro, antes, a veces, como oficiante, ahora, siempre, como
feligrés, a celebrar el hombre que hay en dios o el dios que hay en el hombre.
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