Aquel tapado de armiño,
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret.
Cuando pasaste a mi lado,
prendida a aquel gigoló,
aquel tapado de armiño
¡cuánta pena me causó!
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret.
Cuando pasaste a mi lado,
prendida a aquel gigoló,
aquel tapado de armiño
¡cuánta pena me causó!
¿Te acordás?, era el momento
culminante del cariño;
me encontraba yo sin vento,
vos amabas el armiño.
Cuántas veces tiritando,
los dos junto a la vidriera,
me decías suspirando:
¡Ay, amor, si vos pudieras!
Y yo con mil sacrificios
te lo pude al fin comprar,
mangué a amigos y usureros
y estuve un mes sin fumar.
culminante del cariño;
me encontraba yo sin vento,
vos amabas el armiño.
Cuántas veces tiritando,
los dos junto a la vidriera,
me decías suspirando:
¡Ay, amor, si vos pudieras!
Y yo con mil sacrificios
te lo pude al fin comprar,
mangué a amigos y usureros
y estuve un mes sin fumar.
Aquel tapado de armiño
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret.
Me resultó, al fin y al cabo,
más durable que tu amor:
el tapado lo estoy pagando
y tu amor ya se apagó.
todo forrado en lamé,
que tu cuerpito abrigaba
al salir del cabaret.
Me resultó, al fin y al cabo,
más durable que tu amor:
el tapado lo estoy pagando
y tu amor ya se apagó.
Letra: Manuel Romero
Música: Enrique Delfino
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