No hay comparación
posible. Porque el mundo avanza y crea situaciones inéditas. Con cada avance.
Si se piensan en símiles, podríamos decir La
Llegada del Hombre a La Luna, la Final de Tal o Cual Mundial, el Combate por el
Título de tal o cual categoría boxística o el Titanic de James Cameron.
Pero cuando se
produjo la llegada a la Luna, los habitantes eran menos. Y pobres, ineficaces y
locales los medios de comunicación. Más de uno de esos pocos habitantes ni se
enteró. Ante las proezas deportivas, no todos son aficionados. Muchos mueren
por el fútbol o el box, pero no todos. Y ante el Titanic de James Cameron, no todos la vieron en menos de una
semana, no, tardaron un par de meses, o cuatro, o seis.
Entre el domingo 27
de agosto y el lunes 28 de agosto de 2017, todo
el planeta vio el capítulo final de la temporada 7 de Games of Thrones.
Todo el planeta,
dije, no todos los habitantes del planeta, porque hay quienes no ven GOT, los
menos, que igual lo padecen o lo ven por interpósita persona.
Pero aunque
descontemos a quienes Westeros les da lo mismo, no está mal decir que todo el
planeta vio el Episodio 7 de la Temporada 7. Una locura. Todo un planeta
pendiente de la cumbre de las reinas Cersei y Daenerys y sus adláteres.
Piénsenlo un segundo
y se maravillarán como yo: en menos de 24 horas, todo el planeta estuvo
pendiente del destino de un puñado de personajes DE FICCIÓN.
Se dice que a fines
del siglo XIX los lectores de Dickens contaban las horas para la llegada del periódico
con el nuevo capítulo de la novela que escribía. Dos lados de un océano se
unían en el desvelo por los aconteceres del pequeño Oliver Twist. Pero eran solo un par de países, con bastantes
habitantes sí, pero solo un par de países, Inglaterra y los Estados Unidos. Es
lo único que se me ocurre para comparar el fervor que desata GOT.
Muchas series fueron
universalmente consumidas y alabadas, pero no en simultáneo. No, con días o meses
de separación, todos supieron la pirueta final de Tony Soprano o la de Walter
White, para mencionar dos ejemplos, más o menos cercanos, que me interpelan.
Ojo, soy un seguidor
de GOT, pero no uno ferviente e incondicional. Tuve mis reparos ante muchos
efectos berretas, vueltas de tuerca caprichosas o resoluciones no implausibles
sino directamente imposibles. Y me enojó más de una vez la muerte gratuita de
un personaje necesario, que hubo después que resucitar, porque las novelas
avanzan por construcción, no por la destrucción infantil para provocar
sorpresas que conducen siempre a callejones sin salida.
Bah, me interesa,
pero no ando rumiando durante la semana los avatares del capítulo anterior.
Pero ante la inmensidad de su alcance, me
alegra participar del fenómeno. De ciencia ficción, podría decirse. En las
películas solo las invasiones extraterrestres unen a todo el planeta.
Entre el domingo y el
lunes, nos unió el fuego de un dragón. O de dos, que son tres. Y no fue cuento,
fue de verdad. De esas verdades que se solo se hallan en los cuentos.
Gustavo Monteros