viernes, 22 de abril de 2022

Almas perdidas



 Continúo con mi retrospectiva personal de la carrera de Dino Risi. Hoy es el turno de Anima persa / Almas perdidas (1977), obra atípica de su repertorio, un cuento gótico elegantemente misterioso.


El joven Tino (Danilo Mattei) va a estudiar arte a Venecia. Se hospedará en el palazzo de su tía Sofia (Catherine Deneuve), casada con el imponente e intimidante, Fabio (Vittorio Gassman). El palazzo tiene estancias a las que está prohibido entrar (de ahí que en los países de habla inglesa, se la conozca como The Forbidden Room o sea La habitación prohibida). Dilucidar el misterio toma toda la película, armada como un cuento corto con muchos elusivos puntos suspensivos siempre inquietantes y un final sorprendente.


Risi narra con buen pulso y llega a destino sano y salvo, a pesar de atravesar tramposo terreno desconocido. El film bordea el famoso giallo italiano y no cae en los sustos intensos, la tensión enfermiza, las temeridades tremendas, y el gore que lo caracteriza.


Aunque Risi ha trabajado con los otros grandes actores del período, Nino Manfredi, Ugo Tognazzi, Alberto Sordi, Totò, Marcello Mastroianni, su cine se ha asentado sobre todo en la figura y talento de Vittorio Gassman, como en el presente título.


Gassman desplegaba un histrionismo avasallante y desconcertante. En medio de su despliegue demoledor, uno se preguntaba si no estaba cameleando (dar una actuación muy marcada, jugada, pero falsa y hueca) a lo bestia, entonces una lágrima despuntaba, su espalda se desarmaba, las piernas ya parecían no sostenerlo y todas las dudas y sospechas de camelo se desvanecían hasta evaporarse, lo suyo era tan verdadero como el amor, el hambre, la muerte. Un grande, intenso, fervoroso, dinámico, al borde siempre de la teatralidad, histriónico incluso cuando fungía inexpresividad, único, singular, fácil de imitar y a la vez inimitable, porque su juego fervoroso se reservaba el misterio de sorprendernos cuando menos lo esperábamos. Por suerte están las películas que lo contuvieron para estudiarlo, descubrirlo, dejarse ganar por su talento rampante. Solo el lugar común lo abarca por completo: “Ya no los hacen así”

Gustavo Monteros

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