Las entregas de premios me aburren
soberanamente. En algún momento me entusiasmaron, ya no. El martes a la noche,
a pesar del cansancio, trasnocho y veo completa la entrega de los premios
teatrales ACE, no por darle la razón a Walt Whitman y su “qué carajo importa si
me contradigo a mí mismo”, sino porque he visto la mayoría de las obras
nominadas y coincido mayoritariamente con las nominaciones. Hago fuerza porque
ganen mis favoritos y en las ternas que más me importaban, lo logran. No hace
mucho, en este mismo blog, hablaba de Manzi,
la vida en orsai, que con justicia se alzó con los premios al Mejor Musical
o Music Hall (Betty Gambartes, Diego Vila, Bernardo Carey), Mejor Dirección de
Musical o Music Hall (Betty Gambartes) y Mejor Actuación Masculina y Femenina
en Musical y Music Hall para los impares Jorge Suárez y Julia Calvo. Manzi, una vida en orsai está en cartel
e invito a que la vean.
Ganan también Leonor Manso y Daniel
Fanego como Actriz y Actor Protagónico en Drama por El león en invierno de James Goldman, que desafortunadamente ya no
está en cartel. Lo ganó primero Leonor y me puse a hacer fuerza para que lo
ganara también Fanego. Sobre todo porque, al margen de los merecimientos
personales indiscutibles, armonizaban tan bien en escena que sólo hay una
palabra para describir lo que hacían toda vez que estaban juntos: delicia. Las
buenas actuaciones se disfrutan, se paladean, y en las rarísimas ocasiones en las
que los protagónicos conjugan al unísono el tan mentado verbo jugar, el placer
intelectual se vuelve orgásmico de tan físico. Calvo y Suárez también se
complementan de maravillas, pero ya hablamos de ellos, hablemos hoy de la Manso
y el Fanego.
El
león en invierno transcurre en la Navidad de 1183. El rey Enrique II
Plantagenet libera para la ocasión a su reina a la que tiene prisionera, Leonor
de Aquitania, para negociar quién sucederá en el trono. Enrique quiere que sea
el que luego será conocido como Juan sin Tierra, mientras que Leonor quiere
que sea el que pasará a la historia como Ricardo Corazón de León. A Godofredo,
el otro hijo en baile, nadie lo quiere.
En esta reunión cumbre también participan Alaís, ex protegida de Leonor y actual amante de
Enrique, y el hermano de ésta, el rey de Francia, Felipe II. Habrá escaramuzas
varias, duelos verbales agudos, mucho humor punzante y también dolor.
El
león en invierno tiene rumbosas e ineludibles versiones, una
cinematográfica y otra televisiva. En cine la hicieron nada más ni nada menos
que Katherine Hepburn y Peter O’Toole (1968). Y en televisión la hicieron nada
más ni nada menos que Glenn Close y Patrick Stewart (2003). La Manso y el
Fanego, por arte exhibido en incontables oportunidades, nada tienen que envidiarles a sus prestigiosos
predecesores. Pero como excelentes actores que son, ofrecen una lectura de la
obra personal e intransferible.
En las visiones de O’Toole y de
Stewart, Enrique es un león demasiado viejo y mañoso para dar zarpazos
mortales. El león de Fanego es más de temer, todavía puede desmembrar de un
zarpazo, algo que el director Pompeyo Audivert señala en la primera escena en la que
aparece Enrique al mostrarlo con el torso descubierto. Nos dice: puede que este
hombre no esté en la plenitud, pero la sangre aun le corre vigorosa. Y tanto la
Leonor de Hepburn como la de Close son mujeres que evocan su pasado como
laureles que ya no pueden reverdecer, la Leonor de la Manso evoca el pasado
pero no lo da por gloria irrecuperable, no, cree que todavía puede dar pelea y
si se le diera la chance recuperar a Enrique, de allí que cuando pide que
Enrique bese a Alaís delante de ella no lo haga para matar sus esperanzas sino
con la saña masoquista y voyerista de quien quiere ver lo que le están
quitando. Esta visión más latina de arrancarles a los personajes sus pies de
las tumba le da a esta hermosa obra y sus juegos una inmediatez y una vitalidad
arrolladoras. No hay aquí ronroneos intelectuales que reemplazan a las ardores
de antaño, sino pasiones que todavía rugen estentóreas.
Tuve
el honor de ver la obra dos veces, la primera cerca del estreno y la segunda
cerca del final de la temporada. Las funciones fueron a cual mejor. Manso y
Fanego respiraban sus personajes magistralmente y fue una alegría verlos
premiados por tal inolvidable maravilla.