Se
dice que en el mundo del espectáculo hay una maldición para los dúos cómicos,
que conocerán fama y fortuna, que tendrán todxs lxs compañerxs de cama que
quisieran, que se llenarán libros que alabarán la buena química que mantenían
entre ellos, pero que pasado cierto tiempo, por los girones de ego puesto en
juego, por las inclinaciones de destruir lo bueno que a veces no podemos
controlar, todo dúo cómico o musical terminará a las patadas.
Todos los anales
de la historia del espectáculo mundial parecen dar cuenta y razón de la
maldición. Algunos terminaron apenas mal, los menos. Los más, al borde del
asesinato.
Dean Martin y Jerry Lewis lejos de ser la excepción fueron un
ejemplo paradigmático de las separaciones conflictivas. Con el tiempo
aprendieron a decir palabras amables del otro, pero se sentían más civilizadas
que sinceras. Ahora que la eternidad los ha unido ¿limarán diferencias?,
¿sanarán los egos heridos?, o ¿se mantendrán tan alejados uno del otro como el
Cielo lo permita?
Para nosotros siempre estarán juntos, en perfecta sintonía
para divertirnos. Es la tiranía del espectador, fija aquello que lo hace feliz
y si es un suplicio para los actores, se desentiende, su felicidad está
primero.
Más de una vez, más de un par de histriones se reunieron “a pedido del
público” para sonreír en escena y sangrar en los camarines.
Que también hay
lágrimas en el glamur…
Gustavo Monteros
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