Cuando uno va a ver (y oír, claro) un espectáculo musical por
primera vez y tiene obertura, es una piedra de toque. La obertura es como un
popurrí de lo que se supone la partitura tiene de mejor para ofrecer. Y si no
nos gusta, sabemos que estamos en problemas y que tendremos que padecer el
resto de la velada. Nos queda también consolarnos con que ninguna obertura es
exhaustiva y que quizá quedaron fuera de la misma los temas que pueden llegar a
gustarnos. Pero, si como en este caso, quisiéramos que la orquesta la tocara
otra vez, nuestra alma se ensancha, el cerebro se avalancha de endorfina y algo
parecido a la felicidad nos ata a la butaca. Puede que después bailen mal y
canten peor. No importa, siempre podremos cerrar los ojos y dejar que la música
nos envuelva…
Ah, es la obertura de Follies. (Nótese la alegría del director. El hombre está a punto de
tirar la batuta y ponerse a bailar en la lluvia como Gene Kelly)
No hay comentarios:
Publicar un comentario