Continúo con mi
retrospectiva personal de Dino Risi. Hoy le toca el turno a Primo amore (1978) con Ugo Tognazzi y
Ornella Muti. Por aquí se la conoció como Casi
una historia de amor.
Con Primo amor, Risi homenajea
explícitamente a El ángel azul / Der
blaue Engel, Josef von Sternberg, 1930) e implícitamente a El fin del día (La fin du jour, Julien Duvivier, 1939).
Ugo Cremonesi, también
conocido como “Picchio” (Ugo Tognazzi)
termina en un asilo de actores retirados (al igual que el protagonista de El fin del día) porque la liquidación de
su jubilación tarda más de lo esperado y ya no puede mantenerse por su cuenta. Dado
que todavía está bastante entero, se enamora de una de las camareras del lugar,
Renata Mazzetti (Ornella Muti) y es humillado porque ya no está para esos
trotes (como en El ángel azul). La
referencia al clásico de von Sternberg es directa, cerca del final, Tognazzi
imita el canto del gallo que hace Emil Jannings en esa película.
Más allá de la
celebración de vida que hay en toda la película, se evidencia un tono elegíaco.
Sobre todo por el olvido generalizado a actores y formas teatrales, hasta ayer
nomás muy populares. Cremonesi / “Picchio” fue un cómico de varieté (lo que
nosotros llamamos teatro de revistas) disciplina que en la Italia de los setenta ya estaba harto
perimida (por entonces en la Argentina todavía subsistía, tendría su tiro de
gracia a mediados de los ochenta) y entre sus números hacía una imitación de
Totó. Cuando la recrea para su hijo, la novia de este y para Renata, las dos
mujeres jóvenes no se ríen, no tienen idea de quién es Totó. Y el hijo disfruta
más de la evocación de su propia infancia que de la supuesta comicidad del
número.
El ocaso de Cremonesi
/ “Picchio” está subrayado con un invierno perpetuo. Los típicos lugares de
veraneo en los que transcurre el grueso de la acción (San Pellegrino Terme y
Capri) están nevados y gélidos y brumosos. Es una circunstancia de producción
usada dramáticamente (las estrellas solo podían filmar durante ese invierno y
como la necesidad tiene cara de hereje, se la transforma en arte)
La subyacente
perspectiva abiertamente machista puede escandalizar a los espectadores
modernos. Pero no se puede ver las obras de antaño con las lecturas actuales. A
cada tiempo, su aire.
Detalle curioso, en
el asilo en una gala improvisada Cremonesi / “Picchio” revitaliza uno de sus
grandes éxitos, la recreación de diversos tipos jugando al billar. Entre ellos,
está un jugador afeminado, pero muy digno, a pesar de la burla que hay en la
caracterización. Tognazzi usaría gestos y modales parecidos, aunque con mayor
dignidad y sin burla alguna en el personaje de la película que haría a
continuación, su inolvidable Renato de La
Cage aux folles / La jaula de las locas (Édouard Molinaro, 1978), proyecto que
promovería un amplio respeto hacia otras formas de vida, poco o nada
tradicionales.
Por eso no hay que
ser muy duro con algunos artistas del pasado. Puede que no tuvieran una
permanente actitud desafiante, pero como les gustaba abrir cabezas,
aprovechaban cada oportunidad que se les presentaba. Puede que avanzaran muy de
a poco y sobre seguro, pero avanzaban. Como se dice en la calle, todo depende
de la leche con la que se hacen las cosas. Y aquí había de la buena, de la muy
buena.
Gustavo Monteros
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