Confesión de parte
George Bernard Shaw es el dramaturgo que más admiro. Si tuviera tiempo, fundaría El club de Shaw, que sólo leería y discutiría obras suyas. Si tuviera dinero, fundaría una compañía que sólo representaría sus obras. Eso sí, ni la falta de tiempo ni dinero me impide solazarme con su ingenio cuando arrecia impiadoso el viento del infortunio.
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