viernes, 8 de abril de 2022

Primo amore


 

Continúo con mi retrospectiva personal de Dino Risi. Hoy le toca el turno a Primo amore (1978) con Ugo Tognazzi y Ornella Muti. Por aquí se la conoció como Casi una historia de amor.

Con Primo amor, Risi homenajea explícitamente a El ángel azul / Der blaue Engel, Josef von Sternberg, 1930) e implícitamente a El fin del día (La fin du jour, Julien Duvivier, 1939).

Ugo Cremonesi, también conocido como  “Picchio” (Ugo Tognazzi) termina en un asilo de actores retirados (al igual que el protagonista de El fin del día) porque la liquidación de su jubilación tarda más de lo esperado y ya no puede mantenerse por su cuenta. Dado que todavía está bastante entero, se enamora de una de las camareras del lugar, Renata Mazzetti (Ornella Muti) y es humillado porque ya no está para esos trotes (como en El ángel azul). La referencia al clásico de von Sternberg es directa, cerca del final, Tognazzi imita el canto del gallo que hace Emil Jannings en esa película.

Más allá de la celebración de vida que hay en toda la película, se evidencia un tono elegíaco. Sobre todo por el olvido generalizado a actores y formas teatrales, hasta ayer nomás muy populares. Cremonesi / “Picchio” fue un cómico de varieté (lo que nosotros llamamos teatro de revistas) disciplina que en la  Italia de los setenta ya estaba harto perimida (por entonces en la Argentina todavía subsistía, tendría su tiro de gracia a mediados de los ochenta) y entre sus números hacía una imitación de Totó. Cuando la recrea para su hijo, la novia de este y para Renata, las dos mujeres jóvenes no se ríen, no tienen idea de quién es Totó. Y el hijo disfruta más de la evocación de su propia infancia que de la supuesta comicidad del número.

El ocaso de Cremonesi / “Picchio” está subrayado con un invierno perpetuo. Los típicos lugares de veraneo en los que transcurre el grueso de la acción (San Pellegrino Terme y Capri) están nevados y gélidos y brumosos. Es una circunstancia de producción usada dramáticamente (las estrellas solo podían filmar durante ese invierno y como la necesidad tiene cara de hereje, se la transforma en arte)

La subyacente perspectiva abiertamente machista puede escandalizar a los espectadores modernos. Pero no se puede ver las obras de antaño con las lecturas actuales. A cada tiempo, su aire.

Detalle curioso, en el asilo en una gala improvisada Cremonesi / “Picchio” revitaliza uno de sus grandes éxitos, la recreación de diversos tipos jugando al billar. Entre ellos, está un jugador afeminado, pero muy digno, a pesar de la burla que hay en la caracterización. Tognazzi usaría gestos y modales parecidos, aunque con mayor dignidad y sin burla alguna en el personaje de la película que haría a continuación, su inolvidable Renato de La Cage aux folles / La jaula de las locas (Édouard Molinaro, 1978), proyecto que promovería un amplio respeto hacia otras formas de vida, poco o nada tradicionales.

Por eso no hay que ser muy duro con algunos artistas del pasado. Puede que no tuvieran una permanente actitud desafiante, pero como les gustaba abrir cabezas, aprovechaban cada oportunidad que se les presentaba. Puede que avanzaran muy de a poco y sobre seguro, pero avanzaban. Como se dice en la calle, todo depende de la leche con la que se hacen las cosas. Y aquí había de la buena, de la muy buena.

Gustavo Monteros

No hay comentarios:

Publicar un comentario