miércoles, 8 de junio de 2016

Ben Vereen

Sabrá Dios en qué preciso momento se conoce la gente que hará historia y si son conscientes en ese instante casual de que harán algo que reverberará en el tiempo.

Para cuando Bob Fosse llamó a Ben Vereen para que fuera uno de los tres bailarines que secundaran a Sammy Davis Jr en 1969 en Sweet Charity (puede vérselo en este video que postée hace unas semanas: 


Bob Fosse ya era Bob Fosse y Ben Vereen ya había asomado la cabeza en Broadway en el reparto original de Hair en 1968 (en cuyo ensamble estaba también la por entonces desconocida Diane Keaton).

En 1971, Ben sin que Bob tuviera nada que ver haría de Judas Iscariote en el estreno en Broadway de Jesucristo Superstar.

En 1972, Bob lo convocaría para darle uno de los protagónicos de Pippin y Ben se instalaría como una de las nuevas vacas sagradas de la Great White Way.

En 1975, otro director y coreógrafo, no tan avispado como el gran Bob Fosse, Herbert Ross llamó a Ben para que hiciera un par de números en la incomprensible continuación de Fanny Girl o sea Funny Lady. Incomprensible porque es una película de raros logros, los número musicales son soberbios, pero la dramatización de la historia de amor entre Fanny Brice (Barbra Streisand) y Billy Rose (James Caan) es inane, a la confusión dramática del guión, causada quizá por las opiniones contradictorias de demasiados productores, se la suma la nula química entre Barb y Caan, que está cerca de ser antológica. No importa, porque aunque más no sea, dio oportunidad a que existiera este vertiginoso número. 

  

Y por fin en 1979, otra vez de la mano de Bob Fosse, entraría a la historia grande del cine con este número icónico: la secuencia de la muerte de Joe Gideon (Roy Scheider), claro alter ego de Bob. Puede que la gran mayoría de la gente no recuerde su nombre o lo asocie a la figura de este magnético presentador que aquí hace, pero donde sea que se encuentre, en el más remoto lugar del mundo, le bastará decir que es él el que despide a Gideon, que es él el que comanda el gran final de All that jazz, para que quien sea a quien se lo diga, desarme su rostro en admiración y le dé las gracias.

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