El artículo parecía estar tan lejos del cine como yo
de bailar bien el Cascanueces. Su
titulo era “El macrismo, entre la realidad y la fábula”, lo firmaba Ricardo
Forster y aparecía en el ejemplar de Página 12 del miércoles 13 de septiembre
de 2017.
Creía, y no me equivocaba, que se trataba sobre el azoramiento que nos
provoca esta realidad. Para los que podemos ver lo que nos sucede y lo que nos
pasó sin prejuicios, sin odios ni preconceptos, algunas respuestas sociales nos
dejan estupefactos. El gobierno pasado sin ser perfecto, ejemplar, utópico o un
nuevo siglo de Pericles, nada de ello, fue, objetivamente, sin duda ni
discusiones, el que más hizo por la gente, así en general, en estos últimos
tiempos. Acrecentó derechos, superó precariedades, calentó la economía, nos
quitó el peso de la deuda externa con el consiguiente alivio, libertad e
independencia que eso genera, y mejoró la distribución, lo que siempre desata
el odio furibundo de los quieren que el mundo sea desigual e injusto. El actual
gobierno, en cambio, pasará a la historia como uno de los peores. No lograron
ninguna de la habituales ambiciones neoliberales, empeoraron los índices
económicos que tanto criticaban y no pasa día en que no quiten un derecho, una
mejora social, una ventaja conseguida. De nuevo, también, objetivamente. Repetiré
hasta el hartazgo que la política no es, como engaña el noeconservadurismo
vigente, algo sujeto a la emoción o a la creencia, no, la política es una
actividad objetiva, tal o cuál gobierno toman medidas que te favorecen o te
perjudican según donde estés parado y punto.
Y es lógico que uno espere que se defiendan las
gestiones que te mejoraron la vida. Pero no, con argumentos ficcionales, con
consignas de predicador evangélico, se consigue que ciudadanos perjudicados
directamente, en carne propia, por las medidas neoliberales sean fervorosos
defensores del látigo que los azota. De ahí la estupefacción, el azoramiento, y
nos explicamos cómo podemos semejante
anomalía, desmenuzamos los alcances de la post-verdad, y como ya eso no nos
alcanza para abarcar la desmesura de este absurdo, progresamos con otras
teorías, para mitigar la tristeza o la desesperación.
Y sí, el artículo iba para ese lado, a poco de la
introducción pide el auxilio del filósofo esloveno Slavoj Zizek, quien para mi
sorpresa ilustrará su pensamiento con una película. ¡Protagonizada por Charles
Bronson! Mi curiosidad iba pareja a mi
perplejidad. En estos días no hago más que cruzarme con Charles Bronson. Se
reeditan sus grandes éxitos en Blu-Ray o se los ofrece en las plataformas de
contenidos o los clientes de las páginas de descargas los solicitan. No es que
se haya desatado una Bronsonmanía, pero yo al menos notaba una concurrencia de
su imagen por los lugares que frecuento. No me detendré más en el artículo de
Forster, recomiendo su lectura, y sin más preámbulos me adentraré en la
película elegida por Zizek para contrastar realidad y fábula.
Se trata de un western atípico en la carrera de
Bronson y en la historia del género. Se tituló From noon till three (Sucedió
entre las 12 y las 3), es de 1976 y fue escrita y dirigida por Frank D.
Gilroy, basándose en su propia novela.
La recordaba vagamente, más como una decepción que por
sus valores, porque la había visto por primera vez en una matiné del Select, y
en aquella tarde los espectadores, por el protagonista, esperábamos más una de
tiros que una comedia sofisticada.
Ahora reviéndola parecería un proyecto de amor para
Jill Ireland, la esposa en la vida real de Bronson, la mujer de su vida a decir
verdad. Hasta la temprana muerte de ella, no se separaron. Se habían conocido
muchos años antes de que él lograra un estrellato tardío en Europa. Fueron
presentados por el primer marido de Ireland, el rubio David McCallum durante el
rodaje de El gran escape, (John
Sturges, 1963), film protagonizado por James Garner, Richard Attenborough y
Steve McQueen, en el que McCallum y Bronson también participaban.
