Concluyo mi
retrospectiva personal de la trayectoria de Dino Risi con una de sus obras
maestras: La marcia su Roma de 1962.
Estamos en Italia en
1922. Domenico Rocchetti (Vittorio Gassman) es un sobreviviente de la Primera
Guerra Mundial. Y como tantos excombatientes, ve que no tiene futuro, esperanza,
un lugar donde hacer pie. Mendiga cigarrillos y dinero para comida. un
exoficial que conoció en el frente, lo introduce en el movimiento fascista, más
precisamente en las squadristi o escuadras de acción, que molían a palos a los
opositores en la calle y en sus locales partidarios. Huyendo de un ataque en el
que fueron superados en número por los contrarios, Domenico se reencuentra con
otro excombatiente, Umberto Gavazza (Ugo Tognazzi) que vive de la caridad de su
cuñado, aunque lo ayuda en la labranza del campo. Umberto ama trabajar la
tierra y si hubiera alguna política de incentivo, sería un campesino integrado.
Termina junto a Domenico como mano dura fascista. Llegamos ya a octubre de 1922
que es cuando el Partido Nacional Fascista organiza la ahora célebre Marcia su
Roma (Marcha sobre Roma) congregación de las milicias de camisas negras de toda
Italia y su invasión “pacífica” a la capital. La Marcha inició el régimen
fascista de Benito Mussolini y la abolición del sistema parlamentario.
El film se centra en
las desventuras de los marginados Domenico y Umberto y como negocian sus
propios límites con el fascismo, qué están dispuestos a aceptar hacer y hasta
dónde llegar. Sobrevivientes extremos que no tienen mucha opción, para ellos es
fascismo o muerte por hambre.
Resumido así parece
asunto de drama, pero no, es una clásica y modélica commedia all’italiana. Y
como todas ellas, es agridulce, tragicómica, y profundamente humana. Se
complementa a la perfección con la maravilla de 1959 del inmenso Mario
Monicelli, La grande guerra, en la
que Alberto Sordi y Vittorio Gassman integraban el ejército italiano que peleó
contra los austríacos en la Primera Guerra. Estas dos películas podrían
conformar un magnífico programa doble que iluminaría la participación del
ciudadano italiano común en estos dos momentos históricos: la gran guerra y el
fascismo.
La marcia su Roma
dura 94 minutos y abarca casi vidas enteras. Lo recalco ya que durante décadas
del siglo XX fue la duración promedio de las películas, había un ejercicio
narrativo estandarizado de contar en esa duración. Hoy parece haber una
nostalgia al respecto, porque entre las selecciones con que Netflix organiza lo que
ofrece, está la categoría de films que duran 90 minutos (no olvidemos que la
costumbre de films de 90 minutos de duración se alteró primero y se perdió
después, cuando por necesidades comerciales se dejó de lado el programa doble
(o triple en varios cines de nuestra ciudad) y se pasó a ofrecer solo una película,
y para evitar eventuales protestas, los productores yanquis “estiraron”
(innecesariamente en muchos casos) la duración de sus productos. Lo que se
cuenta dura lo que toma contarlo, dice el sentido común. Pero también, ¿por qué
contar en dos horas o dos horas y media lo que se puede narrar en 90 minutos?
En el viejo teatro,
cuando había todavía obras en verso, se llamaba “ripio” a todos los versos que
no agregaban nada, que daban vuelta y machacaban sobre lo ya contado y que
estaban solo para acrecentar la duración de la pieza, que debía abarcar 3, 4 o 5
actos. Hoy hay mucho “ripio” en las películas…
Gustavo Monteros