Tengo una tristeza poblada de injusticias. Ya son
indisimulables los devastadores efectos de la crisis. ¿Qué necesidad había de
entrar en este caos? La política es algo objetivo. Quienes ostentan el poder
toman medidas que te favorecen o te perjudican, según el rincón en que estés. Y
depende de vos defender tu espacio y tus necesidades. La derecha siempre va a
buscar que confundás políticos con política. Los grandes medios demonizarán a
sus enemigos y sacralizarán a quienes les conviene encumbrar para sacarles
prebendas y beneficios. Y como son hegemónicos, lograron que mucha gente votara
en contra de sus necesidades e intereses. Lo peor es que como los equivocados
pusieron emociones en juego, a pesar de sufrir las consecuencias, siguen
defendiendo las manos que sostienen el látigo. Desmoraliza ver que muchos no
sepan a qué ámbito pertenecen y crean todavía lo que los grandes medios que los
hicieron equivocarse les dicen. Siguen sin entender que nunca los
representarán. Nunca.
Cuando
llegó a vivir a casa, Perrito ya tenía la pata delantera derecha resentida y a
veces no la apoyaba cuando se movía. Una de sus ocupaciones favoritas es subir
y bajar de las sillas que tienen almohadones. En febrero al bajarse de una de
ellas se resintió la pata trasera izquierda. Solo le dolía cuando la apoyaba,
de modo que comenzó a deambular sin pisar con ella. Todo un espectáculo, medio
lamentable a decir verdad. Se movía
usando dos patas, en falsa escuadra, muy en corte de los milagros. De sus
cuatro paseos diarios se quedó con solo el higiénico, que ya no era kilométrico
y que se limitó a ir a la esquina. Se deprimió e hizo cucha bajo el mueble de
la cocina. Pensé que había empezado el ostracismo perruno que precede al
abandono de la vida. De a poco fue
acostumbrándose a sus limitaciones y descubrió que, como se lo observa con
atención, no tenía por qué abandonar sus hábitos y gustos. Supo que le bastaba
con pararse al lado de una silla y mirarla, para que unas manos lo subieran. Y
que para bajar le bastaba con quejarse o ladrar bajito. Y que podía seguir
encarando sus viejos paseos largos, que cuando se cansara, solo con dar a
entender que ya no quería seguir, una manos lo levantarían y concluiría el
paseo en brazos. Y ya no se escondió en la cucha de la cocina, volvió por sus
fueros y ahora disfruta de una vejez producida, que no por asistida, deja de
ser menos disfrutable que los años mozos. En el fondo, él piensa no que el
perro es el mejor amigo del hombre, sino que el hombre es el mejor amigo de
Perrito. Hace bien, la vida le da la razón. Tampoco se descuida, estimula por
todos los medios a su alcance la ternura, no sea cosa que la suerte lo
abandone.
La
ficción puede salvar tu vida. O si no embellecerla y mejorarla. Netflix y sus
múltiples series y películas hacen que la tristeza sea menos desoladora. Ante
un gobierno que no cumple con la ley, hay que sacar fuerzas de donde sea para
resistirlo. Ellos juegan a agotarnos, a desalentarnos, a que nos hundamos en la
impotencia. Ni ahí. Si el insomnio nos desvela, mejor poblarlo con las
historias que Netflix tenga para ofrecernos, que dejarnos ganar por las
preocupaciones.
Gustavo Monteros
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