Me dispongo a hacerme
una retrospectiva de Dino Risi. Comienzo por Fantasma d’amore (1981), que vi cerca de su estreno y que me gustó,
aunque no volví a ver desde entonces. En aquellos tiempos las historias de
viejos o de mayorcitos eran datos, ahora, claro, me interpelan de otra manera,
son una referencia directa.
Nino Monti (Marcello
Mastroianni) un juez de paz, sino felizmente al menos pacíficamente casado, de
mediana edad (Mastroianni andaba por los 56 en la vida real) decide un día
cualquiera tomarse un bus para ir a trabajar. En la parada siguiente sube una
mujer vieja (Romy Schneider) sin un billete ni monedas acordes para la máquina
expendedora de boletos, Nino le da una moneda y ella insiste en que se la
devolverá. Al día siguiente recibe en su trabajo una llamada de la mujer vieja,
que insiste en devolverle el importe del viaje y que termina por presentarse,
dice ser Anna Brigatti, con quien tuvieron en los años mozos un apasionado romance.
Los recuerdos se amontonarán en la memoria de Nino y le devolverán una historia
que creía superada y olvidada. Comenzará a revisitar lugares significativos y
la mujer se le reaparecerá en distintos estados de salud, bienestar económico y
edad. Algo extraño, pero por llamarse la película como se llama no tanto.
Romy Schneider,
espléndida en sus cuarenta y pocos, fascina en este misterioso personaje.
Mastroianni, sencillamente extraordinario, como siempre, no solo protagoniza
sino que narra en off con su voz profunda y bella las singularidades de la
historia. Y Dino Risi, con suma habilidad y elegancia, crea una atmósfera
inquietante sin exageraciones ni acentuados obvios (señalar lo que no hay puede
parecer tonto, pero si se lo menciona es por los muchos subrayados y obviedades
con que hoy se narran estas historias que deben pretenderse sutiles). Sobre el
final, hay una sorpresiva vuelta de tuerca, que racionaliza lo contado, pero
que no es un quiebre por la delicadeza con que Risi manejó la narración.
Pero, a pesar de
todas las bondades del talento de Dino Risi, es la pareja protagónica la que
garantiza los placeres cinematográficos. Schneider (que moriría al año
siguiente sin que se sepa todavía la causa fehaciente, la creencia establecida
dice que se suicidó por ingesta de barbitúricos, algo que no contradice el escueto
certificado de defunción por paro cardíaco, y no, no hubo autopsia
dilucidadora) es como dice el título de la obra de Ibsen, Madera de reyes. Y Mastroianni, se sabe, fue un rey del cine si los
hay o hubo. Por lo tanto este Fantasma de
amor es un entretenimiento adulto regio de toda realeza.
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