jueves, 21 de septiembre de 2017

Las películas llegan de todas partes

El artículo parecía estar tan lejos del cine como yo de bailar bien el Cascanueces. Su titulo era “El macrismo, entre la realidad y la fábula”, lo firmaba Ricardo Forster y aparecía en el ejemplar de Página 12 del miércoles 13 de septiembre de 2017.


Creía, y no me equivocaba,  que se trataba sobre el azoramiento que nos provoca esta realidad. Para los que podemos ver lo que nos sucede y lo que nos pasó sin prejuicios, sin odios ni preconceptos, algunas respuestas sociales nos dejan estupefactos. El gobierno pasado sin ser perfecto, ejemplar, utópico o un nuevo siglo de Pericles, nada de ello, fue, objetivamente, sin duda ni discusiones, el que más hizo por la gente, así en general, en estos últimos tiempos. Acrecentó derechos, superó precariedades, calentó la economía, nos quitó el peso de la deuda externa con el consiguiente alivio, libertad e independencia que eso genera, y mejoró la distribución, lo que siempre desata el odio furibundo de los quieren que el mundo sea desigual e injusto. El actual gobierno, en cambio, pasará a la historia como uno de los peores. No lograron ninguna de la habituales ambiciones neoliberales, empeoraron los índices económicos que tanto criticaban y no pasa día en que no quiten un derecho, una mejora social, una ventaja conseguida. De nuevo, también, objetivamente. Repetiré hasta el hartazgo que la política no es, como engaña el noeconservadurismo vigente, algo sujeto a la emoción o a la creencia, no, la política es una actividad objetiva, tal o cuál gobierno toman medidas que te favorecen o te perjudican según donde estés parado y punto.



Y es lógico que uno espere que se defiendan las gestiones que te mejoraron la vida. Pero no, con argumentos ficcionales, con consignas de predicador evangélico, se consigue que ciudadanos perjudicados directamente, en carne propia, por las medidas neoliberales sean fervorosos defensores del látigo que los azota. De ahí la estupefacción, el azoramiento, y nos  explicamos cómo podemos semejante anomalía, desmenuzamos los alcances de la post-verdad, y como ya eso no nos alcanza para abarcar la desmesura de este absurdo, progresamos con otras teorías, para mitigar la tristeza o la desesperación.


Y sí, el artículo iba para ese lado, a poco de la introducción pide el auxilio del filósofo esloveno Slavoj Zizek, quien para mi sorpresa ilustrará su pensamiento con una película. ¡Protagonizada por Charles Bronson!  Mi curiosidad iba pareja a mi perplejidad. En estos días no hago más que cruzarme con Charles Bronson. Se reeditan sus grandes éxitos en Blu-Ray o se los ofrece en las plataformas de contenidos o los clientes de las páginas de descargas los solicitan. No es que se haya desatado una Bronsonmanía, pero yo al menos notaba una concurrencia de su imagen por los lugares que frecuento. No me detendré más en el artículo de Forster, recomiendo su lectura, y sin más preámbulos me adentraré en la película elegida por Zizek para contrastar realidad y fábula. 

Se trata de un western atípico en la carrera de Bronson y en la historia del género. Se tituló From noon till three (Sucedió entre las 12 y las 3), es de 1976 y fue escrita y dirigida por Frank D. Gilroy, basándose en su propia novela.


La recordaba vagamente, más como una decepción que por sus valores, porque la había visto por primera vez en una matiné del Select, y en aquella tarde los espectadores, por el protagonista, esperábamos más una de tiros que una comedia sofisticada.


Ahora reviéndola parecería un proyecto de amor para Jill Ireland, la esposa en la vida real de Bronson, la mujer de su vida a decir verdad. Hasta la temprana muerte de ella, no se separaron. Se habían conocido muchos años antes de que él lograra un estrellato tardío en Europa. Fueron presentados por el primer marido de Ireland, el rubio David McCallum durante el rodaje de El gran escape, (John Sturges, 1963), film protagonizado por James Garner, Richard Attenborough y Steve McQueen, en el que McCallum y Bronson también participaban. 
Al convertirse Bronson en estrella con Adiós al amigo (Jean Herman, 1968) con Alain Delon de co-protagonista y con Érase una vez en el Oeste (Sergio Leone, 1968), Jill Ireland pasó a ser la primera actriz de todos los vehículos de lucimiento para Bronson que se sucedieron. Pasó más que nada, según la misma Jill Ireland, porque ninguna actriz quería trabajar con Bronson. Puede que fuera cierto con las actrices yanquis snobs que no fueran Linda Cristal (Mister Majestyk, Richard Fleisher, 1974), Hope Lange (El vengador anónimo / Death wish, Michael Winner, 1974), Lee Remick (Telefon, Don Siegel 1977) o Kim Novak (El búfalo blanco, J. Lee Thompson, 1977). Algunas europeas tampoco tenían ningún problema, Liv Ullman fue su primera actriz en De la part des copains / Los compañeros del diablo (Terence Young, 1970), Ursula Andress hizo lo propio en El sol rojo (Terence Young, 1971), la inglesa Jacqueline Bisset en St.Ives (J. Lee Thompson, 1976) y Dominique Sanda en Caboblanco (J. Lee Thompson, 1980). Y no incluyo a Marlène Jobert en esta lista porque prácticamente cimentaron con Bronson sus estrellatos al mismo tiempo en El pasajero de la lluvia (René Clement, 1970).


Como sea, este film le permite a Jill Ireland un amplio lucimiento y hasta canta la bellísima y pegadiza canción Hello and Goodbye compuesta especialmente por Elmer Bernstein (música) y Alan y Marilyn Bergman (letra). Independiente de que lo fuera o no, Frank D. Gilroy aseguró que Bronson estaba muy entusiasmado. El personaje le permitía parodiar al tipo de héroe que lo había hecho famoso y mostrarse más como era en realidad, un tierno, manso, afectuoso, romántico, gracioso y locuaz. Frank D. Gilroy confesó también que le gustaba que fueran un matrimonio bien avenido en la vida real. Dijo: “No sé qué es lo que ustedes comparten, pero eso, sea lo que sea, se refleja en la pantalla.”


Al revés de Zizek y Forster que se la pasan espoliando, referiré poco del argumento para no aguar placeres y sorpresas. Graham (Bronson) es una maleante que elige quedarse en la  apartada casa de la recién conocida viuda Amanda (Jill Ireland) mientras sus secuaces roban el banco del pueblo. Graham y Amanda compartirán tres horas de escaramuzas, sexo, romance y ternura. Una separación se impone y Amanda alcanzará fama y fortuna escribiendo con detalle, imaginación y mucho adorno lo que sucedió en aquellas tres horas. Cuando él regrese, ella no querrá saber nada porque un reencuentro arruinará la idealizada cumbre de amor que ha creado. 

Como se aprecia, el contraste entre verdad-ficción, realidad-mito, hecho-idealización es el eje del relato, de allí que sea recuperado del olvido por los filósofos. No es que se deliraron a sobreimprimirles teorías a Mingo y Aníbal contra los fantasmas (Enrique Carreras, 1985) por ejemplo. Algo lícito por otra parte, uno puede adentrarse en el misterio de vida y muerte en La sonrisa de mamá (Enrique Carreras, 1972), por cierto, pero no es el caso.


Como a muchos, las películas marcaron mi vida y son mi delito y mi vicio. Las hallo hasta donde menos las busco, por eso digo que me llegan desde todos lados. Que sigan llegando, nunca dejaré de darles la bienvenida.

Gustavo Monteros

From Noon till Three puede verse en Qubit.tv

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