Los biógrafos de las cantantes con vidas difíciles,
marcadas por matrimonios cruentos, amores ilícitos más terribles aún,
adicciones varias, y elecciones personales incomprensibles, se las veían en
figurillas para narrar los años de cuesta bajo, con actuaciones dominadas por
el alcohol, la droga, la fatiga, el desamor, el desencanto de vivir sin un
palenque donde rascarse, ni un perro que te ladre.
Liza Minnelli es una actriz, cantante, bailarina, show woman con una vida para nada fácil. No tuvo suerte con los maridos, falló en algunas elecciones, su cuerpo no le permitió ser madre ni su psiquis adoptar, sufrió adicciones a drogas de todo tipo y color, el alcohol no le fue ajeno, ni la autodestrucción, curiosas fallas genéticas le desataron lesiones rarísimas que apenas están en algunos, selectos libros de medicina, superó deterioros físicos que hubieran derrotado a más de uno, tuvo como cuarenta carreras y sigue en pie. Gracias a Dios.
Sin embargo, sus biógrafos futuros (ya tuvo varios) hallarán, gracias a YouTube, menos inconvenientes para graficar los años buenos y los malos, la poca, mucha o nula voz para cantar, los excesos de peso, las siluetas intermedias o el peso ideal, las actuaciones bajo alucinógenos conocidos y por conocer, cocaína y sus variantes, tristezas y sus sutilezas, soledades y sus alternativas, anfetaminas y sus ilusiones, neurodepresores y sus bajezas, o el viejo y querido alcohol y sus falsas ilusiones. Todo, gracias a que los vaivenes de su carrera se realizaron en los tiempos con facilidades para el registro visual, que pasó del video de camcorder a los teléfonos con más o menos inteligencia de androides.
En YouTube pueden verse todos los altibajos. Sus años buenos, no tan buenos y malos. Con voz plena y con voz milagrosa, porque su emisión dependía tanto de su inexorable voluntad como de la magia del milagro para dar la nota siguiente, cuando los músicos, expectantes por la incertidumbre de no saber si llegaría al estribillo, estaban más cerca del infarto que de la felicidad del deber cumplido.
Hay un prodigio en común en todas las Lizas posibles, prodigio que nos enseño a ver Bob Fosse en el último número de su Cabaret, el intérprete puede estar destruido por lo que fuera, pero se prende la luz y solo importa la canción, la pequeña historia que une al celebrante con el celebrado, que eso son protagonista y público, ese puente eterno que habla de dichas irrecuperables y alegrías posibles. En eso, Liza nunca falla, aunque esté sin voz, vieja, gorda, drogada, alcoholizada o agotada, no olvida que al público hay que darle lo que espera y más. Ese pequeño rito de la actuación compartida nos libera de la infelicidad y de la muerte, nos hace eternos y sabios. Ella lo sabe y lo comparte.
Ahora, los invito a ver dos versiones de What did I have that I don´t have (¿Qué tuve que ya no tengo?), canción con letra de Alay Jay Lerner y música de Burton Lane para On a clear day you can see forever (En un día claro se ve hasta siempre), que primero fue un musical de Broadway y luego una película que su padre, el impar Vincent Minnelli dirigió en 1970 con Barbra Streisand en el protagónico junto al inolvidable Yves Montand.
La primera es casi con voz, la segunda es con un recuerdo de su voz.
Después, un número de The act, comedia musical de Fred Ebb y John Kander, celebratoria de sus talentos, cuando cantaba, actuaba y bailaba como si Dios la dirigiera en bambalinas. Tiempos en que si alguien había perdido la fe, la recuperaba de inmediato al verla.
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