Al convertirse Bronson en estrella con Adiós al amigo (Jean Herman, 1968) con
Alain Delon de co-protagonista y con Érase
una vez en el Oeste (Sergio Leone, 1968), Jill Ireland pasó a ser la
primera actriz de todos los vehículos de lucimiento para Bronson que se
sucedieron. Pasó más que nada, según la misma Jill Ireland, porque ninguna
actriz quería trabajar con Bronson. Puede que fuera cierto con las actrices yanquis
snobs que no fueran Linda Cristal (Mister
Majestyk, Richard Fleisher, 1974), Hope Lange (El vengador anónimo / Death wish, Michael Winner, 1974), Lee Remick
(Telefon, Don Siegel 1977) o Kim
Novak (El búfalo blanco, J. Lee
Thompson, 1977). Algunas europeas tampoco tenían ningún problema, Liv Ullman
fue su primera actriz en De la part des
copains / Los compañeros del diablo (Terence Young, 1970), Ursula Andress
hizo lo propio en El sol rojo
(Terence Young, 1971), la inglesa Jacqueline Bisset en St.Ives (J. Lee Thompson, 1976) y Dominique Sanda en Caboblanco (J. Lee Thompson, 1980). Y no
incluyo a Marlène Jobert en esta lista porque prácticamente cimentaron con
Bronson sus estrellatos al mismo tiempo en El
pasajero de la lluvia (René Clement, 1970).
Como sea, este film le permite a Jill Ireland un
amplio lucimiento y hasta canta la bellísima y pegadiza canción Hello and
Goodbye compuesta especialmente por Elmer Bernstein (música) y Alan y Marilyn
Bergman (letra). Independiente de que lo fuera o no, Frank D. Gilroy aseguró
que Bronson estaba muy entusiasmado. El personaje le permitía parodiar al tipo
de héroe que lo había hecho famoso y mostrarse más como era en realidad, un
tierno, manso, afectuoso, romántico, gracioso y locuaz. Frank D. Gilroy confesó
también que le gustaba que fueran un matrimonio bien avenido en la vida real. Dijo:
“No sé qué es lo que ustedes comparten, pero eso, sea lo que sea, se refleja en
la pantalla.”
Al revés de Zizek y Forster que se la pasan
espoliando, referiré poco del argumento para no aguar placeres y sorpresas.
Graham (Bronson) es una maleante que elige quedarse en la apartada casa de la recién conocida viuda
Amanda (Jill Ireland) mientras sus secuaces roban el banco del pueblo. Graham y
Amanda compartirán tres horas de escaramuzas, sexo, romance y ternura. Una
separación se impone y Amanda alcanzará fama y fortuna escribiendo con detalle,
imaginación y mucho adorno lo que sucedió en aquellas tres horas. Cuando él
regrese, ella no querrá saber nada porque un reencuentro arruinará la idealizada
cumbre de amor que ha creado.
Como se aprecia, el contraste entre verdad-ficción,
realidad-mito, hecho-idealización es el eje del relato, de allí que sea
recuperado del olvido por los filósofos. No es que se deliraron a
sobreimprimirles teorías a Mingo y Aníbal
contra los fantasmas (Enrique Carreras, 1985) por ejemplo. Algo lícito por
otra parte, uno puede adentrarse en el misterio de vida y muerte en La sonrisa de mamá (Enrique Carreras,
1972), por cierto, pero no es el caso.
Como a muchos, las películas marcaron mi vida y son mi
delito y mi vicio. Las hallo hasta donde menos las busco, por eso digo que me
llegan desde todos lados. Que sigan llegando, nunca dejaré de darles la
bienvenida.
Gustavo Monteros
From Noon till Three puede verse en Qubit.tv
From Noon till Three puede verse en Qubit.tv
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