martes, 5 de junio de 2012

Persona



Mañana de martes. El reloj marca que son sólo las nueve. Me falta todavía media hora para que el timbre me libere de esta clase. Intento terminar con la descripción de una casa bote, es la introducción para que los alumnos escriban una descripción de sus propios cuartos usando there is/ there are (hay) y I have (tengo) más algunas preposiciones de lugar. Llevamos una hora y media de clase ininterrumpida y cunde la dispersión. Cosa rara, los chicos están atentos, pero en la hilera de bancos que están contra las ventanas, en los dos primeros, cuatro chicas se entretienen y se ponen a conversar animadamente. Les llamo la atención con un afectuoso “Chicas, por favor”, después de todo no tienen la culpa de que años atrás, a un genio, al que habría que juzgar por atentar contra la salud pública, se le ocurrió que tenemos que tener clases de dos horas reloj sin interrupción. Las chicas se callan un segundo y después siguen como si nada. M. T., que es un seductor nato, intentando hacerse notar por estas cuatro chicas que no se rinden del todo a sus encantos, pone su mejor sonrisa, las mira y dice: “No le llevan el apunte, porque usted les dice chicas pero en realidad son chicos”. Sé que tengo que decir algo de impecable corrección política, pero estoy cansado, mal dormido, no se me ocurre nada y me sale un sintético y ambiguo: “Bueno eso por suerte hoy ya no importa”. “Claro”, dice M.T., “son personas”. Por deformación cinematográfica, su respuesta me suena a Ingmar Bergman y pregunto “¿Cómo?”. M.T., con convicción y naturalidad me desburra: “No importa el sexo, la elección o la identificación sexual o qué familia conformen, el concepto persona está por sobre todo”. Me muero de ganas de preguntarle quién lo educa así, elijo que no y para no desnudar la emoción, sonrío, asiento y sigo con la casa bote.

M. T. tiene quince o dieciséis años, cuando yo tenía tiene quince o dieciséis años, había dinosaurios antediluvianos que sostenían, como en la Edad Media, que el único modelo de vida y de familia posible era el dictado por la Iglesia Católica. Me conformo pensando que si él puede pensar así hoy, nosotros, los del medio, algo bueno debemos haber hecho.

Conclusión: Nunca pierdas la fe en la humanidad por más desesperado que estés. Siempre hay un inesperado M.T. que te salva el día.

Fue otro capítulo de Zen al paso.

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