Los días de vacaciones son como andar en bicicleta pendiente
abajo con viento a favor. Cuando comenzamos a disfrutar del paseo, se acaba. Los
días de trabajo son como vadear arenas pantanosas, uno cree avanzar y no,
seguimos a siglos del final.
Cuando comienza la cuenta regresiva, los huesos cansados
comprenden que las vacaciones son un paraíso temporario, que ya no habrá
siestas intempestivas ni mañanas remolonas, que el lunes el despertador
quebrará el silencio y la libertad.
El lunes, el lunes, no hoy. Ni mañana.
El infierno que se imagina es siempre peor que el infierno
real. Que cada día se ocupe de su labor. A acallar la imaginación, la
anticipación de horrores que quizá no sean tales y a disfrutar de que hoy, a
esta hora, en este segundo, no hay obligaciones que cumplir, ni que tampoco las
habrá en el segundo siguiente, en la hora siguiente ni en el día siguiente.
Olvidemos que existe el infierno, que no hay gozo mayor que
el que se supone eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario