Las películas tienen también su suerte y verdad.
Algunas son entronizadas en altares que no merecen y otras son arrastradas por
ignominias que tampoco merecen.
Y los críticos, esas criaturas caprichosas e
individualistas, a las que la ausencia de grandes maestros ha vuelto inútiles,
por raro que parezca también se masifican. Y así valoran en hordas films
insustanciales y desprecian en cohortes films que deberían apreciar.
En esta temporada de premios, hay ejemplos de tal y
cual naturaleza.
Hasta el último hombre (Hacksaw Ridge,
2016) de Mel Gibson no es tan buena como la cantidad de premios y nominaciones
que le endilgaron nos haría suponer que es. Ni Aliados (Allied, 2016) de
Robert Zemeckis es tan mala como la catarata de malas críticas nos haría
suponer que es.
Mel Gibson, el director, debutó bien y discretamente
con El hombre sin rostro, allá por el
93. Trepó a la excelencia con la epopéyica Braveheart/Corazón valiente. Se recibió de autor
con la polémica La pasión de Cristo,
2004 y ratificó su calidad autoral con la grandiosa Apocalypto, 2006. Y durante 10 años enfrentó las consecuencias de
un brote psicótico, por drogas o alcohol, que lo llevaron a insultar
homosexuales y judíos. Y ahora, no perdonado del todo, a pesar de públicos y
privados actos de contrición, regresa al beneplácito crítico.
Los críticos en realidad se sienten culpables por las
burlas que le prodigaron a su Braveheart/Corazón
valiente. Con sus otras obras no actuaron con saña. Pero año tras año
incluyeron a Braveheart entre las
películas que bajo ningún concepto merecían haber ganado un Óscar. No tomaban
en cuenta el amor que un público fiel, entre el que me cuento, le tomó desde su
estreno a esta película de valientes que no se rinden y que llevan con orgullos
los colores de lo que les tocó en suerte. Ni tampoco que las sucesivas
repeticiones en el cable los enfrentaría a su craso error de juicio. Por donde
se la mirara, era una buena película. Su único pecado era pertenecer con
claridad a un género, el de la épica. Sus supuestos excesos, si se los perfilan
dentro del género, dejan de ser excesos.
¿Será por eso que ahora ven con demasiada indulgencia
a Hasta el último hombre y no se
percatan de sus altibajos? El film cuenta la historia de Desmond Doss, un paramédico que participó en la batalla de Okinawa, en el Pacífico Sur duranta la Segunda Guerra Mundial y que por sus heroicas acciones de rescate fue el primer objetor de conciencia en recibir una medalla de honor.
Ahora bien, el personaje del padre del protagonista no cierra por la voluntad de sus autores de no ser duros con él. El juicio sumario al que se somete al héroe culmina en un absurdo, la respuesta que les llega por carta es tan obvia que el tribunal tendría que saberla. La insistencia en castigarlo por ser objetor de consciencia es pueril. Quizá haya sido así en la realidad, como casi todas las películas actuales, se basa en hechos reales, pero está mal contada. La ficción y la realidad no tienen los mismos parámetros. La realidad puede ser ilógica si lo prefiere. La ficción debe lucir posible… siempre. Los creadores pasaron del “Se non è vero, è ben trovato” al “verdadero, pero mal contado”. Volviendo a nuestro tema, ¿los críticos compensan con la glorificación de una película despareja el vilipendio pasado? Sabrán ellos.
Ahora bien, el personaje del padre del protagonista no cierra por la voluntad de sus autores de no ser duros con él. El juicio sumario al que se somete al héroe culmina en un absurdo, la respuesta que les llega por carta es tan obvia que el tribunal tendría que saberla. La insistencia en castigarlo por ser objetor de consciencia es pueril. Quizá haya sido así en la realidad, como casi todas las películas actuales, se basa en hechos reales, pero está mal contada. La ficción y la realidad no tienen los mismos parámetros. La realidad puede ser ilógica si lo prefiere. La ficción debe lucir posible… siempre. Los creadores pasaron del “Se non è vero, è ben trovato” al “verdadero, pero mal contado”. Volviendo a nuestro tema, ¿los críticos compensan con la glorificación de una película despareja el vilipendio pasado? Sabrán ellos.
Robert Zemeckis es un maestro, así nomás, lisa y
llanamente. Su obra justifica la corona de laureles: I wanna hold your hand/Locos por ellos, 1978, Autos usados, 1980, Romancing
the Stone/Tras la esmeralda perdida, 1984, la trilogía de Volver al futuro, 1985-1990, ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, 1988, La muerte le sienta bien, 1992, Forrest Gump, 1994, Contacto, 1997. Y la cuesta abajo a partir del 2000, con una mala Revelaciones/What lies beneath y otra
supuestamente buena, del mismo año, Náufrago,
a la que no evalúo porque siempre la vi por partes. Sus experimentos con la
animación El expreso polar, 2004, Beowulf, 2007, Los fantasmas de Scrooge/A Christmas Carol, 2009, y su regreso al
cine con actores de carne y hueso, las muy desparejas El vuelo, 2012 y En la cuerda
floja/The walk, 2015.
