jueves, 26 de abril de 2012

Maestro peludo


Perrito, como todos los perros, tiene inteligencia limitada. Pero no por eso es menos sabio.

Después de dormir, siempre se despereza.

Antes de salir, hace siempre estiramientos y elongaciones.

Huele siempre la comida antes de abalanzarse sobre ella.

Cuando no estoy, se hace un bollo y duerme la tristeza de mi ausencia.

Pide caricias siempre que las necesita.

Cuando necesita estar solo, se pone bajo la silla del rincón, que ha elegido como su cueva inaccesible.

Cuando se aburre, me observa para ver si puede sacar una conclusión o alguna ventaja.

Cuando hay sol, al menos una vez por día se deja bañar por él.

Un par de veces por día, se tira sobre su lomo patas arriba (en lo que yo llamo “the balls ventilation”) pone su mente en blanco y disfruta de estar vivo.

¿Quién lo hubiera dicho? Todo un maestro zen me salió Perrito.
Fue otro capítulo de Zen al paso

Ilustración: el perrito de Umberto D (Vittorio De Sica, 1952)

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