Esta
reflexión se me impone por casualidad, por haber visto con poco tiempo de
diferencia Agosto y Nebraska. En ambas películas, sus
protagonistas, Meryl Streep y Bruce Dern respectivamente, padecieron infancias
feroces a manos de padres sádicos en medio del campo. El rasgo común de las dos
familias es el protestantismo acérrimo. Ya se sabe, los estadounidenses
descienden del Mayflower, el mítico barco que trajo en 1620 a Norteamérica
desde Inglaterra a los Peregrinos (es decir a los puritanos enemistados con la
iglesia anglicana recién fundadita por Enrique VIII). De allí que en la cultura
estadounidense a poco que se rasque aparece la intransigente impronta puritana,
que parece haberse enraizado con profundidad en las comunidades agrícolas.
Sitios lógicos, porque ya incluso en el Antiguo Testamento, las ciudades son centros
del pecado, en los que las buenas, es decir santas, costumbres se distienden y
los libertinajes más abyectos (según ellos, los autodenominados puros, claro)
bullen y se propagan.
El
protestantismo tiene más ramas que un árbol centenario, las principales son las
de los luteranos, los calvinistas, los metodistas, los bautistas, los
anglicanos y los pentecostales. No me pidan que exponga las diferencias que los
distinguen porque no las sé. Bástenos decir que estas ramas se dividen en
muchísimas gajos y que todos tienen en común normas estrictas respecto al sexo,
la diversión, el entretenimiento, la bebida y la comida, es decir a todo
aquello que podríamos englobar como “la sal de la vida”. Bástenos decir también
que estas normas que los rigen son tan estrechas que las que propone el dogma
católico en comparación son el colmo del progresismo, así que imaginemos…
(Pocas veces los míseros puntos suspensivos pueden parecer tan elocuentes).
A lo
que voy es que los rednecks (una traducción más o menos fiel sería en primera
instancia: campesinos; aunque también se acepta la de palurdos, o sea
campesinos hoscos y groseros) adhieren a alguna rama del protestantismo
intransigente y sus hijos en algún momento de sus vidas, como se comprueba en
las películas citadas, deben luchar contra esa pesada herencia.
No
estoy refiriendo nada novedoso, lejos de ello. El fanatismo puritano de los
rednecks es un lugar común en la cultura estadounidense. En realidad el retrato
que se hace de los rednecks cae en dos grandes categorías. Por un lado tenemos
el modelo de Los Beverly ricos (The Beverly hillbillies) o de La inconquistable (inhundible en el
original) Molly Brown (The unsinkable Molly Brown) o sea el de
los hillbillies (habitantes de zonas remotas, rurales o montañosas) que son
toscos, rudos, sin ningún roce social pero de buen corazón; y por el otro lado
tenemos a los temibles rednecks de El
loco de la motosierra, la masacre de Texas (The Texas chain saw massacre) o de La colina de los ojos malditos (The
hills have eyes).
Como puede verse el primer retrato, halagüeño en definitiva, cae en el género de la comedia, mientras que el segundo, terrible como pocos, cae en el género del terror. No soy experto en películas de terror de modo que no abundaré en ejemplos, pero sé que los rednecks como villanos son muy populares y estelarizan infinidad de películas.
Ningún
lugar común es azaroso o gratuito sino que llega a ese status por prepotente
insistencia basada en una observación comprobable y fehaciente. Ningún lugar
común es inocente a espera de juicio sino un culpable sentenciado. Yo suelo
quejarme (¡ingrato, desagradecido!) de la herencia católica que recibí. No
volveré a hacerlo. Gracias a Agosto y
Nebraska me doy cuenta de que
desembarazarse de la tradición puritana es infinitamente peor.
Ilustración: American Gothic (1930) de Grant Wood
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