Y ahora Aliados
con el que le perdieron todo respeto. Con absoluta injusticia. No es una
película plenamente lograda, pero dista mucho de ser el bodrio que dijeron que
era. Comienza con una revisita a la Casablanca en los tiempos y circunstancias
de la película mítica de Bogart-Bergman. La pareja central son dos espías, él,
canadiense, ella, francesa. Concluida la misión, recalan en la Londres del
Blitz, donde surgirá la sombra de una sospecha atroz. Como es de esperarse, la reconstrucción de época es impecable y el
vestuario de una soberbia belleza (la única nominación para un Óscar, Joanna
Johnston, Mejor Diseño de Vestuario, repite nominación en los BAFTA). La
inmensa Marion Cotillard hace otro lujoso despliegue de talento, se permite
incluso un par de escenas que se volverán antológicas. El guión de Steven
Knight (Negocios entrañables, Stephen
Frears, 2002, Himno de Libertad,
Michael Apted, 2006, Promesas del Este,
David Cronenberg, 2007, Redemption,
Steven Knight, 2013, Locke, Steven
Knight, 2013, Un viaje de diez metros,
Lasse Hallström, 2014, Una buena
receta/Burnt, 2015) está a la altura de sus antecedentes, que como se ve no
son pocos y no menos excelentes. Para no spoilear diré lo justo, juega con una
de las posibilidades de la resolución de la intriga que plantea, y la cumple,
claro, se puede decir que uno, entrenado, léase pervertido, por tantas
películas, espera la otra, que, bueno, esta vez no se da.
El problema mayor reside en Brad Pitt. Cotillard puede
dar clases de actuación, pero sin referente, no puede construir una relación,
algo que toda película o actuación necesitan. Algo que actores menospreciados
como Omar Sharif o el gran Hugh Grant supieron y saben desde siempre, la
coprotagonista es sagrada y se la defiende a muerte. En Netflix pusieron en
estos días el clásico Funny girl,
Barbra Streisand sigue magnífica como el primer día como Fanny Brice, pero si
Sharif no se hubiera tomado la molestia de quererla, no habría pasado a la
historia, habría quedado en puros fuegos artificiales. Algo parecido dije
respecto a Florence, Meryl Streep
hace su inolvidable festival de histrionismo, pero sin el entorno que provee
Hugh Grant habría sido un show tan carismático como vacío. Parece fácil ser el
galán, no lo es. No se trata de ser solo apuesto, hay que comprometerse.
Atreverse a armar una relación, como en la vida. Una piedra preciosa, sin un
engarce es un incordio que se pierde en el cajón, dentro de un engarce es una
joya. Las actrices fabulosas son piedras preciosas que necesitan un engarce.
Brad Pitt no me parece un buen actor, creo que es un
chico lindo que tuvo la suerte de cruzarse con un director Ridley Scott que
supo iluminarlo para justificar el error de Thelma (Geena Davis) en la ahora
mítica Thelma y Louise, 1991. Este
breve papel consagró por fin a Pitt, que venía insistiendo sin suerte, y lo
catapultó no al estrellato sino al súper-estrellato. Pero a mí nunca me vendió
nada, me parece de mediano talento para abajo, para no desvalorizarlo del todo
suelo analizarlo técnicamente y en líneas generales no hallo nada muy
destacable, a veces está menos peor que otras veces.
Pero en esta oportunidad, para escándalo de mis
amigos, habituados a oírme despotricar contra él, haré una salvedad. Actuar es
un hecho vivo, perdónenme la obviedad por un segundo. Hay que poner el cuerpo y
a veces las circunstancias de la vida no pueden dejarse de lado, invaden, no
pueden controlarse. Cuando se es una híper-estrella, los contratos se firman
con mucha antelación. Aquí Brad Pitt luce más profesional que nunca, con la
letra aprendida, haciendo grandes esfuerzos porque no se le noten las
consecuencias de su publicitado divorcio de Angelina Jolie. Está en escena y no
está. Su cuerpo está, pero su cabeza y su sensibilidad andan por otro lado. No
puedo juzgarlo porque no puede hacer otra cosa, salvo lo que le sale, lo que le
queda del oficio de actuar. Analizarlo sería una crueldad.
Aliados será eventualmente redescubierta y valorada por lo
que es, una buena película, entretenida, con una excelente actuación de su
protagonista femenina. Ninguna obra maestra, pero muy atendible (aunque más no
sea porque es la película en que Brad Pitt aparece, pero no está).
No hay comentarios:
Publicar un comentario